Siempre se dice que el sol nos da vida pero son las estrellas quienes nos hacen humanos. Sin un cielo nocturno con estrellas es muy probable que siguiéramos asilvestrados, sin sueños que lograr y por tanto guiándonos por el instinto animal, seríamos más felices y acordes con el planeta sin ser parásitos contaminantes y exterminadores de otras especies, empezando por la nuestra propia...
El ser humano siempre ha esperado mucho de las estrellas, sólo pedimos al sol que salga y se ponga cada día, pero a las estrellas lanzamos nuestros deseos, soñamos nuestros anhelos, buscamos vida en ellas que nos indique que no somos mera casualidad en un extraño planeta azul tan distinto del resto en su sistema solar, esperamos que vengan seres de otras estrellas que nos resuelvan dudas y que nos contesten a nuestras preguntas, soñamos con un futuro en ellas colonizando y explotando sus riquezas...
Miramos a las estrellas cuando lloramos por las y los ausentes, incluso ahora que la muerte es nuestra compañera diaria y sentimos miedo, pero aún con miedo miramos a las estrellas...
Además podemos deleitarnos con su contemplación que a diferencia del sol no achicharra nuestros ojos. Tampoco es extraño que andemos siempre estrellados, que darse zurriagazos siempre hace ver las estrellas cuando te dan un zurriagazo bien dado...
Si finalmente la infancia puede salir del confinamiento unas horas, volverá a ponerse en marcha el tiempo parado en el asfalto, serán como estrellas que podemos disfrutar y contagiarnos de sus alegrías como cuando de noche las contemplamos...
La infancia no conoce de fronteras y religiones, quizás deberían ellos tomar las riendas en algunos aspectos, si podemos creer que seres de otras estrellas lo harán mejor que nosotros no veo razón para no confiar en nuestras propias estrellas. Pero eso será en el mañana cuando tomen decisiones y sepan si han superado el trauma del confinamiento...
Y no lo veré, porque polvo de estrellas seré.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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