The Adversiter Chronicle

martes, 14 de septiembre de 2021

ENTREVISTA AL MOÑAS DE LA BARRA DEL BAR

Las autoridades gubernativas han levantado la restricción que afectaba a tomarse algo en la barra del bar. Han sido meses largos donde nos hemos acostumbrado a fuerza ahorcativa sin alternativa salvo sentarnos en una mesa viendo la desangelada barra convertida en zona vallada con cinta y en el mejor de los casos a que hubiera mesas a su vera, pero sentados. Si alguien ha sufrido los rigores de la restricción en sus barras de abrevaderos habituales han sido los moñas. Todo garito que se precie tiene su moñas particular y sin embargo ha sido raro verles durante la restricción, es por ello que entrevistamos a Ramón, conocido moñas del bar del barrio, para que nos ilustre en tan apasionante tema...

-¿Se es consciente de que uno es un moñas, Ramón?


-Es que da la sensación de que ando moña todo el tiempo y nada más lejos de la realidad. Ahora, que si tomarse un trago en la barra del bar, y me refiero a un trago tras otro, y estar de campechanía con los amigos de la barra y vacilar un poco a la camarera hablando como si estuviera mascando un polvorón, si es delito pues soy un moñas. El moñas forma parte de la psique del consumidor en bares y cafeterías, tal es así que cuando un moñas es expulsado sine die por la dirección del local, dirección a la salida me refiero, ni el negocio ni la parroquia de la barra admiten que el puesto del moñas sea ocupado por otro moñas. Fíjese que llegan las navidades y vuelven a admitir al moñas en el establecimiento y eso no sucede ni con los pedigüeños.

-¿Por qué no se les ha visto durante la clausura de las barras en hostelería, ein?


-No es lo mismo, no es lo mismo. La barra es una liturgia, desde acechar y gorronear las bandejas de pinchos hasta disfrutar del generoso escote de la camarera, dicho esto sin ánimo patriarcal ni mucho menos. Si alguien aprecian los moñas es a las camareras, siempre con una conversación, que acepta nuestros piropos de pedete lúcido sin ofensa. Pero una mesa es una jodienda, el pincho no tiene alternativa como en la barra donde puedes dar el cambiazo en la bandeja, garrapiñar más pinchos de la misma e incluso intercambiarlo con otros parroquianos de la barra del bar, la mesa es como un corsé victoriano, que no entiendo de corsés pero queda fino lo de victoriano.

-Algún que otro moñas le pega a las tragaperras...


-¡Mejor pegarle a las tragaperras que a la mujer! Dicho sin ánimo patriarcal, que conste, es un chiste de moñas pero vivimos tiempos inquisitoriales con los chistes. Sí, hay dentro del colectivo auténticos ludópatas irredentos, pero por lo general el moñas es jaranero, sociable, parlanchín sin ser lenguaraz, amable con las damas y amigo de sus amigos. Y ser moñas no implica estar moña, es un apelativo cariñoso entre la parroquia del bar, formamos parte como el lector del periódico, los taburetes o el cartel que informa de los horarios y los días de descanso. Otra cosa es que te lo llame la suegra o el cuñado, la primera pilla unas torrijas cada nochebuena que ni le cuento porque para ella todas las noches son buenas, y el segundo agarra unas cogorzas de muy señor mío cada vez que sale de caza con su cuadrilla de garrulos igual que él.

-
Pues a disfrutar de nuevo de la barra del bar y del moñas.


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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