Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
Cambio de colegio
Pasar
a 5º de EGB supuso todo un cambio en mi universo escolar. La
decrépita casa indiana reconvertida en colegio fue mi universo
escolar hasta ese momento, cerca de mi casa. Pero el nuevo curso
significaba un cambio de colegio donde ya se cursaba hasta finalizar
la EGB. El primer cambio es que pasé de ir andando a ir en autobús
ya que el colegio estaba en la zona rural del municipio. Fue toda una
novedad y casi una aventura. De repente los de 5º éramos los
últimos en llegar así que dentro del clasismo del autobús, sólo
podíamos ocupar los asientos que nadie quería de los otros cursos
que copaban del medio para atrás los asientos siendo los asientos
finales privilegio exclusivo de quienes iban a 8º. Había una broma
donde siempre caíamos los de 5º y que consistía en que uno de los
otros cursos se sentaba en el asiento de atrás. Las ventanillas eran
de cristales correderos y cuando uno de los de 5º apoyaba la cabeza
en el cristal, el del asiento de atrás corría de golpe la
ventanilla y provocaba susto y dolor de oreja el resto del viaje.
Quienes sufrían tal broma esperaban expectantes quién sería el
siguiente en quedar con la oreja caliente. Visto hoy suena casi
cruel, pero en aquel entonces sólo era parte de la liturgia de ir en
autobús. Afortunadamente el autor de tales bromas acabó la EGB
aquel año y la broma quedó en desuso, tal vez porque las
profesoras, señoritas se las llamaba, que iban en el autobús
pusieron coto a tal barrabasada, no recuerdo si fue porque alguien
sufrió la broma pero el cristal también le descalabró la cabeza.
Supongo que se quedó dormido con la cabeza apoyada en el crsital y
eso aumentó el daño más allá del calentón de orejas. Otra
novedad fue esperar en la parada para vover al colegio de tarde.
Había una pequeña plazuela y se jugaba con una pelota algo parecido
a un partido con equipos de tres jugadores. Había un espacio que se
convertía en campo de juego y árboles que hacían de porterías y
recuerdo a la que llamaban la loca de las palomas,
una señóra de mediana edad con pelos desordenados y acarreando
bolsas. Cuando no estaba de neura y algo desquiciada era bastante
tratable a condición de que no osáramos molestar a sus queridas
palomas a las que daba de comer formando un rebaño de palomas
picoteando del suelo. La señora, cuando estaba de buenas regalaba
poesías que ella escribía y recitaba. Todo ese conjunto de cosas
nuevas supuso un antes y un después, no traumático sino todo lo
contrario. A fin de cuentas estábamos en una isla escolar y del
patio con tendejón pasamos a espacios abiertos, con árboles y
hierba que convertían los recreos cuando no se terciaba una
pachanga o estaba el tiempo revuelto en ir a lugares donde nos
reuníamos el grupo de amigos. Mi sitio preferido era un viejo árbol
que daba sombra a un banco de piedra, aunque todo el entorno era
estupendo, pero a veces me iba al banco, unas veces solo y otras con
algún amigo de clase jugando a las cartas de bólidos con sus
características técnicas, ver jugar al brilé o planear algo para
el sábado, ya fuera una pachanga futbolera o ir al cine a ver algún
estreno del viernes. Ya iba a 5º y eso me hacía mayor aunque
siguiera siendo un niño.
Antón
Rendueles
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
theadversiterchronicle@hotmail.es
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