Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje a la lavandería automática
El
viajero llevaba barruntando este viaje hacía ya algún tiempo. Ha
visto infinidad de veces en series y películas los locales de
lavandería automática, con enormes máquinas lavadoras a monedas,
sillas para sentarse y aliviar la espera charlando, conociendo a
desconocidos. Durante sus viajes, ha visto el viajero como surgían
lavanderías automáticas. Una cosa ajena a su cultura de tener
lavadora en casa, si acaso alguna tintorería pero que no se parecía
en nada a lo visto en la pequeña y en la gran pantalla. Ahora el
viajero puede afirmar que hay una en cada barrio, o una para varias
manzanas, ya están aquí y ya forman parte de la jungla urbana...
La
escusa para el viaje es lavar un par de mantas, un juego de sábanas
y un edredón. Podría hacerlo en su casa, pero el tiempo es
inestable, el espacio para tender la ropa es interior y hay que sumar
el gasto con los precios de la luz. Un sinfín, casi, de motivos para
emprender el ansiado viaje, con remolque podría decirse ya que
utiliza el carrito de la compra para transportar la colada. El
trecho, cercano, hasta el local se le pasa volando al viajero,
emocionado ante la aventura hacia lo desconocido, quizás conozca a
una usuaria, o se hace colega de alguien...
El
local ni es amplio ni es grande, es en su justa medida piensa el
viajero ante el panorama de lavadoras y secadoras sencillamente
gigantes. Se decide por la que indica 12 kilos de capacidad, algo
mastodóntico acostumbrado el viajero a su vieja y fiel lavadora de
seis kilos de capacidad pero incapaz de centrifugar más de dos y
medio...
El
viajero lee con avidez de neófito en estas lides lavanderas
industriales las instrucciones. Tras manipular los botones varias
veces logra, por fin, acertar con la temperatura. Prefiere la gran
capacidad porque el viajero teme que el edredón al mojarse se hinche
cual dirigible. Utiliza el viejo truco de probar si su mano extendida
pasa sin problemas por la parte superior, acostumbrado a recurrir a
veces al palo de la fregona para introducir la colada en su vieja y
fiel lavadora, ésta industrial le permite meter la cabeza y casi le
entran ganas al viajero de meterse dentro, como en una cápsula
espacial. No cede a la tentadora tentación y se dispone a meter las
monedas, caro no es, tampoco barato, pero a los precios de la luz sí
sale rentable, medita el viajero mientras introduce las monedas...
No
hay un alma ni los barullos y conversaciones que ha visto el viajero
en cine y televisión. Hay una máquina de comestibles y otra de
café. Una repisa con revistas del corazón, cosa que sorprende al
viajero de que sigan ahí sin que nadie las birle. La espera se hace
llevadera, menos de treinta minutos, leyendo los diferentes anuncios
de un tablón de anuncios que no tiene ninguno...
El
viajero se sobresalta cuando la lavadora automática empieza a
centrifugar, vibra y se revuelve el bombo de forma ostensible y
ruidosa. Afortunadamente, la cosa no se desmadró como temía el
viajero, solo, sin nadie que le echara una mano...
Afronta
el viajero el trasvase a la secadora confiado, ducho ya en los
arcanos de la lavandería industrial aunque no se percata que ni hay
que meter tantas monedas como en la lavadora ni tiene pomo de
cerradura. Logra abrir la maldita portezuela de la secadora y le
cuesta lograr la devolución de las monedas sobrantes, logra irritar
al viajero que empieza a maldecir y gesticular, cree que nadie le ve
hasta que deja de ser creyente al ver la cámara de vigilancia...
El
viajero nota la colada calentita, como uno de esos bollos pasteleros
de desayuno recién hechos, le gusta sentir el calor y el olor a
limpio, no el añejo y rancio aroma que desprende en la ropa su vieja
y fiel lavadora. Se dispone el viajero a dejar el local de lavandería
automática y otea una cafetería, ha gastado menos en luz que si
hubiera lavado en casa y qué mejor celebración de descubrir un
nuevo destino viajero que hacer un homenaje en forma de canapé y...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
theadversiterchronicle@hotmail.es
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