The Adversiter
Chronicle
Libro: España
1808-1996, El desafío de la Modernidad
Autor:
Juan Pablo Fusi y Jordi
Palafox Editorial: Espasa Calpe, S. A.
Edición: 1997
Repaso a la entrada de España en la modernidad, ese
periodo que se dio en toda Europa tras las guerras napoleónicas y su
legado de formas de gobierno basadas en la república o en las
monarquías constitucionales.
Parten los autores de la premisa de que España sí se
incorporó a la modernidad, pese a la leyenda de que era un país
atrasado respecto a sus vecinos, pero con unas dificultades propias
que marcaron un ritmo lento de reformas pero sí que se dieron los
pasos a lo largo de este periodo histórico para llegar al país
moderno e integrado en la UE así como con proyección mundial a
nivel cultural y socio económico sin olvidar un Ejército moderno
que ha dejado atrás su tradicional papel de árbitro, también de
impulsor en ocasiones de reformas, e interviene en misiones
internacionales integrado en la OTAN.
Desde una restauración de una monarquía absoluta, sin
las ventajas comerciales e industriales de sus vecinos y con
sangrantes guerras civiles culminando en la Guerra Civil de 1936-1939
pasando por periodos de autarquía, asistimos con profusión de datos
y cuadros estadísticos que lejos de resultar farragosos enriquecen
el interés del lector, a la articulación lenta y en ocasiones
torpe, de un moderno Estado que siempre tuvo difícil tanto el
incorporarse a la revolución industrial como a la política y
social: sirva de ejemplo que hasta 1874 España no pudo incorporarse
y reglamentarse en el mercantilismo que Europa ya desarrollaba al
rebufo de Inglaterra y su revolución industrial con un imperio de
ultramar ya en decadencia que culminaría la misma en 1898.
Jordi Palafox Gamir, Valencia 1952, es catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Valencia y profesor investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas.
Juan
Pablo Fusi Aizpúrua, San Sebastián 1945, es catedrático de
Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid.
Miembro hasta 1980 del Centro de Estudios Ibéricos creado en Oxford
en 1970 en torno a Raymond Carr, fue luego profesor en las
universidades de Cantabria y del País Vasco, secretario de redacción
de Revista de Occidente
y director de la Biblioteca Nacional entre 1986 y 1990.
Datos como siempre de la contraportada y de 1997 fecha
de la edición del libro. Y sin más, unas breves pinceladas que os
inciten a su lectura:
Guerra al invasor napoleónico...
En
efecto, ya la primera etapa de la revolución española, 1808-1814,
supuso en realidad el solapamiento de varios y contradictorios
procesos. El levantamiento de mayo de 1808 fue, al tiempo, un
levantamiento anti francés y una prolongación de la rebelión
antigodoyista de marzo. Fue, en parte, un levantamiento espontáneo,
y en parte un levantamiento inducido por agentes británicos. La
guerra de 1808-1813 fue una guerra nacional y popular. Pero fue una
guerra librada no por ideales y aspiraciones revolucionarias, sino en
nombre de conceptos tradicionales como monarquía y religión. Fue
una guerra española, de ' independencia' , pero fue también un
conflicto internacional, la guerra 'peninsular', en cuya dirección y
desenlace el papel británico fue capital.”“
Ejército motor del cambio político...
“El
Ejército, en suma, y no la mecánica electoral y parlamentaria, se
constituyó en el elemento esencial del cambio político. Pero con
características que conviene no desconocer. El Ejército y los
militares actuaron vinculados a los partidos políticos e incluso a
instancias de éstos, y lo hicieron desde concepciones no
militaristas de la política. Ninguno de los pronunciamientos de la
era isabelina desembocó en un régimen militar. Incluso en alguna
ocasión, serían los propios generales quienes impedirían la
dictadura (como sucedió, por ejemplo, en 1852, con Bravo Murillo).
En cualquier caso, Espartero se alineó con el progresismo; Narváez,
con el moderantismo. O´Donnell buscó una tercera vía. Prim fue
siempre liberal y progresista: la revolución de 1868 que él
acaudilló implantó una monarquía no ya sólo constitucional, sino,
además, democrática.”
Dinamismo económico...
El
gobierno O´Donnell capitalizó indudablemente la prosperidad del
país. Pero también contribuyó a impulsarla. Primero, relanzó la
desamortización, restableciendo la ley Madoz de 1855 y negociando
con la Santa Sede en 1859 un convenio sobre la desamortización
eclesiástica que, entre otras cosas, permitía que determinados
bienes de la Iglesia pasaran al Estado (y que éste pudiera
venderlos) a cambio de títulos de la deuda. Segundo, liberalizó el
mercado de la propiedad (ley Hipotecaria de 1858) y el sector minero
(ley de Minas de 1859). Tercero, impulsó las obras públicas,
asignando en el presupuesto extraordinario para 1859 varios miles de
millones de reales al Ministerio de Fomento para la construcción de
carreteras, fomento de las Marinas mercante y de guerra, mejora de
instalaciones portuarias y extensión del telégrafo y correos. El
kilometraje de carreteras de primer orden en explotación pasó de
6.687 en 1855 a 9.897 en 1863. Entre 1858 y 1863 se construyeron un
total de 2.812 kilómetros de vías férreas. Los kilómetros de
telégrafo en explotación aumentaron de 6.330 en 1858 a 10.001 en
1863.”“
El golpe militar de 1923...
