Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
Jesús Ávila Granados
Editorial:
Ediciones Robinbook, S. L.
Edición:
2001
La propuesta de hoy es una deliciosa lectura ideal para
periodo estival donde el autor nos lleva a los protagonistas de la
Historia de España que se quedan fuera de la historia oficial por
distintos motivos y razones. Abarca desde las huellas de Aníbal en
Hispania hasta le reforma agraria llevada a cabo en la II República
pasando por el mito de Santiago Matamoros o la figura del bandolero
El Tempranillo sin olvidar deliciosas historias del ilustrado
Jovellanos o el genio artístico de Goya. Un estilo ágil y ameno,
casi de tertulia radiofónica que permite apreciar lo que se narra
dejando con ganas de saber más...
Jesús Ávila Granados (Granada, 1950), periodista y
escritor de profesión, es autor de una treintena de libros. Autor
ampliamente galardonado, el Consejo de Europa le condecoró en dos
ocasiones (1983 y 1984) como mejor periodista europeo. Jesús Ávila
es, en nuestros días, uno de los escritores de ensayo con más
proyección en España, además de conferenciante de temas culturales
y viajero especializado en los senderos de la historia no oficial.
Desde 1997 coordina una sección fija mensualmente en la revista
Offarm, titulada `Rutas de la España mágica´.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año
de edición aunque en Internet podéis encontrar más información
sobre el autor, y sin más rollos unas breves reseñas que os inciten
a su apasionante lectura:
Prisciliano, el mártir rechazado por la Iglesia...
"Prisciliano,
también filósofo, astrónomo, mujeriego, triunfador, era el mejor
alumno de Elpìdio, y, al mismo tiempo, su predilecto; ambos, con
Eucrocia y otros amigos fundaron una comunidad de pensadores en una
explotación rural de las afueras de Burdeos. Entre las actividades
de sus miembros, caracterizados por su túnica blanca, estaba la
recogida de piedras sagradas en las entrañas de las cuevas
prehistóricas de Aquitania, para convertirlas en mágicas abraxas
(talismanes) de la buena suerte y amuletos aojadores; también
escogían hierbas silvestres próximas a las orillas de los ríos,
para hacer toda clase de infusiones y pócimas curativas; todo ello,
a la luz de la luna, porque eran amantes de la noche, valiéndose de
la oscuridad para incrementar la luminaria del fuego y los vestidos,
además de adorar la fuerza cósmica del plenilunio, tal como hacían
los antiguos celtas, mientras desarrollaban diferentes rituales
satánicos, con la excusa de poner los conocimientos al servicio de
la madre naturaleza, y alcanzar una mejor comprensión de los
secretos del ser humano. Pero el recelo de los poderes
institucionales, especialmente los de la Iglesia, dio lugar a una
inmediata denuncia. Los cargos: oficiantes de misas negras, ruidosas y
desenfrenadas orgías, abortos, blasfemias... resultado de las
envidias provocó el cese de Elpidio de su cátedra de Universidad,
mientras que la totalidad de los alumnos se vieron forzados a un
destierro, que, de manos de Prisciliano, les llevaría a la céltica Galicia, tierra de brujos y magia donde las haya. Cuando Prisciliano
regresa a su Galicia natal, era ya otra persona; mucho más firme en
sus concepciones filosóficas, duro, parco y abierto reformador de
una Iglesia como la católica que, ya en el ocaso del imperio Romano,
pedía a gritos un cambio profundo de sus cimientos."
Carlos, el desdichado príncipe de Viana...
"Prisionero
de su padre y desheredado, Carlos de Viana, sufrió toda clase de
vejaciones; además, su madrastra, Juana Enríquez -elevada a la
categoría de lugarteniente general de Cataluña (1461-1468), por su
esposo Juan II de Aragón, hija del poderoso almirante de Castilla,
mujer altanera, autoritaria, enérgica, malévola sin escrúpulos,
también increpó a su esposo para que humillara aún más a Carlos,
porque ella quería la corona para su hijo Fernando. En 1461, tras
sobrecogedoras sesiones de tortura en las mazmorras del castillo de
Miravit, donde estuvo encerrado hasta el 22 de junio, Carlos fue
nombrado por su padre -obligado por la presión de los nobles y
conselleres catalanes- como hijo lugarteniente en Cataluña, tas la
concordia de Villafranca (1461), que ponía fin al conflicto. Pero la
frágil salud del príncipe de Viana no pudo resistir el maremoto de
intrigas y convulsiones que se respiraba en Cataluña, con la
nobleza soliviantada y el pueblo levantado en armas; murió casi
repentinamente, a la edad de cuarenta años, por causas aún
desconocidas. Oficialmente, el príncipe de Viana falleció de
pleuresía; sin embargo, numerosos historiadores cpinciden en afirmar
que arrastraba una tuberculosis galopante, consecuencia de las
privaciones y sufrimientos que padeció durante sus largos
cautiverios, persecuciones y huidas de batallas perdidas y también
del miedo que tenía a su propio padre. Algunos aseguran que
realmente murió envenenado, por una ponzoña administrada por orden
de su madrastra. Lo cierto es que los últimos años de su vida
transcurrieron envueltos en una pesadilla, el temor a ser envenenado,
lo convirtió en un paranoico espantadizo; incluso, se dice que en
una ocasión su hermanastro Fernando -futuro Fernando II el Católico-
se ofreció a hacer la salva porque Carlos se negaba a ingerir
alimentos, por miedo a ser envenenado. Algunas crónicas sentencian,
además, que fue un alquimista judío que habitaba en una casa del
barón de Aranprunyá -cuya fortaleza aún se conserva entre Gavá y
Begues (Barcelona)- quien elaboró la ponzoña que luego entregó a
la reina Juana Enríquez, a través del citado barón, por encargo de
ésta. Aquel brebaje mortal, lento pero letal, y sin posible
antídoto, costó la suma de 3.000 onzas de oro."
