The Adversiter Chronicle

jueves, 25 de junio de 2020

DIARIO DE LA GUERRA DEL CORONAVIRUS por A. Nónimo

El final

Jueves 18 de junio

Despierto animado, no quiero dejarme caer en un estado de melancolía así que abro la ventana y me empapo de la nueva normalidad que dicen empieza con el fin del estado de alarma pero que ya lleva semanas empapándonos, pero miro la soleada mañana y me animo...
Voy a la compra y poca gente por la calle y poca gente en el supermercado, una estampa de normalidad pese a que la nueva se palpa en las mascarillas, que muchos piensan que son bufandas por como la llevan en la barbilla, las bandas de distancia, el gel, los guantes...
Oigo al Rey afirmar que saldremos juntos y unidos de ésta y me pregunto cuál será su opinión como ciudadano de la clase política anclada en el discurso y las formas y maneras de 1936 y si al igual que yo será de la opinión de que mejor dejaban tanto discurso disgregador y mejor se ponían manos a la obra los unos para preparar la segunda ofensiva del coronavirus y fiscalizar los otros aportando mejoras donde sea posible, pero la noticia es que unos mamarrachos se dedicaron a disparar postas contra dianas con fotos de varios políticos gobernantes y encima lo difunden en redes sociales. Qué esperan con sus discursos más que cretinos con gana de gresca...
Ya estoy libre desde un punto de vista laboral y quise despedirme de Pétalo. Al final estuvimos tecleando desde media tarde hasta la hora de la cena. Es agradable teclear con ella y me ha hecho olvidar lo que empieza a ser una triste existencia. Le comenté que cuando comenzó todo este circo me adapté más o menos pero siempre tenía el anhelo de ver la luz al final de túnel pero no el invierno nuclear que es la nueva normalidad, que tengo miedo de salir a la calle, de hacer lo que hacía, miedo indefinido. Nos despedimos tras pasar unas risas y al terminar, ya desconectado, me he dado cuenta de que no sé nada de ella y no hemos sugerido ninguno de los dos que pusiéramos la cámara. Creo que estamos cómodos los dos con el tecleo, nos hemos visto en las teleconferencias de trabajo, pero es distinto y me gusta...
He cenado en compañía de doña birra, aunque al final se unieron sus hermanas y tras los postres eran cinco las doñas, pero sin negar las bondades de las doñas, el tecleo me ha animado, pero me engaño y las he bebido con la esperanza vana de toda esperanza ahogada en alcohol para que me hiciera dormir por una noche sin bucles ni pájaras mentales, sobre todo tras ver en las noticias que hay brotes en distintas partes de la Unión Europea...
Pero me cuesta dormir, me cuesta tanto que pagaría lo que fuera por dormir como un tronco...
Pero no soy capaz una noche más.


Viernes 19 de junio
Me levanto animado y levanto la persiana pensando que es el último viernes en estado de alarma, el último fin de semana de un largo fin de semana que ha durado meses...
Hoy es el aniversario de la ascensión al trono de Felipe VI con el que he crecido de alguna manera. No tiene un reinado próspero como fue el de su padre, ahora más ciudadano que soberano y expuesto a la fiscalización de sus actos si ha lugar. No comparto el discurso republicano que quiere recuperar lo que se perdió en la Guerra Civil en una España tan diferente a la actual...
Ansío el lunes, quiero despertar y abrirlos como si no hubiera pasado lo que pasó pero los más de treinta mil muertos borra el pensamiento interrumpido por la imagen del noticiero donde se muestran escenas de las jornadas de lucha con más de ochocientos muertos diarios. No me quiero obsesionar pero es ese maldito pensamiento en bucle que machaconamente me taladra el pensamiento...
Me acuesto, me cobijo bien, busco la postura tan esquiva todas las noches y cierro los ojos...
Los abro de súbito, pero sigue vigente el estado de alarma, no es lunes todavía.


Sábado 20 de junio
Última mañana de sábado en estado de alarma, último sábado de guerra aunque hace tres semanas que ya no nos sentimos en la misma y por alguna razón siento un escalofrío...
En esta guerra no llevamos cascos de combate, llevamos mascarillas durante el tiempo que dure la nueva normalidad, pero la nueva normalidad no será la guerra y supongo que deberé de acabar el diario que no sé muy bien porqué empecé. Quizás porque el confinamiento me pilló a solas, alejado de calor humano familiar, de pareja o de amistad, sólo con mis desconocidos vecinos, tan cercano el recuerdo de todo y a la vez tan lejano...
El señor Trump considera sacrificable toda persona que no le vote y apoye, que triste ver a EEUU entrar en un encierro sobre si mismos. Espero que le derroten en las elecciones porque no está capacitado para dirigir la más poderosa democracia del mundo porque su debilitamiento es el nuestro en este comienzo de siglo...
Tercer día que hago una hora de estática, la verdad es que genial y la báscula indica más de dos kilos menos al igual que la ropa. Es increíble como he criado lorzas durante las semanas de confinamiento puro y duro. A tenor de lo que veo desfilar por la televisión no soy el único en aumentar de kilos. Es curioso que siempre quise hacer deporte pero me agobiaba el tema de salir al gimnasio, correr al parque o actividades varias, puedo hacerlo cómodamente en casa, hasta se puede teletrabajar a la vez. Hay más que no alcanzo aún a percibir pero es la primera nota positiva que saco de todo este circo a nivel personal: coger la rutina de hacer estática todos los días o al menos cuatro a la semana...
Tal vez sea el fin próximo del estado de alarma o que el ejercicio y ver nueva normalidad me haga estar más relajado esta noche, tengo sueño y creo que es la primera vez que apago la luz con verdadero sueño...
Tengo un último pensamiento de homenaje a los muertos en esta guerra que ya no vemos como tal.