El
pronunciamiento de 1923 fue, evidentemente, resultado de la crisis
política que el país vivía desde más o menos 1913. Pero el
detonante fue la crisis abierta por el desastre militar sufrido por
el Ejército español en Marruecos en julio de 1921, cuando un ataque
sobre la posición del Annual de las tropas rebeldes de Abd el-Krim
(1882-1963) -líder nacionalista que operaba en las montañas del
Rif, cuya guerra de resistencia contra la presencia colonial española
y francesa había escalado considerablemente desde 1919- provocó la
retirada de las tropas españolas (mandadas por el general
Silvestre), la muerte de unos 9.000 soldados y la caída de las
principales posiciones y de unos 5.000 kilómetros cuadrados de la
zona de la Comandancia de Melilla. Dada la magnitud del desastre,
Annual planteó, de una parte, la exigencia inmediata de
responsabilidades (a los militares, desde luego; al gobierno; y según
la oposición socialista, al mismo Rey), y reabrió, de otra, la
cuestión del sentido y alcance de la acción española en Marruecos.
Ambos puntos era, por definición, extraordinariamente sensibles.
Para el Ejército, Marruecos fue la oportunidad de restaurar el prestigio perdido en Cuba en 1898. Marruecos creó una nueva mentalidad militar -particularmente, entre las jóvenes generaciones de oficiales que allí sirvieron (Millán Astray, Goded, Mola, Franco, Orgaz, Varela, etc.)-, una mentalidad militarista, que veía la vida militar y el patriotismo como formas superiores de vida -honor, servicio a la patria, lealtad, valor-, y en el Ejército de África era, así, particularmente susceptible ante toda crítica a la acción española en Marruecos, desconfiaba de todo intento de subordinar la acción militar a una posible acción civil de protectorado, y veía en la crisis política del país y en los conflictos sociales y civiles -sobre todo, en los nacionalismos regionales- un principio de debilitación nacional y, por tanto, una amenaza a la misión misma del Ejército.”
Autarquía en la España del Generalísimo...
“Los
países aliados desplegaron desde 1939 una intensa actividad para
favorecer el restablecimiento de un régimen democrático en España.
El progresivo aumento de la tensión con la URSS alteró la
situación, incluso antes de junio de 1948, cuando se
completó el
bloqueo soviético de Berlín. Si a fines de 1946, tras una dura
declaración conjunta, la práctica totalidad de los países habían
retirado sus embajadores en Madrid para obligar a Franco a
democratizar el régimen, en octubre de 1947 un informe del Policy
Planning Staff al secretario de Estado de Estados Unidos puso
seriamente en duda la eficacia, incluso la conveniencia para los
intereses de Estados Unidos, de la política seguida hasta entonces.
Ésta, según el informe, <<1) ha reforzado al régimen
franquista; 2) ha impedido la recuperación económica de España; y
3)ha actuado en contra del mantenimiento de una atmósfera amistosa
en España en caso de un conflicto internacional>>. Ante ello,
finalizaba recomendando la `normalización de las relaciones tanto
políticas como económicas>>”
España, nación entre naciones...
“Pero
el giro verdaderamente histórico de la acción exterior española
tuvo otros dos pilares. El 12 de junio de 1985, España firmó el
tratado de integración en la Comunidad Europea (con efecto desde el
1 de enero de 1986). El 12 de marzo de 1986, el gobierno logró que
se aprobara en referéndum (con un 52,49 por 100 de votos favorables)
la
permanencia en la OTAN. En el primer caso, integración en Europa,
la decisión fue, simplemente, la culminación de un proceso `natural´que
se había iniciado en 1977-1979. En el caso de la OTAN, el ingreso
exigió una rectificación radical del propio partido del gobierno:
una de las promesas electorales del PSOE en 1982, expresión de sus
prejuicios ideológicos y de su desconocimiento de la política
internacional, había sido precisamente <<OTAN, de entrada,
no>>. La importancia de ambas decisiones -Europa, OTAN- estaba
en que España se definía, al fin, como un país occidental y
europeo y en que, al hacerlo, recobraba el papel internacional que
mejor parecía adecuarse con su historia, con su posición
geográfica, con su significación cultural.”
Libro en definitiva para conocer el tránsito histórico
de España desde 1808 y que pone de relieve las peculiaridades que se
tuvieron que afrontar y superar para llegar al actual Estado con
reinado de la democracia pese a que algunos y el Papa sigan
obstinados en ver dos Españas dónde sólo hay una producto de
ambas. Pero la Guerra Civil fue el choque final de conflictos
interiores y anteriores mas encima la primera batalla de la guerra
mundial contra el fascismo...
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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