CUANDO PISAMOS, SIN
QUERER, UN PIE EN CHANCLAS
Hoy
abordaré una compostura del postureo que adoptamos al menos una vez
en la vida adulta, sobre todo en fechas veraniegas donde algunas
personas gustan de calzar chanclas o sandalias con las dedas de los
pies al descubierto. Puede parecer a simple vista una cuestión
baladí de la que nunca meditamos hasta que pisamos, sin querer, las
dedas del prójimo. Es evidente que es una compostura del postureo
que se da en ambientes cerrados y de aglomeración siendo muy raro
estadísticamente que nos suceda en la calle y espacios amplios que
permiten el paso sin riesgo de pisar a nadie. Una situación típica
es que cogemos el autobús en hora punta de usuarios y nos
encontramos apelotonados, qué decir cuando hay tembién carrito de
bebé o silla de ruedas motorizada que ocupan su espacio y obligan a
comprimir al resto de viajeros. La primera compostura del postureo es
un susto, aunque pase en un segundo enseguida se nota que hemos
pisado una deda, blanda a la presión del pisar y en algunos casos
con siniestro crujido. Si hay pasaje comprimido la cosa se solventa
con una compostura del postureo de poner cara de circunstancias y
musitar con los labios que lo sentimos sin que la cosa pase a
mayores. Y aquí entra en la ecuación la variable del dueño o dueña
de la deda o dedas pisadas sin querer. Si es hombre el dueño de la
deda o dedas suele haber esa mirada y comprensión entre machos alfa
cuando hay torpeza de por medio, sin quejas o reproches, si acaso una
leve mirada haciendo fruncir las cejas. Otra cosa son las mujeres con
dependencia de su edad, una joven o adolescente no tendrá reparos en
buscar al autor y decirle que tenga cuidado, una mujer adulta ya
tiene desarrollado el instinto para evitar pisotones de torpes machos
alfa que no miran donde pisan. Otra cosa son ya las mujeres entradas
en edad y carnes, que no dudan en soltar auténticos alaridos que
llaman la atención de todo el pasaje y obliga que adoptemos una
compostura del postureo de unirse a las miradas interrogantes como
que no va con nosotros la cosa. Esta compostura del postureo de
imitar y mimetizarse con el resto viene propiciada porque
generalmente la buena señora no sabe ni atina quién es el culpable
de pisarle la deda, o las dedas, de los pies y salimos del apuro sin
más transcendencia mientras sigue la señora quejándose y dando la
turra a quien haya tenido la desgracia de estar a su vera. Pero puede
darse el caso, sobre todo si va sentada en esos asientos más bajos
destinados a personas de avanzada edad o cualquiera que necesite
sentarse en ellos por llevar escayola por ejemplo, que no tengamos posibilidad de escurrir el bulto. Esa poca altura y
la innata costumbre de fisgar en su vida particular logra que sepan
al instante quien la ha pisado. Aquí la compostura del postureo es
encomendarse al santo patrón particular porque pueden pasar dos
cosas: que suelte alaridos y nos ponga como un trapo teniendo que
adoptar una compostura del postureo de penitente apesadumbrado por el
daño que acaba de ocasionar, escuchando en silencio las diatribas de
la buena señora y viendo de reojo como el resto de viajeros nos
observan con expresiones que van de la sorpresa al choteo para sus
adentros; estas señoras aprovechan la ocasión para explayarse
contando historietas para no dormir que deberemos soportar hasta que
llega nuestra parada o bien se apea ella. La segunda es que comience
a quejarse y hablar en voz alta, sin mirarnos aunque detectamos de
inmediato que nos ha fichado; la compostura del postureo en este caso
es hacerse el ñoño pidiendo sinceras disculpas o perdones, incluso
agachando la cerviz para soplarle suavemente la deda o las dedas. Por
supuesto que nos dará la turra pero hay que ver esta compostura del
postureo como una labor social escuchando a la buena señora que nos
desgranará con todo lujo de detalles sus dolencias en la pierna que
nuestro pisotón a sus dedas contribuirá a que éstas aumenten. Se
trata en suma de una situación de composturas del postureo pasivas,
de culpabilidad y a la vez de arrepentimiento que eviten que nos
acaben dando un bofetón, paraguazo de sombrilla o nos arree con el
bolso. Aquí la mejor compostura del postureo previo es mirar donde
se pisa atentos a chanclas y sandalias que desprotegen las dedas del
prójimo y si no puede evitarse verse en aglomeraciones de espacios
cerrados con otras personas entonces estar atentos a dedas al aire.
No puedo terminar advirtiendo del riesgo de pisar dedas recién
pintadas y que jodamos el esmalte de uñas con el pisar porque habrá
que añadir a las turras tener que abonar el daño causado, aquí no
hay compostura del postureo que valga y corremos peligro en nuestra
integridad física porque la dueña de las dedas recién pintadas no
dudará en darnos una buena hostia.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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