Son
fascinantes las épocas de campaña electoral, a veces tan
persistentes tras el escrutinio que parecen eternas...
Me
fascina por ejemplo la capacidad de prometer y asegurar lo prometido,
la mayoría de las veces olvidando las promesas incumplidas en la
anterior época de campaña electoral. Forma parte del paisaje
electoral tales promesas como la música en una verbena o el café en
una cafetera. Lo mejor de todo es que quienes prometen luego siguen
en sus puestos, puestinos y poltronas pese haber agotado su crédito
en la confianza en sus promesas...
Considero
injusto que a quienes se dedican a la política tengan siempre el
beneficio de la duda, lo acepto porque a fin de cuentas tenemos lo
que votamos, pero considero que el Juan y Juanita Manzanas de la
plebe también deberíamos ser receptores de confianza en nuestras
promesas al banco, la administración y la comunidad de vecinos, por
citar tres ejemplos ilustrativos. Mientras ellos incumplen sus
promesas y siguen medrando en lo suyo, nosotros que tenemos hechos
probados de cumplir las promesas en los pagos y en los pufos, siempre
nos deniegan lo que pedimos en condiciones favorables y resignarnos a
aceptar las perjudiciales...
Supongo
que si también votáramos a quienes nos niegan o nos exprimen todos
tendríamos beneficio de la duda y la cosa acabaría en bancarrota
porque, un ejemplo, si el director de la sucursal que nos aprueba un
pufo sabe que dando crédito a tutiplén le seguiremos votando pues
se acababa el dinero para créditos con todos empufados y el sistema
en quiebra...
Definitivamente,
la ignorancia es el mayor estado de felicidad.
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