- ¿Qué sintió al ver
el futuro y verse despreciado, no ya por la empresa, sino por sus
propios compañeros de trabajo, ein?
- Hay que remontarse a la
era analógica donde no había el concepto de teletrabajo, en ese
sentido mi único mérito fue percatarme de que el teletrabajo era
posible. Otra cosa fueron las consecuencias pero es el precio a pagar
cuando se es vanguardista e innovador en el puesto de trabajo donde
al final quien tiene el mango por la sartén no es el asalariado.
Dicho esto, se siente soledad, una profunda soledad que te afecta a
nivel personal, laboral y familiar.
–Cuando fue despedido
y llevado a juicio, la empresa le acusó de falta de productividad,
generar un ambiente enrarecido en el trabajo y mala influencia para
el resto de la plantilla...
-Lo
de mala influencia para con mis compañeros de trabajo se debe a que
era preguntado por el teletrabajo y yo respondía a las preguntas. Si
una plantilla laboral ve que un compañero innova un nuevo sistema de
trabajo que no sólo es funcional sino que además funciona en el
sentido de mejora de la productividad y una mayor salud laboral, es
normal que asalten el despacho del gerente o destrocen parte del
taller, pero eso no fue ni mi responsabilidad ni mi culpa. Lo de
enrarecer el ambiente en el trabajo puede que fuera lo más doloroso
ya que invade mi intimidad, cosa que de aquella no estaba valorada y
protegida como ahora. Se me acusó de que me olían los pies por el
simple hecho de que gustaba de descalzarme, sentir cosas entre las
dedas de los pies siempre me ha relajado, pero el ambiente enrarecido
por olor a pies no pudo demostrarse que fuera yo el responsable.
Puedo admitir que en mi perímetro de trabajo mis pies fueran
responsables de cierto olor a queso cabrales, pero yo no usaba el
baño de señoras y allí también olía a pies. Lo de falta de
productividad no era más que una excusa amparándose en que rendía
por debajo de la media. Hoy me hubieran dado la baja médica por
acoso laboral y consecuencias en mi psique, pero en aquel entonces la
única atención médica que me dio la empresa fue el despido.
-Más
que hacer yo una propuesta, fueron ellos a tocarme los cojones.
Durante una semana, tuve a toda la directiva presionándome para que
recapacitara y renunciara al teletrabajo. Una medida de presión
porque los representantes sindicales ya afirmaban que querían
negociar el teletrabajo para el próximo convenio. Mi detención y
posterior proceso judicial fue el extintor que apagó el fuego de una
justa reivindicación sindical ante un nuevo concepto de trabajo que
bullía en las mentes de la plantilla. Ver ahora a la patronal
invirtiendo en el teletrabajo me hace ver lo injusto que fue el
sistema conmigo.
-Bueno,
un poco de esto, un poco de aquello, pero ya nunca volví a intentar
llevar a la realidad el teletrabajo. Tenía una furgoneta y un viejo
televisor portátil pero me era imposible conducir, hacer el trabajo
de reparto y mirar la televisión, que además tenía una antena de
cuernos de cabra muy molesta porque había que reorientar en cada
semáforo prácticamente. Viendo ahora que hay súper pantallas
planas de todos los tamaños, televisión por Internet y demás, me
produce una honda satisfacción ver que la gente proletaria puede
trabajar viendo la televisión y además desde casa. Pero el concepto
de llevar la televisión, el telecurro que decían entonces mis
compañeros, a los talleres de soldadura, fue un servidor.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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