The Adversiter Chronicle

miércoles, 8 de marzo de 2023

"Ni a pata ni alpargata y menos a La Alcarria", suplemento viajero cutre

Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje a la lavandería automática


El viajero llevaba barruntando este viaje hacía ya algún tiempo. Ha visto infinidad de veces en series y películas los locales de lavandería automática, con enormes máquinas lavadoras a monedas, sillas para sentarse y aliviar la espera charlando, conociendo a desconocidos. Durante sus viajes, ha visto el viajero como surgían lavanderías automáticas. Una cosa ajena a su cultura de tener lavadora en casa, si acaso alguna tintorería pero que no se parecía en nada a lo visto en la pequeña y en la gran pantalla. Ahora el viajero puede afirmar que hay una en cada barrio, o una para varias manzanas, ya están aquí y ya forman parte de la jungla urbana...
La escusa para el viaje es lavar un par de mantas, un juego de sábanas y un edredón. Podría hacerlo en su casa, pero el tiempo es inestable, el espacio para tender la ropa es interior y hay que sumar el gasto con los precios de la luz. Un sinfín, casi, de motivos para emprender el ansiado viaje, con remolque podría decirse ya que utiliza el carrito de la compra para transportar la colada. El trecho, cercano, hasta el local se le pasa volando al viajero, emocionado ante la aventura hacia lo desconocido, quizás conozca a una usuaria, o se hace colega de alguien...
El local ni es amplio ni es grande, es en su justa medida piensa el viajero ante el panorama de lavadoras y secadoras sencillamente gigantes. Se decide por la que indica 12 kilos de capacidad, algo mastodóntico acostumbrado el viajero a su vieja y fiel lavadora de seis kilos de capacidad pero incapaz de centrifugar más de dos y medio...
El viajero lee con avidez de neófito en estas lides lavanderas industriales las instrucciones. Tras manipular los botones varias veces logra, por fin, acertar con la temperatura. Prefiere la gran capacidad porque el viajero teme que el edredón al mojarse se hinche cual dirigible. Utiliza el viejo truco de probar si su mano extendida pasa sin problemas por la parte superior, acostumbrado a recurrir a veces al palo de la fregona para introducir la colada en su vieja y fiel lavadora, ésta industrial le permite meter la cabeza y casi le entran ganas al viajero de meterse dentro, como en una cápsula espacial. No cede a la tentadora tentación y se dispone a meter las monedas, caro no es, tampoco barato, pero a los precios de la luz sí sale rentable, medita el viajero mientras introduce las monedas...
No hay un alma ni los barullos y conversaciones que ha visto el viajero en cine y televisión. Hay una máquina de comestibles y otra de café. Una repisa con revistas del corazón, cosa que sorprende al viajero de que sigan ahí sin que nadie las birle. La espera se hace llevadera, menos de treinta minutos, leyendo los diferentes anuncios de un tablón de anuncios que no tiene ninguno...
El viajero se sobresalta cuando la lavadora automática empieza a centrifugar, vibra y se revuelve el bombo de forma ostensible y ruidosa. Afortunadamente, la cosa no se desmadró como temía el viajero, solo, sin nadie que le echara una mano...
Afronta el viajero el trasvase a la secadora confiado, ducho ya en los arcanos de la lavandería industrial aunque no se percata que ni hay que meter tantas monedas como en la lavadora ni tiene pomo de cerradura. Logra abrir la maldita portezuela de la secadora y le cuesta lograr la devolución de las monedas sobrantes, logra irritar al viajero que empieza a maldecir y gesticular, cree que nadie le ve hasta que deja de ser creyente al ver la cámara de vigilancia...
El viajero nota la colada calentita, como uno de esos bollos pasteleros de desayuno recién hechos, le gusta sentir el calor y el olor a limpio, no el añejo y rancio aroma que desprende en la ropa su vieja y fiel lavadora. Se dispone el viajero a dejar el local de lavandería automática y otea una cafetería, ha gastado menos en luz que si hubiera lavado en casa y qué mejor celebración de descubrir un nuevo destino viajero que hacer un homenaje en forma de canapé y...
Pero ése, ya es otro viaje.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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