Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor: Henry L. Wesseling
Editorial: RBA Libros S. A.
Traducción: Yvonne Conijin
Edición: 2010
La propuesta de hoy es un apasionante viaje a la época
en que las grandes potencias se repartieron a golpe de tiralíneas el
mapa de África como parte del Gran Juego pese a que ninguna, en
principio, estaba interesada en el mismo y las colonias se limitaban
a puestos marítimos. Casi sin querer las potencias europeas se
vieron envueltas en una lucha que se libraba mediante exploraciones a
zonas desconocidas para el hombre blanco amén de hostiles para las
condiciones de vida, tratados con reyes tribales que luego servían
de justificantes de posesión en las grandes conferencias, un
cambalache de territorios y protectorados buscando unir las colonias
físicamente para finalmente trazar unas fronteras cuyas
consecuencias sociales aún sufre el continente negro.
El autor se centra en los aspectos políticos, las
políticas coloniales de los distintos países, y en las figuras
políticas que llevaron a cabo el reparto. Es un relato de
acontecimientos donde las naciones se muestran como actores y sus
patriotas los encargados de llevar a cabo la obra colonizadora que si
bien en lo geográfico se basaba en tratados y acuerdos con los
gerifaltes de la población local, también se justificaba desde un
punto de vista moral luchando contra la esclavitud y llevando a la
par una labor evangelizadora...
Henry L. Wesseling es catedrático de Historia General
en la Universidad de Leiden, director del Instituto para la Historia
de la Expansión Europea y autor de diversos libros de historia...
Y no puedo contaros más del autor porque la
contraportada es verdaderamente parca en datos biográficos del mismo
y recordaros que son datos actualizados a la fecha de edición pero
por Internet hallaréis seguro más datos si os pica la curiosidad,
yo me retiro y os dejo unas breves reseñas que os inciten a su
apasionante lectura:
El comienzo del reparto...
“La
partición de África empezó en África del Norte. El
establecimiento del protectorado de Túnez en 1881 y la ocupación
inglesa de Egipto al año siguiente fueron los primeros pasos en el
largo camino que se cerraría en 1912 con el sometimiento de
Marruecos. Este es, al menos, un punto de vista bastante aceptado. Es
también una visión tentadora, no sólo por la elegancia de la
simetría -la partición de África terminaba donde había empezado,
en África del Norte- sino al mismo tiempo, porque ambos
acontecimientos tuvieron efectivamente gran relevancia y numerosas
consecuencias. La ocupación francesa de Túnez constituyó la
primera prueba irrefutable de que Francia se había erigido de nuevo
como gran potencia tras su derrota ante Alemania en 1870. La
ocupación inglesa de Egipto y las consiguientes tensiones
anglo-francesas determinaron en grandes líneas el modelo a seguir
para la nueva injerencia europea en África que se produjo a
continuación. Algunos historiadores llegan incluso a considerar toda
la sucesiva partición de África como una consecuencia directa de la
cuestión egipcia.”
Leopoldo II de Bélgica y sus ansias colonialistas...
"Al
principio, su atención se centraba sobre todo en Oriente. `¿Sabe
usted de alguna isla en Oceanía, el Mar de la China o el Océano
Índico que nos pueda venir bien?´, preguntó en 1861 a un oficial
de la Marina belga. También le atraía Borneo, más tarde llamó su
atención Nueva Guinea, y Formosa, Tonkín, Sumatra, etcétera. Cada
una de ellas le llevaba a hacer planes, proyectos, globos sonda, pero
a la postre no conducían a parte alguna. No obstante, tras la subida
al trono se produjo un cambio trascendente. El objetivo seguía
siendo el mismo, proporcionar una colonia a Bélgica, pero los medios
eran distintos. Tras su coronación, Leopoldo se dio cuenta de que el
país, o por lo menos el Gobierno, no quería saber nada de la
expansión colonial. Fuerte en los actos, suave en el modo,
permaneció fiel a su sueño, pero cambió de método. En adelante
actuaría como particular, naturalmente con el prestigio propio de un
soberano y con el apoyo de la fortuna de su familia, pero
prescindiendo del Gobierno y del Parlamento. Su nueva estrategia era
la de soberano institucional dentro de Bélgica, y de empresario
independiente fuera de las fronteras del país.”
Lord Rosebery...
“Rosebery
era demasiado rico para tener que esforzarse por algo, demasiado
intelectual para tener ambiciones y demasiado historiador para
albergar ilusiones. Apreciaba la cartera de Asuntos Exteriores que le
dieron en el último gabinete Gladstone. Le brindó la oportunidad de
garantizar la continuidad de la política exterior de Salisbury en un
gabinete liberal. No ambicionaba el puesto del presidente del
Gobierno, pero se lo otorgaron porque no había ningún otro
dirigente aceptable. No tuvo éxito. Desde el primer momento existían
hostilidades públicas con su gran rival sir William Harcourt, que
era líder de los liberales en la Cámara de los Comunes, donde
Rosebery, siendo Lord, no podía hacer acto de presencia. De este
modo, la presidencia del Gobierno se convirtió en una tragedia
personal para Rosebery, que era muy nervioso. Terminó en un completo
fracaso y le causó un insomnio absolutamente insoportable. Tras sólo
quince meses de gobierno, dimitió.”
