Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
-Recuerdos
a partir de expedientes de la policía secreta-
Autor:
Vesko Branev
Editorial:
Galaxia Gutenberg
Traducción:
Naomí Sobregués Arias
Edición:
2009
La propuesta de hoy es un viaje a la vida dentro del
totalitarismo, comunista en este caso. El país no podía ser ninguno
más satélite de la URSS que Bulgaria, país que durante la Guerra
Fría estaba completamente dominado desde Moscú. No se trata el
protagonista del típico disidente del sistema comunista que hace
campañas clandestinas y pasado de tapadillo sus escritos a este lado
del muro, es un ciudadano que decide no ser miembro con carnet del
partido y que ya desde joven sintió los brazos del totalitarismo
para atraerle, sí pertenece a la casta intelectual y sus negativas a
formar parte del sistema de control de la población y negarse a ser
miembro del partido hizo que las autoridades le sometieran durante
toda su vida adulta a vigilancia. El libro relata cómo vivió el
autor sin saber que era vigilado y cuando toma consciencia es cuando
empieza a observar que cualquiera de su entorno familiar, laboral y
social puede ser un chivato de los servicios de seguridad. Comparte
con el lector lo absurdo e inútil de la cantidad de recursos que el
sistema comunista búlgaro dedica a sus servicios de seguridad, no a
prevenir que entren agentes de una potencia extranjera a Bulgaria,
sino a evitar que la ciudadanía búlgara se fuera al extranjero,
donde cualquier viaje al mundo comunista era vigilado movilizando los
recursos de seguimiento de los servicios de seguridad del país
visitado. Pero también la rebeldía del autor, la capacidad de
engañar a quienes le siguen demostrando que no es parte del
monolítico sistema basado en el miedo del ciudadano al Partido...
Vesko Branev nació en Sofía, en 1932, (y falleció en
Quebec en 2014). Vivió en Sofía hasta la caída del telón de acero
en 1988, salvo un viaje de estudios a Alemania Federal que realizó
en su juventud y que acabó con una breve visita a una cárcel de la
RDA, acusado de intentar escapar a la zona occidental. Tras ser
repatriado a su país de origen, intentó, intentó labrarse una
carrera como escritor, periodista y cineasta, siempre bajo el férreo
control del Estado totalitario búlgaro. Finalmente consiguió
emigrar a Canadá, y más tarde pudo acceder, gracias a la
desclasificación de la documentación del periodo comunista, al
voluminoso dossier – más de ochocientas páginas de
informes- que confirmaba sus sospechas respecto a la estrecha
vigilancia a la que fue sometido por los órganos de la policía
búlgara durante el periodo que va de 1958 a 1974, cuando fue
considerado un elemento potencialmente peligroso. El hallazgo de
aquella `biografía no solicitada´ fue el detonante que le movió a
escribir El hombre vigilado, donde narra sus vivencias de esos
años.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año
de edición y en Internet podéis encontrar más información acerca
del autor. Y sin más preámbulos, unas breves reseñas que os
inciten a su apasionante lectura:
Un joven estudiante búlgaro en la RDA por viaje de
estudios...
"Una
mañana, muy temprano, la propietaria de la buhardilla en la que vivo
llama a la puerta y me dice que un hombre pregunta por mí. Salgo en
pijama. El hombre parece salido de una película de cine negro: bien
plantado, sombrero de ala ancha sobre un rostro alargado y abrigo de
cuero negro. Me muestra un carné de policía y me ruega que me vista
y lo acompañe. Me pregunto qué quieren de mí sin preocuparme
demasiado. Al rato circulamos en un coche negro. Nos detenemos en la
Karl Marx Allee, la antigua Stalin Alle. El hombre entra en una
cabina telefónica y hace una llamada, luego sale y vuelve a
colocarse a mi lado. Cinco o seis minutos después se detiene otro
coche, del que desciende un hombre bajito con la cara llena de
cicatrices. Se dirige a mí en ruso. Las frases que llegan a mis
oídos me parecen desagradables: `Sabemos perfectamente quién es
usted... Puede sernos útil... Le espera una vida interesante e
incluso gloriosa´. Evidentemente, si me niego, mi vida nada tendrá
de gloriosa y quizá puede llegar a ser de lo más miserable. Me da
tres días para que lo piense y me estrecha la mano con fuerza, con
una cordialidad típicamente eslava. Luego los dos hombres suben al
coche y se marchan. Deambulo largo rato por las calles con la
sensación de que un capítulo de mi vida acaba de concluir, sin ser
consciente de que en realidad mi vida había dado ya un vuelco. Sabía
que bajo ningún concepto aceptaría esa amenazadora oferta, pero
cabía la posibilidad de que me enviaran de vuelta a Bulgaria, o,
todavía peor, de que desapareciera por una larga temporada, incluso
para siempre, en la inmensa Rusia."
Detenido por la Stasi en 1958...
"El
responsable de la instrucción, ese tal Kelner, un hombre bajito de
rostro inmóvil e inexpresivo, quería a toda costa mostrar que lo
único que sentía por mí era desprecio. Pero yo me tragaba mi
orgullo y me instalaba en ese clima de desprecio, que prefería a la
grosería y a la arrogancia que suelen caracterizar a esos órganos
de poder. Arrastraba encantado mis zapatillas amarillas hasta la
oficina de instrucción dos veces al día, ya que sin las
conversaciones con Kelner los días me parecían terriblemente
largos. Durante esos interrogatorios confesaba algunos hechos y
silenciaba otros, como por ejemplo la dirección de las personas
mencionadas. En general estaban al corriente de todo aquello sobre lo
que me interrogaban, y por mi parte no tenía gran cosa que esconder.
