The Adversiter Chronicle

viernes, 10 de noviembre de 2023

"Ni a pata ni alpargata y menos a La Alcarria", suplemento viajero cutre

Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje por la joyería


El viajero entra en la joyería, un negocio que conoce desde su infancia y a un par de semáforos de su barrio de la infancia. Es un local pequeño que la distribución de un mostrador en L, vitrinas en las paredes y una iluminación que resalta los metales valiosos de los productos de joyería a la venta, logra el conjunto que transmita amplitud, pequeña, pero amplitud...
El tipo que atiende, más o menos de la misma quinta que el viajero por su aspecto, está ocupado con una venerable anciana y su joven acompañante. El viajero la conoce de sus años mozos, tiene una discapacidad psíquica que la convierte en una mente entre infantil y adolescente aunque se desenvuelve bien, el viajero ha visto a lo largo de los años como superaba su minusvalía dentro de sus posibilidades. Saluda la chica al viajero y se hacen las preguntas de rigor, le cuenta que la venerable anciana es su abuela y que cumple cien años en abril. El viajero flipa un poco porque la venerable anciana tiene una quijotera privilegiada, sus manos se desenvuelven con soltura a la hora de probar relojes, puede observar el viajero que busca algún reloj, y la conversación es fluida. Al entrar, el viajero le echó edad por el andador en que se apoya, pero sacado de la ignorancia por la chica, ésta le cuenta que está con sordera y tiene problemas de equilibrio y el viajero se pregunta dónde hay que firmar para llegar así a ser centenario...
El viajero, calmada la conversación entre viejos conocidos que se tropiezan al menos una vez al año con la chica y su casi centenaria y funcional abuela, se dedica a viajar por vitrinas y expositores. Hay de todo, colgantes, sortijas, relojes, cadenas, esclavas, figuras de vírgenes patronas y pendientes a juego con el colgante. Le llama la atención un conjunto de pendientes y colgante con esmeraldas, diminutas rodeadas de un halo de oro. De oro son dos colgantes, sin cadena, de una Virgen patrona, una más pequeña que otra, pero ambas de buen tamaño. El dorado metal brilla iluminado por la luz en el techo. El viajero no ve precios a la vista y se permite fantasear pensando en damiselas a las que regalar algo de lo expuesto...
El viajero observa la pared al fondo del mostrador donde el dependiente atiende a la casi centenaria y venerable abuela de la chica conocida del viajero. Hay un reloj de péndulo, pequeño comparado con otros. De bella factura aunque sospechosamente parecido, barrunta el viajero, a uno similar de tamaño que compró en la tienda de los chinos hace más de una década. Le gustó al viajero desde que lo vio y un buen día adquirió el objeto de deseo. La cosa fue bien unos meses, cierto que con alguna ligera anomalía como retrasar la hora o que el minutero entrara en colisión con una de las agujas horarias y se detuviera. El péndulo le dio más de algún susto y algún que otro disgusto, pero el viajero disfrutaba de su reloj de péndulo y de la liturgia de ponerlo en hora cuando le daba cuerda. Lo de dar cuerda fue bien y fue la causa del desastre final cuando una noche, antes de acostarse, se dispuso a la liturgia de dar cuerda al reloj. Es cierto que el viajero ya tuvo algún precedente de cierta dureza o resistencia del mecanismo de cuerda al girar la llave, pero aquella noche fue distinto. Las dos primeras vueltas la llave giró bien, la tercera y cuarta con la habitual resistencia y reticencia al girar, pero la sexta fue como si el reloj tuviera tos y la llave se hundió en el mecanismo como nunca había ocurrido para, finalmente en la séptima vuelta, el reloj sencillamente comenzó a emitir sospechosos ruidos y sonó a que algo se rompía en su interior...
El viajero sale de sus recuerdos relojeros cuando la chica se despide, al igual que su casi centenaria y venerable abuela que le dice que la sordera es una jodienda. El dependiente, que ha observado al viajero de reojo como miraba la mercancía expuesta, le sonríe y pregunta qué deseaba, ya dirigiéndose al mostrador que parecía del interés del viajero...

-Quería cambiar la pila del reloj- dice el viajero mientras sube la manga y procede a quitarse el CASIO barato y típico de los 80´s.

El dependiente, aprecia la perspicacia del viajero, hace una imperceptible mueca de decepción de tendero que ve esfumarse una potencial buena venta, incluso le mira de arriba abajo de forma casi imperceptible. El viajero no se inmuta, cual hidalgo en ayunas con palillo en la boca. Está orgulloso de su reloj CASIO negro típico de los 80´s. Le da la hora, en varios husos horarios; le despierta si hace falta y cronometra el tiempo que pasa si así lo desea el viajero...
El viajero se despide del tendero, no merece otro calificativo su trato a la clientela de clásicos de los 80´s de la industria relojera, baratija hoy en la muñeca, tesoro heredado de incalculable valor para futuro propietario pariente del viajero. Al menos le responde a la despedida y el viajero se asoma a la calle, hay una confitería cerca y llega un aroma que le impulsa en dirección a...
Pero ése, ya es otro viaje.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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