Hay personas humanas cuyas
ventanas soleadas dan a hermosas vistas, paisajes o a pie de playa,
otros tenemos búnker de ventanas tristes y sonrisas soleadas de
refilón, en mi caso dan a unas ruinosas ruinas, restos que fueron de
hogares y de historias nunca contadas con lágrimas derramadas...
Lo cierto es que es como contemplar las ruinas tras un pepinazo nuclear: de día dolorosas a la vista, de noche invitación a ver fantasmales presencias nunca antes vistas. En realidad muestran sus entrañas invadidas por follaje y telas de araña, de uralita cubierta alguna en su planta baja, de paso del tiempo tras las pocas ventanas cerradas...
Lo cierto es que me permite fumar tranquilo tal paisaje libre a su vez de paisanaje. En las lunas pasadas en el búnker y fumando en la ventana he sido testigo de eso que dice que la muerte es vida. Al principio divagaba entre voluta y voluta de humo sobre quiénes habitarían las ruinas cuando eran casas, qué trabajo tendrían en la desaparecida fábrica cercana y cuantas historias de amor y dramas conyugales se fraguarían tras sus paredes viendo como pueden verse ahora restos de azulejos, de mosaicos que permiten diferenciar las estancias y cuál su uso: allí la cocina con el hueco de la chimenea al aire, esa otra el baño y posiblemente aquella otra un cuarto. Sombras del pasado ya sin humanos...
Pero un día como hoy, que ya se quiere la primavera y el sol da falsa sensación de calor en un día despejado, tuve que madrugar en contra de mi costumbre, temprano en ese momento crepuscular de la noche que alumbra un nuevo amanecer. Me asomé con mi taza de café a fumar a la ventana y entonces, como un regalo de los dioses, contemplé entre volutas de humo y sorbos de café que las ruinas estaban llenas de vida, de parejas en busca de nido entre rendijas, de cantos al sol de aves urbanas, palomas, estorninos y todo tipo de pajarracos en la ciudad...
Desde entonces las ruinas son de día lugar de actividad pajaril, de palomas y palomos pensando en sus retoños, pajaritos grises en los cables del tendido, de acrobacias aéreas y vuelos imposibles. De noche, siguen los fantasmas de las sombras y puede verse desde la primavera al palomo de la casa montando guardia, murciélagos en vuelos de bombardeo táctico a poca altitud, de un gato en su territorio de caza... Buenos vecinos en suma para fumar en la ventana que despiertan la sensibilidad humana, tal es así que estoy pensando en adquirir una réplica de subfusil que dispare perdigones y convertir las ruinas en mi coto de caza...
Y es que en el fondo soy un jodido romántico.
Lo cierto es que es como contemplar las ruinas tras un pepinazo nuclear: de día dolorosas a la vista, de noche invitación a ver fantasmales presencias nunca antes vistas. En realidad muestran sus entrañas invadidas por follaje y telas de araña, de uralita cubierta alguna en su planta baja, de paso del tiempo tras las pocas ventanas cerradas...
Lo cierto es que me permite fumar tranquilo tal paisaje libre a su vez de paisanaje. En las lunas pasadas en el búnker y fumando en la ventana he sido testigo de eso que dice que la muerte es vida. Al principio divagaba entre voluta y voluta de humo sobre quiénes habitarían las ruinas cuando eran casas, qué trabajo tendrían en la desaparecida fábrica cercana y cuantas historias de amor y dramas conyugales se fraguarían tras sus paredes viendo como pueden verse ahora restos de azulejos, de mosaicos que permiten diferenciar las estancias y cuál su uso: allí la cocina con el hueco de la chimenea al aire, esa otra el baño y posiblemente aquella otra un cuarto. Sombras del pasado ya sin humanos...
Pero un día como hoy, que ya se quiere la primavera y el sol da falsa sensación de calor en un día despejado, tuve que madrugar en contra de mi costumbre, temprano en ese momento crepuscular de la noche que alumbra un nuevo amanecer. Me asomé con mi taza de café a fumar a la ventana y entonces, como un regalo de los dioses, contemplé entre volutas de humo y sorbos de café que las ruinas estaban llenas de vida, de parejas en busca de nido entre rendijas, de cantos al sol de aves urbanas, palomas, estorninos y todo tipo de pajarracos en la ciudad...
Desde entonces las ruinas son de día lugar de actividad pajaril, de palomas y palomos pensando en sus retoños, pajaritos grises en los cables del tendido, de acrobacias aéreas y vuelos imposibles. De noche, siguen los fantasmas de las sombras y puede verse desde la primavera al palomo de la casa montando guardia, murciélagos en vuelos de bombardeo táctico a poca altitud, de un gato en su territorio de caza... Buenos vecinos en suma para fumar en la ventana que despiertan la sensibilidad humana, tal es así que estoy pensando en adquirir una réplica de subfusil que dispare perdigones y convertir las ruinas en mi coto de caza...
Y es que en el fondo soy un jodido romántico.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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theadvrsiterchronicle@hotmail.es
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