Lo que me parecía extraño era que el responsable de la instrucción
se negara a escuchar y consignar los motivos de mi huida, vinculados
con los servicios secretos soviéticos o alemanes. `Venga ya, amigo
mío, ¿qué me estás contando?´, me interrumpía, y luego pasaba a
otro tema con evidente aburrimiento."
Ser periodista en la Bulgaria comunista...
"La
jornada laboral en el periódico era de siete de la mañana a una del
mediodía, y a mí me iba muy bien, porque, como mi pasión por
escribir era cada vez mayor, podía dedicar las tardes a mi trabajo
personal. Así pues, mi vida transcurría con cierto orden
establecido: por las mañanas trabajaba como periodista, por las
tardes me metía en la piel del escritor, y las noches quedaban
reservadas para los amigos, es decir, para la diversión. Había
firmado una especie de pacto con el mundo que me rodeaba.
Transcurrido un tiempo, mi actividad de escritor volvió a despertar
la inagotable curiosidad de la Seguridad del Estado. ¿Qué escribía?
Relatos que presentaban en redacciones de periódicos y revistas, y
que algunas veces aparecían en sus páginas. Estas publicaciones me
proporcionaron cierta popularidad, no tanto en medios profesionales
como entre todos aquellos chicos y chicas que soñaban con escapar de
aquella vida mediocre e insulsa y que aplaudían las tentativas
literarias y artísticas de jóvenes audaces como yo."
Vigilado por quien menos se espera...
"Como
he comentado, los informes operativos ofrecían características
propias de las obras literarias. Aunque la función primera de esos
informes era reflejar la realidad, también muestran, como la
literatura, la personalidad del autor. Desde este punto de vista, las
denuncias del agente `Velinov´ muestran a un hombre cultivado,
preciso, muy equilibrado, sin dudas puntuales e incluso pedante, lo
que coincide perfectamente con mi compañero de clase. Respecto del
objetivo que vigila, no tiene piedad y no omite ningún detalle, como
habría debido hacer ante su confesor, al que en este caso sustituye
el oficial que lleva el caso. Mis sentimientos hacia ese compañero
del colegio, uno de los principales responsables de todo lo que
sucedería en adelante, están divididos. No puedo pasar por alto la
difícil situación en la que vivía su familia, pero eso en absoluto
elimina una cuestión fundamental: ¿se sentía humillado por la
villanía que cometía, o había aceptado con filosofía que la vida
en este mundo sólo podía ser pecadora? No tengo ninguna razón para
creer que en algún momento llegara a sentirse culpable. Cada vez que
me encontré con él posteriormente, siempre mantuvo la cordialidad,
tanto conmigo como con Tzvetan Marangozov, que había sido su
objetivo principal de vigilancia. Así es como, gracias a los agentes
`Velinov´y `Tchavdarov´, surgió la leyenda del valeroso Branev
dispuesto a derribar el socialismo con la ayuda de los franceses."
Funeral de una creyente en un régimen totalitario...
"Como
ya he tenido ocasión de comentar, el régimen totalitario había
creado normas de comportamiento obligatorias que jamás tenían en
cuenta la diversidad humana, algo así como una confección que sólo
ofreciera una talla. Pero la imaginación del hombre siempre
encuentra una solución. Entre mis relaciones había un fantástico
bibliotecario, más conocido en la capital como especialista en
entierros. Enseguida lo llamé para pedirle consejo, y he aquí lo
que me contestó con voz lenta y articulada, como un maestro
dirigiéndose a su aprendiz:
-Tu
mujer era actriz, es decir, un personaje público, de modo que no
puede tener un entierro religioso aunque fuera creyente. Así que,
para empezar, que un pequeño grupo de familiares vaya a la iglesia a
la que le gustaba ir y pida al cura que lleve a cabo el ritual
funerario llamado `en ausencia del cuerpo´. Repito: `en ausencia del
cuerpo´. En caso de que nunca lo haya hecho, será su oportunidad de
hacerlo pro primera vez. Es lo que suele hacerse desde el socialismo,
y se hace con un retrato del difunto que llevaréis vosotros. Al día
siguiente, durante el entierro, ponéis tranquilamente en la tumba la
pirámide roja con la estrella del partido que os darán los
enterradores. Esa misma noche -pero sólo por la noche- vas al
cementerio y clavas en el lugar de la pirámide una cruz de madera
que habrás encargado en una tienda eclesiástica. Y recuerda tirar
por ahí la pirámide, pero no olvides borrar el nombre de la muerta
con un cuchillo, porque de lo contrario puedes tener problemas. ¿Está
claro?
-Sí.
Fue
lo que hice, e incluso mandé inscribir un epitafio en nombre del
teatro, porque sus colegas habían olvidado hacerlo. Y así fue como
Yana se marchó de mi vida y de este mundo."
Breves pinceladas de un libro casi imprescindible ahora
que el totalitarismo vuelve a intentar el asalto al poder tanto a
diestra como a siniestra del espectro político en el mundo
democrático y recomendable a las generaciones digitales que
encuentran en el fascismo y el comunismo una opción, desconocedores
de lo que son ambos sistemas que es uno solo: el régimen totalitario
donde la persona está al servicio del Estado y si no, es un enemigo
del Estado. Leer las peripecias de los investigadores en sus informes
y descubrir que los informantes podía ser cualquier conocido,
resulta hoy algo cómico, casi hasta chusco, pero el acierto del
autor es que sabe transmitir la opresión cotidiana del Estado en
todos los aspectos de la vida y hasta de la muerte. Lectura ideal
para puentes festivos, mesita de noche y estancias hospitalarias que
no dejará indiferente al lector a medida que descubrimos que el
Estado totalitario siempre nos está vigilando por medio de quien
menos podamos imaginar...
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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