The Adversiter Chronicle

lunes, 10 de agosto de 2020

REFLEXIONES EN VOZ ALTA de Skizo´s Blues


Observo desde las alturas del acantilado que las autoridades de distintas localidades proceden con inusitada rapidez a cambiar nombres de calles. Es lo bueno de las placas que indican el nombre de una calle en comparación con las estatuas...
Una estatua es derribada de su pedestal, requiere unos considerables gastos en sueldos de operarios, alquiler de grúa, transporte y un sitio donde guardarla o convertirla en chatarra. Con la placa que indica el nombre de una calle es todo más sencillo y económico. Sólo es necesario una escalera, un operario y un destornillador sin descartar un martillo si la placa se resiste...
Pero retirar el nombre a una calle contempla ciertos trastornos para la ciudadanía y el gremio de correos y empresas de reparto. Te acuestas en tal o cual dirección y cuando te despiertas al día siguiente estás en otra distinta aunque sea la misma calle, la misma casa y uno mismo. Me recuerda aquel cosmonauta que despegó soviético y cuando volvió resultó que era ruso...
Sin embargo, dar nombre a una calle siempre deja cierto regusto a revancha larvada que por fin puede hacerse realidad, poco importa lo que piensen las vecinas y vecinos de dicha calle, los repúblicos se creen, con la sabiduría infusa que otorgan los votos, que todos opinan lo mismo sobre cambiar el nombre de una calle. Cada vez que se quita un nombre para poner otro siempre se hacen grandilocuentes manifestaciones a los medios: se repara una injusticia, se castiga una conducta intolerable, incluso se llega a decir que es en defensa de la democracia...
Sin embargo, el cambio de nombre de una calle tiene algo de dictatorial, de imponer un nombre sin consultar a las y los afectados que se ven obligados a poner una dirección diferente a la de toda la vida con la duda de si los destinatarios se darán cuenta del cambio sin pensar que es una carta que les ha llegado por error, rompiendo la magia epistolar al quedar sin respuesta...
Me pregunto la razón de tanta diligencia en cambiar los nombres de las calles sin someterlo a votación de la ciudadanía, quedando la espada de Damocles de que cuando gobiernen los otros decidan cambiarlas de nuevo sin de nuevo consultar a la ciudadanía...
Menos mal que nadie puede cambiar los hechos que llevaron a otorgar el nombre de alguien a una calle porque estaríamos de zozobra en zozobra. Stalin quitaba de las fotos a los y las purgadas para que no quedara constancia de los mismos y las mismas. En democracia quitamos nombres a las calles para borrar la memoria que siempre guarda el callejero de una localidad, nombres de personas con luces y sombras pero cuyos hechos se homenajeaban cuando se decidía poner su nombre a una calle...
Todas y todos vamos a morir y cambiar el nombre a una calle, a una avenida, por motivaciones que son en realidad políticas y otorgarse la representación de todos y todas aprovechando la rabia que da la indignación y sin consulta popular, es matar un poco la democracia. Me resulta chocante y desconcertante, desde un punto de vista científico, que quienes son elegidos y elegidas democráticamente olviden los hechos que lograron lo que hoy tenemos y les da la representación de la ciudadanía...
Yo he colocado una placa en el acantilado advirtiendo a las jodidas gaviotas de que éste ya no es su cagadero, pero no hacen ni puto caso. Está claro que lo que para mí es un confortable lar para ellas sólo es su cagadero. Podría ponerme a su altura y cagar para arriba pero me acabaría cayendo toda la mierda a mí consiguiendo por mí mismo lo que hasta ahora era privilegio de las gaviotas: que me caiga mierda en la cabeza...
Aunque, ahora que me miro, lo que me está cayendo es el pelo.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton  Jr. IV
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