Fin de la Inquisición en España...
"Dos
décadas después, exactamente el 1 de julio de 1835 las Juntas de
fe, ese sucedáneo inquisitorial surgido de la rabia enfrentado a los
postulados monárquicos y pontificios fueron cesadas oficialmente por
hacer uso de los procedimientos inquisitoriales. Y catorce días
después, durante la regencia de María Cristina de Borbón, y siendo
presidente del consejo de ministros el granadino Francisco Martínez
de la Rosa, es abolida en España definitivamente la Inquisición,
con los sangrientos enfrentamientos de la Primera Guerra Carlista
como telón de fondo. Seis a´ños después de que el pontífice Pío
VIII, el 5 de octubre de 1829, escribiera un `Breve´, por el cual se
liquidaba desde la Ciudad eterna oficialmente erl tribunal de la
Inquisición, aunque sin nombrarlo directamente. El clero español
tuvo que acatarlo, a regañadientes, sometiéndose a los designios
del Papa. Pero no fue hasta mediados del siglo XIX, exactamente en
1860, cuando la distinción oficial entre cristianos viejos y nuevos
terminara de abolirse realmente de nuestro país; con ello,
desapareció, por fin, el certificado de `limpieza de sangre´ que,
hasta entonces, debía presentarse a la hora de ingresar en la
carrera militar."
Mariana de Pineda, mártir del liberalismo...
"Los
valores de Mariana en cuanto a cultura, sensibilidad y ascendencia,
propiciaron que la joven fuese invitada a las tertulias de las
familias de mayor renombre de aquella Granada del primer tercio del
siglo XIX. Cerca de su domicilio, en el barrio de la Magdalena, se
hallaba el palacete de doña María Manuela Kirkpoatrick y Civegée y
don Cipriano Guzmán Palafox y Portocarrero, condes de Teba, padres
de Eugenia, nacida en 1826, futura Eugenia de Montijo, nombre que
heredó de su tío y padrino, el conde de Montijo quien en 1853 se
convertiría en emperatriz de los franceses al contraer matrimonio
con Napoleón III. Aquellas tertulias en la casa de los condes de
Teba, de las más exquisitas de la ciudad de Granada, a las que
gustaba asistir Mariana, estaban igualmente siendo muy controladas
por el servicio de espionaje oficial. Don Cipriano Guzmán, conocido
por su afrancesamiento, había sido desterrado a Santiago de
Compostela tras algunos arrestos por sus intrigas políticas, además
de habérsele sorprendido en muchas ocasiones colaborando con la
revolución y las sectas masónicas. Es preciso recordar, además,
que su hermano, Eugenio de Montijo, ocupaba el grado de segundo Gran
maestre del Grande Oriente Español, logia que, a inciativa de él
mismo, llegó a la ciudad de la Alhambra en 1814, cuando el conde
ostentaba la capitanía general del reino. En 1828 se produce un hito
que iba a marcar definitivamente la corta vida de nuestra heroína.
Entre los numerosos presos que ingresan en la cárcel de corte, hubo
dos parientes de Mariana de Pineda: don Fernando Álvarez de
Sotomayor, primo suyo de treinta y tres años, comandante de
batallón, bajo la grave acusación de haber tenido un altercado con
unos soldados realistas que llevaban a unos presos; y el presbítero
Pedro García de la Serrana, por haber dado desde el púlpito un
enfervorizado discurso a favor del sistema constitucional. Ambos
fueron recluidos en la cárcel de Granada, a la que Mariana se
acercaba a diario a visitarles, además de darles toda clase de
ayudas estableciendo un hilo conductor con los restantes presos
revolucionarios."
Pequeño botón de muestra de un libro apasionante que
deja con gana de más. Ideal para lectura playera a cobijo de una
buena sombrilla, de mesita de noche donde los calores no permiten
conciliar el sueño, guardias nocturnas y de fiestas de guardar y
para lectores y lectoras curiosos de la historia no oficial. Ya digo
que su lectura es de un tirón con datos adicionales que enriquecen
el relato y con un glosario de términos y una deliciosa cronología
de fechas malditas de la historia negra de España que abarca desde
el 1179 a. C., hasta 1993. Ideal para amantes de tertulias
radiofónicas nocturnas que tocan temas históricos.
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