Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle
Algaradas estudiantiles
Suele darse por terminada la Transición política a comienzos de los 80´s, pero el país seguía en transición, no en La Transición que quieren inducirnos como si hasta ahora hubiera seguido el proceso político, era una Transición económica porque España quería integrarse en la Comunidad Económica Europea, ese estado previo a lo que hoy conocemos como Unión Europea...
Había que adaptar todo el motor económico de la industria y en la región se sentía especialmente esa reconversión industrial con industrias de astilleros, minería y siderúrgicas. La mayoría hacía lustros que eran deficitarias como empresas privadas y fueron rescatadas y sufragadas sus pérdidas por el Estado y Europa, aquella Europa que se miraba con una mezcla de esperanza y temor, no quería semejante monstruo subvencionado por el Estado, los miles de empleos perdidos eran un daño colateral que había que asumir. Era el fin de una época, de criar los hijos y prepararles para un trabajo para toda la vida...
La masa estudiantil no éramos ajenos, la reconversión industrial causaba estragos, pero disfrutábamos de la vida con aficiones que nuestros mayores no habían podido permitirse en su juventud, pero eran tiempos de libertad, de consumo camino del consumismo y el instituto no era muy estimulante para zangolotinos estudiantes...
En una de las manifestaciones por la reconversión la masa estudiantil nos sumamos a ella, la mayoría porque era librarse de los tostones de las clases, los profesores iban en su mayoría de veteranos curtidos y quien seguía el ritmo de las clases pues bien y quienes se quedaban rezagados pues también. Así que cuando nos decían que si nos uníamos a las protestas, el pensamiento no era muy reivindicativo que digamos, íbamos y nos sumábamos a la masa manifestante, era divertido y estimulante, formabas parte de un proceso que ocurría en tiempo real. Lo malo es que un señor, viajante de joyería de los que llevan su oficina y su valioso muestrario en el coche, se vio metido en su automóvil en medio de la algarada de consignas, silbidos y demás. La masa empezó a mover el coche, una vacilada tonta y estúpida pero amparada por el jolgorio manifestante. El tipo se puso nervioso y sacó su arma, una pistola con licencia que por aquel entonces era posible conseguir para ciertos profesionales. El disparo mató a un estudiante, nunca creí que fuera con intención de matar, se dieron una serie de circunstancias donde una parte perdió la vida porque la otra parte perdió los nervios...
Hubo al día siguiente un funeral con homenaje de presencia de la masa estudiantil. Mentiría si dijera que el suceso no me afectó, me hizo pensar y meditar sobre lo absurdo de la muerte y lo absurdo de quienes zarandearon el coche, supongo que nadie pensó que el tipo llevara una pistola, sólo era un divertimento más y me alegré de que no estaba ni siquiera cerca, íbamos de camino del instituto a la manifestación...
Éramos un grupo variopinto de zangolotinos y malos estudiantes, no que no pudiéramos aprobar, pero una de las cosas en común era que no estábamos motivados. Así que algunas clases las pirábamos, habíamos encontrado un garito regentado por un paisano y cuya hija le ayudaba en el negocio, una chica de nuestra edad a la que vacilábamos un poco por dos motivos fundamentales; uno era la chica en sí y que, acostumbrada a los jubiletas en la partida y la clientela entrada en años para una joven, siempre se mostraba dispuesta a seguirnos la guasa y además, segunda razón, al tercer día ya contábamos con su complicidad para gorronear los sabrosos pinchos que su padre ponía en el mostrador de chorizo, jamón y alguna vez sardinas. El padre tardó un tiempo en darse cuenta de la complicidad, a fin de cuentas éramos una clientela fija, pero llegó una tarde en que nos ventilamos la bandeja entera, debía ser viernes que era el día más alegre de la semana en este aspecto...
Y llegó otra manifestación, no recuerdo el motivo exacto pero el entorno del instituto se llenó de lecheras de los zerotes y un teniente de la policía mostraba en su cara restos de algaradas por la reconversión el día anterior ya que llevaba una tirita, tampoco su cara era muy alegre, pero soportó estoico nuestra guasa cuando alguien de la masa estudiantil le preguntó si era consecuencia del día anterior. El profesorado estaba dividido y en esta ocasión nos advirtieron de que no había permiso para asistir a la manifestación. Lo cierto es que nadie hizo caso y nos lanzamos a la salida. Estábamos en corrillo la pandilla de zangolotinos malos estudiantes cuando se nos acercó la delegada de clase. Denotaba personalidad propia en su aspecto, con esa belleza en la mirada de las miopes tras las gafas, estaba mona pero era de otro universo, el de la inteligencia aplicada al estudio y moverse con personalidad propia. Supongo que nos gustaba a todos y cuando vino hacia el grupo nos quedamos desconcertados. Nos dijo que ella quería dar clase, la necesitaba para aprobar ya que tenía algunas dudas, nosotros escuchábamos embelesados y nos propone que asistamos a clase porque el profesor dijo que si no había un mínimo de alumnado en clase no se daba la misma. Con al delegada el grupo cumplía el cupo, nos miramos todos un instante y cumplimos la máxima de que dos tetas tiran más que dos carretas porque nos pasamos el trimestre pirando esa clase, sabedores de que era inútil asistir a una asignatura que se iba a suspender y quedar pendiente...
Sólo recuerdo su sonrisa cuando accedimos a su petición y que ese trimestre todos los del grupo aprobamos la asignatura, siempre he pensado como posibilidad probable que el profesor se lo tomó como solidaridad con el profesorado, pero aprobamos la asignatura y nunca he olvidado a la delegada de clase, siempre me ha quedado esa curiosidad que a veces siente un hombre por una mujer...
Fue una muerte innecesaria y me quitó las ganas de apoyar manifestaciones estudiantiles que comparadas con las de ahora en Barcelona eran inocentes y sin grupos que se ocultaban entre la masa para sembrar su mesiánico caos que acabe con el Sistema. Aquel estudiante murió para nada y por nada, muchísimo menos por nadie...
Antón Rendueles
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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