Viaje al hospital en la
nueva normalidad
Se
despierta el viajero, le despierta su fiel despertador a codazos
sonoros, tan expectante como cuando se acostó y se prepara un café
mientras otea un amanecer nublado y fresco...
La
expectación del viajero es por partida doble: acompañar a un
familiar a una prueba y, la segunda, el viaje al hospital,
establecimiento sanitario que nunca fascina al viajero como destino
de uno de sus viajes, pero siente cierto inconfesable morbo por
viajar al hospital en la nueva normalidad. Sabedor el viajero del
morbo, oculto y pecaminoso que le produce el viaje, termina por
animarle y apurar el café con optimismo...Llega el viajero a la entrada del hospital, el familiar ya le espera en la sala de ídem que presenta un aspecto algo sobrecogedor. Es un día festivo de semana pero, supone el viajero, tratan de aligerar las listas de espera que se han hecho esperar más con el confinamiento domiciliario, la pandemia y el parón en las actividades que no fueran imprescindibles. Por eso no hay nadie salvo su familiar y las sillas de la sala de espera están ocupadas cada tres asientos en dos de los mismos por bandas rojas y blancas que escupen al viajero que el destino de su viaje también se ve alterado por la situación sanitaria...
Al entrar un sanitario toma la temperatura al viajero con un termómetro de pistola, como los que el viajero veía en febrero por la tele en China que estaba tan lejos como lejano queda el mes de febrero. Escupimos tanto para arriba, medita el viajero mientras le deja pasar el sanitario y se frota con desinfectante las manos, que ahora nos cae un chaparrón. El viajero acompaña al familiar por el pasillo donde el puesto vacío del cuponero, la barrera que impide el paso a la cafetería y un kiosko mortecino sin clientes, todo ello le crea al viajero una atmósfera irreal, casi onírica pero que es pesadilla, esas escenas tantas veces vistas por el viajero de películas o series que trataban de reflejar lo que sería el caos. No hay zombis, no hay soldados ni hay destrozos, es peor, sólo hay silencio y salas vacías, ascensores que suben y bajan, algún miembro del personal, pero sobre todo el silencio del vacío...
La prueba dura poco, el suficiente para que el viajero trate de llegar a la cafetería para tomar un café y que un amable celador le indicara que si quería el viajero un café, lo mejor era acercarse al tanatorio y tomarlo allí, una cruel ironía casi macabra en plena pandemia, piensa el viajero...
El viajero ayuda a su familiar a subir al coche y echa un furtivo vistazo a la entrada del hospital, quiere captar la imagen porque sabe el viajero que cuando todo esto termine, serán recuerdos que contará, con la calma que da vislumbrar el fin del camino, cuando fue al hospital en la nueva normalidad...
Arranca el coche y se va el viajero...
Pero ése, ya es otro viaje.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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