Con la
colaboración del profesor T. A. Rambaina
en exclusiva para The Adversiter
Chronicle
Lentejas a la riojana
de lata
Tratamos
hoy de otra muestra de la riqueza gastronómica española en su
versión de laterío como son las lentejas a la riojana. Aunque el
laterío en general, y las lentejas a la riojana de lata en
particular, es un alimento que en su versión de raciones de combate
son altamente valoradas por el resto de contingentes de la OTAN no
goza a nivel del populacho de buena fama. Es habitual encontrar latas
de lentejas en la alacena pero se reservan para un momento de apuro y
es en estos tiempos de pandemia cuando su consumo se ha visto
aumentado...
-Ya
hemos comentado, siempre que tratamos de alimentos enlatados, que gozan
de mala imagen como consumo habitual, pero hacer lentejas de forma
tradicional requiere tiempo y gastos en ingredientes que para una
sola persona pueden resultar poco rentable, si son dos comensales
puede ya hacerse unas lentejas tradicionales. Aquí versamos del Juan
y Juanita Manzanas que disponen de poco tiempo para cocinar, que
sufren confinamiento domiciliario por la pandemia o simplemente que
no hay peculio como en épocas de vacas gordas y seguir consumiendo
servicios y cachivaches digitales con sus conexiones correspondientes
a Internet siempre reduce el presupuesto de la compra. Es en estas
circunstancias cuando el laterío cobra toda su validez como
componente de la dieta. Lo ideal es consumir potaje de lata cada
quince días que nos permite variar la oferta gastronómica. Es un
alimento enlatado que si sirve para la soldadesca es perfectamente
válido para la plebe civil. Desde un punto de vista científico
tanto el soldado como el obrero pueden consumir con todas las
garantías comida enlatada y, en este caso, una lata de lentejas a la
riojana tiene todos los nutrientes necesarios. Otra cosa es ser
tiquismiquis con el laterío que ya es otra cosa y no tiene nada que
ver con las propiedades alimenticias de las lentejas enlatadas.
-Pasemos pues a su
preparación... Abrimos la lata y... ¡Que pestazo como a callos de
lata, rediós! ¡Hasta dan arcadas si se aspira prolongadamente!
-¡Refalfies!
¡Refalfies de consumidor mal acostumbrado! Ya le he indicado en
anteriores ocasiones que tratamos de comida enlatada que es necesario
para pituitarias sensibles a los aromas enlatados que se disponga de
unas pinzas para la nariz o abrir la lata y rápidamente depositar su
contenido en el cazo. No lleva tiempo y se puede contener la
respiración el tiempo suficiente para evitar las arcadas inherentes
al aroma del alimento frío y prensado en la lata. Lo mejor es no
respirar y verter rápido el contenido. El aroma que se percibe el
abrir la lata es una de las ventajas del laterío ya que por los
ingredientes y aditivos, según se abre la lata, siempre huelen a
lata de callos. Sabemos gracias a esta propiedad aromática que es
un auténtico manjar enlatado y que está en perfectas condiciones para
su consumo.
- Así que si huele a pestes está comestible... ¡Aaaaagg! ¡Esto parece defecación de caballo percherón con dieta de alfalfa
vegana...!
-¡Vierta
rápido al cazo! ¡Vierta rápido al cazo sin respirar ni ver y tape!
No hay que dejarse llevar por la primera impresión estética del
alimento enlatado al abrir la lata. Es perjudicial porque las arcadas
quitan el apetito y su visión, sin negar que sea horrenda como en el
caso de las lentejas enlatadas, predispone al ayuno y tirar a la
basura la lata recién abierta, no caiga en vicios consumistas
discriminatorios. Cuando se abre una lata de lentejas es porque o
bien se fastidió el puchero y está chamuscado, o que no hay tiempo
o bien que sencillamente es lo único asequible al bolsillo. En
cualquiera de los casos hay que mentalizarse de que se come porque no
hay otro remedio. Créame que verter la lata en el cazo sin oler ni
ver es la mejor solución para vencer estereotipos gastronómicos
profundamente grabados en nuestra psique. Bien, la hemos calentado a
fuego lento hasta que puede verse que son lentejas y la salsa está
líquida sin pegotes semisólidos y ya se puede comer. ¡Pero no se
quede mirando la cuchara! ¡Cierre los ojos y trague, sin más! ¡La
comida enlatada no se paladea, se traga sin pensar y se acompaña de
bebida cada dos cucharadas!
-¿La
bebida ha de inducir al pedete lúcido que anule el gusto, como suele
ocurrir con otros lateríos, ein?
-Eso
ya es a gusto del consumidor. Siempre he ponderado las virtudes de
las bebidas más o menos espirituosas para acompañar ciertos
alimentos que requieren de tragaderas nada delicadas y mucho menos
sibaritas. Un vinorro peleón, un refresco de cola que nos hinche el
estómago, chupito de orujo tomado de un trago al final del plato,
son ideales para perder la consciencia de que comemos lentejas de
lata, benefician la digestión induciendo a la modorra y pueden
hacernos olvidar los sinsabores para seguir teniendo al laterío, y
las lentejas a la riojana en lata en particular, como opción en
nuestra dieta acorde a nuestro presupuesto. Recordar el alto valor
nutritivo de las lentejas y el factor evacuatorio del caldo con
aditivos.
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