Abomey...
“Abomey
-o Dahomey, como también se le llamaba- era, en efecto, un estado
peculiar. Poseía un fuerte ejército en activo. Uno de sus
componentes más originales era el cuerpo de amazonas, que se había
fundado en el siglo XVIII, cuando el rey decidió incorporar al
ejército a algunas de sus esposas. Desde entonces, las amazonas se
habían convertido en una unidad permanente y la más temida de la
milicia. En Dahomey, las mujeres se encargaban de la parte más dura
en las luchas. Como contraprestación, poseían todos los privilegios
propios de la posición de las esposas del rey. Vivían en palacios y
disfrutaban de comida especial que les servían. Un detalle menos
agradable era que les estaba prohibido mantener relaciones con otros
hombres aparte del rey al que, por motivos obvios, no veían con
mucha frecuencia. La infracción de esta regla se castigaba con la
pena de muerte. Expertos psicólogos de entonces y de ahora han
relacionado con frecuencia la ferocidad de las amazonas con esta
represión sexual forzosa.”
Kitchener de Jartum...
“Horatio
Herbert Kitchener (1850-1916) es quizás el mejor y, en todo caso,
el más conocido de los generales ingleses en las colonias. Fue muy
popular por ocupar en 1914 el cargo de ministro de Guerra, desde
donde dirigió la campaña de los voluntarios en la guerra. Cualquier
joven inglés se enfrentaba en esa época a la cara bigotuda del
mariscal de campo que le miraba severamente desde el cartel
publicitario a cuyo pie leía la frase: `Your country needs you´ (Tu
patria te necesita a ti). Pero Kitchener ya se había convertido
mucho antes, durante la Guerra de los Boers, en héroe nacional.
Estuvo al frente de las tropas de África del Sur durante la fase más
complicada de la guerra más difícil de la historia inglesa. Fue
nombrado entonces `Lord Kitchener of Khartoum, Vaals and Aspell´,
pero se le seguiría conociendo como Kitchener de Jartum, pues era
ante todo el hombre que había vengado a Gordon y había
reconquistado Jartum. Su victoria de Omdurman fue y siguió siendo su
mayor triunfo.”
Sudáfrica...
“El
futuro de Sudáfrica era, pues, de vital importancia para Milner.
África del Sur no podía faltar en el Imperio Británico. Esta
colonia debía ampliarse hasta llegar a ser una gigantesca
federación, algo así como Canadá o Australia. Pero el futuro de
África del Sur era incierto. De hecho, existían dos posibilidades:
podía evolucionar hasta convertirse en dominio británico, o podía
llegar a ser una potencia enemiga, dominada por los boers. La clave
para la solución se encontraba en Transvaal. Había que obligar a
Kruger a optar por el bando británico. No había otra solución para
los problemas políticos en África del Sur: o reformas en Transvaal
o la guerra. Milner no creía que esa reforma vendría por sí sola,
así que era partidario de alentar una crisis. El 23 de febrero de
1898, y tras haber realizado un estudio sobre el asunto, comunicó su
punto de vista a Chamberlain en una extensa carta, advirtiéndole,
además, de que sólo era un planteamiento local de la cuestión.
Naturalmente, todo dependería de un análisis de la situación
política mundial. Dependía la cuestión en su conjunto del enfoque
imperialista. Eso le incumbía a Chamberlain.”
Marruecos...
“El
Tratado de Fez dejaba abierta la posibilidad de una partición de
Marruecos, estipulando al mismo tiempo que Francia y España ya
habían pactado algunos puntos en 1904. El reparto se completó con
el tratado de protectorado que España firmó con el sultán el 27 de
noviembre de 1912. España obtuvo con este tratado dos zonas: I) una
franja costera, desde Larache en el océano Atlántico hasta un punto
al este de Melilla en el Mediterráneo, pero con excepción de
Tánger, que se puso bajo mando internacional; 2) una región en el
sur de Marruecos, por debajo del río Dra. No obstante, la mayor
parte de Marruecos pasó a manos de Francia. Se había cumplido el
gran sueño del partido colonial: un territorio de 4.500 kilómetros
de longitud, desde Ceuta en el Mediterráneo hasta Cabinda en el
Congo, quedó bajo mando francés.”
Lectura ideal para vigilias, turnos de noche con calma
chicha, convalecencias o simplemente curiosidad por conocer los
entresijos del pasado que siguen conformando el presente y nada
recomendable para regalar a la suegra que podría pensar en trazar
sobre la servilleta de papel nuevas fronteras y límites bajo el
protectorado de su sopa boba...
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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