Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
William J. Mann
Editorial:
T&B Editores
Traducción:
Miguel Ángel Prieto
Edición:
Primera edición, mayo de
2007
La
propuesta de hoy es una biografía apasionante de una mujer más
apasionante aún. Si decimos Katharine Hepburn, quien más y quien
menos le viene a la memoria la actriz de Hollywood; los frikis
recordarán su romance imposible junto a Spencer Tracy y conservamos
su imagen a lo largo de su filmografía casi tan extensa como su
vida. El autor nos conduce magistralmente por la personalidad menos
pública y completamente desconocida en muchos aspectos de la actriz,
rompiendo moldes desde la niñez con su personalidad, buscando la
fama y todo ello en un mundo ya perdido como era el Hollywood de la
fábrica de sueños y de estrellas con los cambios a través del paso
de los años...
William
J. Mann ha escrito para The
Boston Globe, Los
Ángeles Times, The
HartfordCouran,
Salon y otras
publicaciones. También es el autor de Edge
of Midnight; The
life of John Schlesinger, Behind the Screen;
How Gays and Lesbian
Shaped Hollywood y
Wisecracker;
The life and Times of
William Haines. En la
actualidad reside en Provincetown, Massachusetts (Estados Unidos).
Datos
sacados d ella contraportada y actualizados al año de edición pero
en Internet encontraréis más información del autor. Y sin más,
unas breves reseñas que os animen a su apasionante lectura:
Nacer
en buena cuna...
“A
los americanos les gusta hacer fábulas con las vidas de sus iconos
cinematográficos. Desde el comienzo de su vida pública, los
orígenes de Katharine Hepburn estuvieron envueltos en romance y
fantasía. Incluso su nacimiento sigue siendo a veces un tema de
confusión. Katharine Houghton Hepburn nació en Hartford,
Connecticut, el 12 de mayo (no el 8 de noviembre) de 1907 (no 1909)
en un pequeño apartamento alquilado por sus padres en la calle South
Hudson (no en la más famosa calle Hawthorn, donde la familia se
mudaría después. Era el segundo bebé y la primera hija del Dr.
Thomas Norval Hepburn, un cirujano del Hospital de Hartford
especializado en el tratamiento de nefermedades venéreas, y de
Katharine Houghton Hepburn, una activista por el sufragio femenino y
después por la legalización del control de natalidad. A él le
llamaban `Hep´; a ella se la conocía usualmente como `Kit´. `Soy
total, completamente, el producto de dos personas fascinantes que
además eran mis padres´, nos diría Katharine Hepburn, exagerando
(como siempre) la descripción de sus progenitores. Rara era la
conversación, decía Garson Kanin, en la que Hepburn no hacía
referencia a las sabias palabras de Hep o Kit, y siempre con un
respeto digno de una decisión histórica de la Corte Suprema.
Hepburn no hubiese encontrado exagerada esta analogía. `He tenido
una vida muy notable´, explicaba, `pero comparada con mis padres,
soy una aburrida´.”
El
Greenwich Village en 1914-1918...
“Desde
temprana edad, Kathy había comprendido que esas `leyes naturales´
eran mucho más flexibles en lugares como Greenwich Village que en
Hartford. Cuando Kit hablaba de sexo con su hija, también le
explicaba la homosexualidad desde un punto de vista
sorprendentemente moderno, sin juicios de valor. `Mamá estaba
expuesta al lesbianismo en su trabajo´, decía Bob Hepburn. `No
creo que se sintiese sorprendida u ofendida por ello´. Entre sus
amigas de la Heterodoxia contaba con varias lesbianas declaradas.
Entre ellas, la sufragista Katharine Anthony y la educadora Elisabeth
Irwin, que fueron pareja durante mucho tiempo, como también lo
fueron la Dra. Sara Josephine Baker y la escritora I. A. R. Wylie. De hecho, en la época de la I Guerra Mundial, el Village se había
convertido en un paraíso para hombres y mujeres que vivían
relaciones sexuales no tradicionales. A Kathy no pudieron pasarle
desapercibidas las expresiones de la vida gay. A pocos pasos de la
casa de sus tías había al menos veinte salones de té y
restaurantes `dirigidos a elementos temperamentales´. El `New York
Times´ hablaba de `chicas con el pelo cortado a lo paje´ besando a
`solteronas de edad incierta y aspecto extraño´ mientras daban
caladas a sus cigarrillos, en mitad de la calle y a la vista de todo
el mundo.”
