The Adversiter Chronicle

sábado, 15 de octubre de 2022

“COMPOSTURA DEL POSTUREO”, por Alí Kate: EL CHUCHO QUE SE ARRIMA A NUESTRA SILLA

El postureo cuando acudimos a un establecimiento de hostelería tipo cafetería, bar del barrio y similares daría para escribir todo un capítulo aparte que en realidad sería todo un tratado. Lo mejor es estudiar cada compostura del postureo en artículos varios. Hoy quiero empezar con algo que a todos y todas nos sucede unas cuantas veces en nuestra vida como es el tema del inevitable chucho que se arrima a nuestra silla. Puede parecer, y siempre nos lo tomamos con filosofía, algo inocente, sin consecuencias. Todo lo contrario puesto que uno de estos molestos chuchos nos puede fastidiar el consumo en el establecimiento.
Lo primero es saber distinguir el chucho de la casa del chucho de la clientela. El chucho de la casa es un animal que ya se las sabe todas, agradecido si les das algo pese a la prohibición de la jefatura del local de darle comida. Suele ser un chucho paciente, que se arrima casi sin molestar, que se sienta mirando con cara de cordero degollado esperando una recompensa. Suelen ser sibaritas y puede ser un buen método para saber si los pinchos que acompañan a la consumición son comestibles porque si el chucho de la casa no gusta de los pinchos que prepara su dueño es señal inequívoca de ingredientes caducados o directamente incomibles. El chucho de la casa no molesta al cliente, es agradecido si le damos algo y nos ignora moviendo el rabo si no damos nada, pero se aleja educadamente y ya nos ficha para otras ocasiones.
La complicación viene cuando el chucho es de la clientela. Si le damos algo podemos desencadenar la ira del dueño y si no damos nada se puede desencadenar la ira del chucho, mascota mimada y malcriada que no duda en sacar los belfos si se le niega el pincho. Saciado su afán de comernos el pincho, calmado el dueño de la criatura y tratando de disfrutar ajenos al chucho, llega ese comprometido momento en que el chucho, con el dueño a sus cosas y dejando semejante fiera a su canino albedrío, se pone a olisquearnos los zapatos, calcetines y pantalones. Aquí la compostura instintiva nos hace adoptar un postureo de circunstancias. Si el chucho huele a calcetín reseco, zapatos sucios, trazas de aroma a orines o simplemente lo hace por tocar las narices, hay que mantener la compostura del postureo del disimulo. Se trata de dar un buen puntapié el chucho sin que se entere el dueño, tirarle un pincho a lo lejos a ver si se va tras él o directamente pedir al dueño que aleje su chucho, con el consiguiente enfrentamiento verbal con el dueño que en ocasiones puede ser más animal que su chucho.
Como norma general lo mejor es ir provisto de algún artilugio que suelte pequeñas descargas eléctricas para alejar al chucho, puede servir una raqueta matamoscas de la tienda de los chinos del barrio, construir un pequeño artilugio casero con una pila de petaca o directamente salir de casa con los zapatos untados de pimienta picante. Por supuesto que llevar el elemento disuasorio en los zapatos es apropiado si somos parroquianos del establecimiento y ya conocemos el percal. Para casos de desconocimiento del establecimiento es mejor la patada con postureo de disimulo.
Hay que ver al chucho siempre como un elemento desestabilizador que en el mejor de los casos puede acabar con el perro y el dueño ladrándonos a la oreja y en el peor en una trifulca tabernaria entre partidarios de las mascotas y partidarios de no dejarlas entrar en sitios públicos. Zapatos limpios, calcetines frescos y soltar la gota final en el mingitorio son las mejores medidas para sortear la presencia del chucho.
Y recordar que, en ocasiones, el chucho es más racional y civilizado que su dueño y de ahí la conveniencia de tener compostura del postureo a la hora de gestionar la situación más allá de reaccionar por instinto de empatía acariciando el chucho, diciendo cucamonas y hablarle como si nos entendiera. Sólo quiere comer pincho.
Alí Kate


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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