Domingo 21 de junio

Alzo la persiana un primer domingo de verano. Todo está como siempre, como esta primavera extraña de pandemia mundial. Todo está como un domingo cualquiera y no otro domingo extraño...
Eramos unos y otros que nos matábamos como se mataron hace ochenta años en una ya lejana guerra porque sus muertos están debajo de los muertos en esta guerra del coronavirus, la guerra sigue en América, sigue en todas partes y sigue aquí aunque estemos desmovilizados en una reserva activa que se movilizará de nuevo. Ciudadanos soldados en una guerra extraña con más de treinta mil compatriotas caídos en combate, con nuestras y nuestros veteranos de primera línea recuperándose de las secuelas psíquicas, la clase política enzarzada en discutir culpabilidades dando la impresión de que no se ocupan de la reconstrucción y de prepararse para la segunda ofensiva si se llega a producir...
Voces aún en voz baja, o al menos las escuchamos lejanas ocupados como estamos en recuperar nuestras vidas, auguran una ofensiva de rebrotes masivos que obliguen a otro estado de alarma, a parar la economía, al encierro. La masa debemos confiar en nuestras autoridades, en nosotros mismos como sociedad y como nación, cierto que plagada de pequeñas naciones que comienzan en el felpudo de las entradas de las casas, pero una vez más nos hemos forjado como nación de naciones entre naciones. Nos hemos sacudido los complejos y nos hemos enfrentado en combate, cada uno y cada una en su puesto, tratando de que la infancia y adolescencia lo pasaran lo mejor posible, horrorizados de las muertes entre nuestros ancianos y sus deplorables condiciones a la hora de morir en residencias. Ya no hay territorios que puedan reclamar su superioridad sobre el resto en base a conceptos y circunstancias de la Guerra Civil, esta guerra biológica sin los estragos de destrucción de una guerra entre humanos nos ha recordado nuestra unión y nos ha hermanado como sociedad donde ya no hay azules o rojos, sólo los muertos y sólo nosotros los supervivientes, pero todos victoriosos...
Dentro de los malo siempre hay algo bueno y he asistido a la implantación del teletrabajo, incluso he conocido a Pétalo que me gusta como chatea y le gusta como chateo. Pero algo de mí, creo que algo de todos nosotros, ha muerto en la guerra: el sueño de que éramos los reyes del mambo y el planeta nuestro reino, la cura de humildad de tener que estar encerrados con nosotros mismos y con otros, la añoranza de lo que siempre dimos por sentado y alcanzar la consciencia de nuestra debilidad en todos los ámbitos pese a que creamos dominar el mundo. Tal vez hemos hecho un mundo a nuestra medida y ahora el mundo no devuelve a nuestra talla biológica, no lo sé...
Pero sí sé que esto no es el jodido apocalipsis ni el primer paso para la implantación del reino de Satanás implantando micro chips. No sólo no tenemos nada en el cuerpo, lo llevamos encima en forma de móvil y además pagamos por ello, pero ya sucedía antes de esta guerra...
Por alguna razón me siento como cuando niño ansiaba que llegaran las vacaciones, esa sensación extraña de que siendo el día esperado no es como esperaba porque no era el mismo niño que empezó el curso. Esta nueva normalidad que ya nos empapa es para mí un sucedáneo, trato de no pensarlo, juro que lo intento pero la veo como un sucedáneo que no se sabe lo que durará...
Supongo que un lector del futuro de nuestro pasado podrá decirnos si supimos trabajar nuestro presente construyendo un mañana que nos deparé estar mejor preparados a todos los niveles y estamentos para afrontar una agresión y una guerra como la del coronavirus...
Cierro el diario pero con la extraña impresión de que volveré a tener que abrirlo y deseo con todas mis fuerzas que no sea así...
Me acuesto, doy una vuelta por los canales, apago la tele y pongo la radio pero ni la escucho ni me incita a dormir así que la apago y me concentro en el ruido que llega por la ventana abierta, el camión de la basura, una moto lejana, un coche en la lejanía entre edificios que encierran vidas, sueños y pesadillas pero yo no logro conciliar el sueño como antes de la guerra y trato de saber el motivo si es que hay un motivo...
Lo hay, es miedo.

                                                              ¿FIN?
 
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton  Jr. IV

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