Las
autoridades gubernativas han levantado la restricción que afectaba a
tomarse algo en la barra del bar. Han sido meses largos donde nos
hemos acostumbrado a fuerza ahorcativa sin alternativa salvo sentarnos
en una mesa viendo la desangelada barra convertida en zona vallada
con cinta y en el mejor de los casos a que hubiera mesas a su vera,
pero sentados. Si alguien ha sufrido los rigores de la restricción
en sus barras de abrevaderos habituales han sido los moñas. Todo
garito que se precie tiene su moñas particular y sin embargo ha sido
raro verles durante la restricción, es por ello que entrevistamos a
Ramón, conocido moñas del bar del barrio, para que nos ilustre en
tan apasionante tema...
-¿Se es consciente de
que uno es un moñas, Ramón?
-Es
que da la sensación de que ando moña todo el tiempo y nada más
lejos de la realidad. Ahora, que si tomarse un trago en la barra del
bar, y me refiero a un trago tras otro, y estar de campechanía con
los amigos de la barra y vacilar un poco a la camarera hablando como
si estuviera mascando un polvorón, si es delito pues soy un moñas.
El moñas forma parte de la psique del consumidor en bares y
cafeterías, tal es así que cuando un moñas es expulsado sine die
por la dirección del local, dirección a la salida me refiero, ni el
negocio ni la parroquia de la barra admiten que el puesto del moñas
sea ocupado por otro moñas. Fíjese que llegan las navidades y
vuelven a admitir al moñas en el establecimiento y eso no sucede ni
con los pedigüeños.
-¿Por qué no se les ha visto durante la clausura de las barras en hostelería, ein?
-No
es lo mismo, no es lo mismo. La barra es una liturgia, desde acechar
y gorronear las bandejas de pinchos hasta disfrutar del generoso
escote de la camarera, dicho esto sin ánimo patriarcal ni mucho
menos. Si alguien aprecian los moñas es a las camareras, siempre con
una conversación, que acepta nuestros piropos de pedete lúcido sin
ofensa. Pero una mesa es una jodienda, el pincho no tiene alternativa
como en la barra donde puedes dar el cambiazo en la bandeja,
garrapiñar más pinchos de la misma e incluso intercambiarlo con
otros parroquianos de la barra del bar, la mesa es como un corsé
victoriano, que no entiendo de corsés pero queda fino lo de
victoriano.
-Algún que otro moñas le pega a las tragaperras...
-¡Mejor
pegarle a las tragaperras que a la mujer! Dicho sin ánimo
patriarcal, que conste, es un chiste de moñas pero vivimos tiempos
inquisitoriales con los chistes. Sí, hay dentro del colectivo
auténticos ludópatas irredentos, pero por lo general el moñas es
jaranero, sociable, parlanchín sin ser lenguaraz, amable con las
damas y amigo de sus amigos. Y ser moñas no implica estar moña, es
un apelativo cariñoso entre la parroquia del bar, formamos parte
como el lector del periódico, los taburetes o el cartel que informa
de los horarios y los días de descanso. Otra cosa es que te lo llame
la suegra o el cuñado, la primera pilla unas torrijas cada
nochebuena que ni le cuento porque para ella todas las noches son
buenas, y el segundo agarra unas cogorzas de muy señor mío cada vez
que sale de caza con su cuadrilla de garrulos igual que él.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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