Fracaso
como actriz de teatro en 1929...
“Para
empeorar las cosas, la despidieron. Una vez más, Katharine Hepburn
perdía su trabajo justo antes de que la obra llegase a Broadway, y
en otra producción de un Shubert (esta vez se trataba de Lee
Shubert). Y una vez más, la actriz que la reemplazó ( en este caso,
Rose Hobart) se ganó los elogios de la crítica. Brooks Atkinson
opinaba que Hobart le daba `la ternura de un pétalo´ al papel, un
resultado poco probable si Kath hubiese continuado `moviéndose con
la gracia de un elefante´ (en palabras de Hep) por el escenario.
Tragándose su orgullo, Kath volvió con el rabo entre las piernas a
la Asociación de Teatro, donde en una reunión con la directora de
casting Cheryl Crawford le valió otro trabajo se suplente en `A
Month in the Country´, de Ivan Turgenev, protagonizada por Alla
Nazimova, que se estrenaba el marzo siguiente. Pero aunque la
Asociación le había ofrecido inicialmente $225 a la semana por
protagonizar `Meteor´, ahora se vio obligada a aceptar sólo $30
como suplente. Incluso después de hacerse en abril con el pequeño
papel de una doncella, su petición de aun aumento salarial de $5 le
fue denegada. Humillada y abatida, Hepburn finalmente había
regresado a Broadway, pero en otro rol secundario.”
Pérdida
de popularidad tras triunfar en Hollywood...
“Desde
las deslumbrantes alturas de `Las cuatro hermanitas´ sólo unos
meses antes, el crédito de Kath entre el público había caído
vertiginosamente a comienzos de 1934. Su prensa, antaño poética,
era ahora después de `The Lake´ y `Mística y rebelde´, casi
uniformemente negativa. La RKO intentó contener esta tendencia con
os primeros artículos autorizados sobre su carrera. Algunos, como el
seminal reportaje de Adela Rogers St. Johns, se creían a las
mimeografías de los publicistas, pero otros acabaron siendo más
parte del problema que de la solución. Un reportaje en dos partes
publicado en `Modern Screen´ intentó por todos los medios dar una
imagen amable del `exhibicionismo´ de Kath, presentándola como una
mujer corriente que siempre había ansiado destacar de la multitud.
Pero el autor se refiere constantemente a Hepburn como un `chico´ y
termina diciendo que es `tan sexy como una tabla de lavar´, lo que
seguramente hizo que los publicistas de la RKO quisieran tirar a la
basura sus máquinas de escribir. Igualmente, un artículo
mayoritariamente favorable en el `Picture Review´ decía que Hepburn
era `femenina hasta el grado del glamour´, pero después los
editores le pusieron el sensacional título `La chica extraña de
Hollywood´ y publicaron una foto de Kath con pantalones subida a un
muro con aspecto de ser un chico de la calle.”
Spencer
y Kath...
“En
muchos aspectos, esta esencial falta de curiosidad resume la forma en
que Hepburn enfocaba su vida emocional. Externamente, sentía
curiosidad por todo, desde el funcionamiento de los aviones a los
hábitos de apareamiento de las aves australianas. Pero en asuntos
del corazón prefería no contestar -o no hacer- demasiadas
preguntas. Kate no era alguien que hiciese confesiones a corazón
abierto, y le encantó descubrir que Spencer tampoco lo era. Pero
Tracy, de hecho, no compartía la aversión de Kathe a la
contemplación emocional. En realidad, él contemplaba demasiado, de
ahí su alcoholismo. Tan preocupado estaba con sus propias
cavilaciones, que nunca se esforzó mucho por entender a Kate. Él
nunca la presionó para obtener información ni le pidió que
extrajese ninguna conclusión sobre sí misma. No había necesidad.
Las únicas cosas de Kate que le importaban a Spence eran bien
evidentes. Ella estgaba disponible para él de un modo en que Louise
no lo había estado desde antes de que los niños nacieran. Sentada a
los pies de Spencer frente al fuego en casa de George Cukor, Kate se
puso en pie de un salto cuando él anunció de repente que necesitaba
volver a llenar su copa. Kate sirvió más bebida para Tracy y
después corrió a ocupar de nuevo su lugar, sin pensar ni una sola
vez en que quizás Spence ya había bebido demasiado. A diferencia de
Louise, Kate nunca le pidió que dejase de beber. Ella pensaba que él
bebía porque tenía que hacerlo; como Putnam, como Ford, un hombre
de verdad tenía que beber si quería sobrevivir en el afeminado
mundo de las artes. Esto era algo que Mary Ford y Louise Tracy nunca
entendieron. Pero kate sí lo hacía. Para ella, el hombre sabía lo
que le convenía. ¿No lo había creído así su propia madre?”
