Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
Mi primera biblioteca
pública
Aquel
verano fue especial y ha dejado un grato recuerdo en mi memoria. No
recuerdo cómo supe de que habían hecho una biblioteca pública
infantil en el Parque de Begoña; recuerdo el edificio de planta
pentagonal y, supongo ahora, era el típico quiosco de orquesta que
sin orquesta que tocara reconvirtieron a biblioteca pública infantil.
No era grande y yo era pequeño, había que subir unas escaleras y
el consabido carnet, por entonces te daban carnet para casi todo.
Tuve la dicha y buena fortuna de que en mi casa siempre me rodearon de
lectura y veía a los adultos leer, así que cuando llegó la
biblioteca pública y además infantil, no me lo pensé mucho.
Quedaba cerca de casa y salía sobre las diez de la mañana, creo
recordar que antes de esa hora no abría al público. El gran
descubrimiento fue ver que estaban las colecciones de dos tebeos, de
dos personajes de historietas que ahora llaman cómic, y nada menos
que de Las aventuras de Tintín y de Asterix y Obelix.
En mi universo infantil la cosa tenía su miga, no estaban editados
por la editorial Bruguera y el precio de aquellos tebeos,
encuadernados en tapa dura y más grandes que un tebeo normal no
estaba al alcance de mi bolsillo, eran más caros y creo recordar que
por entonces tampoco los encontrabas en el quiosco habitual junto al
resto de tebeos de los que era lector voraz. Tenía mi pequeña
liturgia cuando llegaba a la biblioteca, repasaba de nuevo las
estanterías observando la oferta de libros y tebeos disponibles.
Luego me iba a la estantería y cogía el siguiente número de Tintín
o de Asterix. Me los devoré todos y fue el empujón definitivo para
aficionarme a leer y puede que si aquel verano no hubiera descubierto
aquella biblioteca igual no me hubiera aficionado a leer más allá
de los tebeos, pero aquellas estanterías con libros que miraba
siempre al llegar despertaron
mi curiosidad lectora por Julio Verne, Salgari y compañía. La vida siguió
y no tengo recuerdos de otros veranos en la biblioteca pública
infantil en el parque que se estaba transformando como la ciudad y la
propia nación. Ahora siempre que acudo a una biblioteca pública
recuerdo aquel edificio y la magia de los libros y tebeos en las
estanterías. Y sigo disfrutando ahora como entonces recorriendo las
estanterías, mirando títulos y autores, mirando furtivamente la
sección infantil donde otros niños y niñas acuden con sus mayores
llevando en préstamo tebeos y libros infantiles. Es una de esas
cosas que te da esperanza en el futuro que ya es corto y previsible
en su meta final, pero en algún lugar del espacio-tiempo un niño
abre los ojos con ilusión cuando lee aquellos tebeos que sólo podía
leer en la biblioteca pública infantil.
Antón
Rendueles
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