Además del placer de encontrar un libro, un título y un autor sin esperar encontrarme y que me encuentro para que me acompañe el tiempo que dure su lectura, disfruto paseando entre las estanterías, mirando en tal o cual sección, aunque ya tenga más o menos decidido qué libro llevarme, paseo entre libros, autores y títulos. Me reconforta ver la biblioteca aunque no sea usuario salvo para tomar y devolver libros en préstamo...
Pero en estos días extraños de extraños permisos para extrañas salidas de extrañas sensaciones, no podré ir a la biblioteca a disfrutar de momentos de abstracción ni elegir un libro, un titulo, un autor porque será un funcionario quien lo saque de su estante y me lo entregue previa solicitud mía del título y autor del libro...
Es necesario y parte del esfuerzo común de la masa silenciosa, un trastorno más que se ignora cuando pienso en la cifra de muertes por el coronavirus. Pero no puedo evitar visualizar los libros, títulos y autores guardando su propia cuarentena de catorce días antes de poder ser tomados en préstamo, no sienten ni padecen aunque su lectura nos haga sentir y padecer, reír y llorar, extasiarnos o simplemente evadirnos de la realidad...
Algún día se escribirá sobre estos días extraños de extrañas noches y seremos parte de la historia, novela o ensayo que se publique; más tarde cuando sólo seamos polvo de estrellas, seremos parte de una biblioteca donde algún usuario del futuro se encuentre con un libro, un título y un autor que le acompañará el tiempo que dure su lectura y volveremos a la vida por fugaces instantes en párrafos...
En esta guerra tenemos la suerte de que los libros no son pasto de las llamas y de la destrucción, seguirán ahí cuando un día acabe esta guerra aunque muchos lectores y lectoras yacen muertos y son cifras de la mortalidad de una pandemia mundial, números de una macabra estadística...
Por fortuna me quedan mis libros, pocos, alguno escogido, otros rescatados del naufragio, unos cuantos adquiridos a lo largo de los años pero debo despedirme de un ejemplar que tenía en préstamo antes del confinamiento domiciliario y que ahora debo devolver. Será un viaje extraño a la biblioteca y espero que no haya cola. Esperaré unos días para evitar la inherente aglomeración cada vez que nos sueltan un poco más la correa del confinamiento, que levantan un centímetro las restricciones...
Miro mis libros, que parecen mirar al libro que tengo en préstamo, que parecen despedirse de extraña manera en estos días extraños, igual que le mira el viejo armario, privado de su muleta, para volver a la cojera de antaño...
Y es que, donde esté un buen libro, que se quite la cuña.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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