Vuelta a la fama en los 70´s...
“Como
en todas sus últimas películas, Kate interpretaba a una versión de
sí misma. En este
telefilm de época eduardiana, hecho a mediados de 1974, es una gran dama que se esconde detrás de enormes sombreros. Pero en su vida anterior, Jessica había sido una actriz de teatro `con aspecto de muchachito´ llamada Jessie Jerold, recordada por su `yo´ adulto en tercera persona: `Qué incorregible coqueta debe haber sido. Me alegro de acordarme tan poco de ella´. Pero cuando la película nos pide que rememoremos a `esa maravillosa joven´, no podemos evitar pensar en la joven Kate. Olivier la describe como `mil veces más excitante y dinámica´ que la persona en que se ha convertido. `Tenía más dignidad y delicadeza y orgullo del que cualquiera de vosotros pueda conocer.´. La exuberante imagen cinematográfica de la joven Kate, olvidada durante muchos años, fue resucitada en los 70 por un creciente culto a Hepburn. Estos fans se sentían atraídos no por la fórmula segura de las películas de Tracy-Hepburn sino por los subversivos trabajos que hizo en los años 30. `La gran aventura de Silvia´, `Damas del teatro´, `Vivir para gozar´ y, especialmente, `La fiera de mi niña´ revivieron en las salas de arte y ensayo, alabadas por esa misma iconoclastia que las había condenado décadas atrás. `Sólo nos ha llevado treinta y cinco años conseguirlo´, le dijo Cukor bromeando al guionista de `Silvia´, John Collier, después de que la película fuese aplaudida en una proyección en Nueva York. `Siempre tuvinmos razón, es sólo que estaba adelantada a su tiempo´.”
telefilm de época eduardiana, hecho a mediados de 1974, es una gran dama que se esconde detrás de enormes sombreros. Pero en su vida anterior, Jessica había sido una actriz de teatro `con aspecto de muchachito´ llamada Jessie Jerold, recordada por su `yo´ adulto en tercera persona: `Qué incorregible coqueta debe haber sido. Me alegro de acordarme tan poco de ella´. Pero cuando la película nos pide que rememoremos a `esa maravillosa joven´, no podemos evitar pensar en la joven Kate. Olivier la describe como `mil veces más excitante y dinámica´ que la persona en que se ha convertido. `Tenía más dignidad y delicadeza y orgullo del que cualquiera de vosotros pueda conocer.´. La exuberante imagen cinematográfica de la joven Kate, olvidada durante muchos años, fue resucitada en los 70 por un creciente culto a Hepburn. Estos fans se sentían atraídos no por la fórmula segura de las películas de Tracy-Hepburn sino por los subversivos trabajos que hizo en los años 30. `La gran aventura de Silvia´, `Damas del teatro´, `Vivir para gozar´ y, especialmente, `La fiera de mi niña´ revivieron en las salas de arte y ensayo, alabadas por esa misma iconoclastia que las había condenado décadas atrás. `Sólo nos ha llevado treinta y cinco años conseguirlo´, le dijo Cukor bromeando al guionista de `Silvia´, John Collier, después de que la película fuese aplaudida en una proyección en Nueva York. `Siempre tuvinmos razón, es sólo que estaba adelantada a su tiempo´.”
Breves gotas de agua en el océano de la vida de
Katharine Hepburn, con talento del biógrafo para interesar a un
amplio público, desde aficionados a amantes de la historia porque es
recorrer casi un siglo por la historia de Hollywood. Contrastando
fuentes y entrevistas a personas de su vida, se nos muestra una mujer
fascinante y el mundo que la rodea, ambigua y compleja que logra tras
la lectura de su biografía que una vez más sea el centro de
atención porque resulta irresistible no ver sus trabajos
cinematográficos de nuevo para apreciar los matices de su momento
personal en el momento de interpretar aumentando su condición de
estrella de Hollywood. Medio millar de páginas que se devoran con
fruición, recomendable para lectura en periodo vacacional, de baja o
convalecencia y de mesita de noche sin olvidar turnos de noche sin
jefatura a la vista. Ideal para regalar a la suegra que al ver el
tocho de páginas nos hará pasar unas risas pensando que es la guía
telefónica.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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