Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: Los
perdedores de la Historia de España
Autor:
Fernando García de CortázarEditorial: Planeta, S. A.
Edición: Febrero de 2006
La Historia la suelen escribir los vencedores y muchas
veces los perdedores sólo son citados, ignorando sus vicisitudes o
sus ideales que son menospreciados, tergiversados o simplemente se
adaptan los hechos narrados a interés del vencedor siendo estos
perdedores los grandes olvidados pese que al igual que los vencedores
tienen luces y sombras y muchas veces el desconocimiento de lo
ocurrido en la otra parte nos convierte en serviles del poder sin
importarnos los hechos, las vidas de quienes no pudieron o dejaron
escribir la Historia pasando al olvido colectivo, y la histeria
colectiva, sus historias personales.
Y esa es la propuesta que nos hace el autor repasando
las peripecias de algunos personajes de la Historia de España o que
al menos son oriundos de la Península Ibérica desde los tiempos de
Roma hasta la Guerra Civil española.
Y no es mala propuesta salvo cuando el autor se deja
llevar, no sabemos si por la fantasía en base a los datos o en base
a sus querencias. Esto se nota sobre todo al tratar personajes
lejanos en la Historia donde la documentación es escasa y que se va
aminorando a medida que se avanza en los siglos y las fuentes
documentales son varias y bien documentadas. Pero es un libro
interesante y nos hace ver que nunca hay verdades ciertas ni ciertas
verdades son propaganda, embustes o difamación.
Fernando García de Cortázar (datos como siempre
sacados de la contraportada y actualizados a 2006) es catedrático de
la Universidad de Deusto (Bilbao), donde desarrolla una importante
labor de investigación extendida a sus numerosos discípulos. Su
formación humanista y su sensibilidad literaria le han ayudado a
acercar de forma atractiva la historia al gran público, de tal
manera que muchos de sus libros se han convertido en grandes éxitos
editoriales. Ha escrito cuarenta libros, algunos traducidos a otros
idiomas, consiguiendo popularizar la Historia de España mediante la
prensa y televisión...
Ya os he comentado que para nuestro gusto la lectura
chirría en algunos momentos, pero sin más sandeces, unos breves
pasajes que os inciten a su lectura...
El obispo Prisciliano y la primera herejía...
“Ha
pasado tiempo. Ha pasado mucho tiempo: acontecimientos memorables,experiencias horribles, imprevistas mutaciones. La Iglesia vive ahora, rotos y vencidos los dioses del Olimpo, el momento de su organización e instalación definitivas. Trasladado su rito por obispos y emperadores de las catacumbas a las espléndidas basílicas, rehabilitadas las tumbas de los mártires y convertido su horror ensangrentado en leyenda, convencidos Graciano y Teodosio, después de los edictos de Constantino, de que la religión cristiana es una fuerza con la que resulta imprescindible contar para poder mantener la unión política, el antaño minúsculo y perseguido grupo ha crecido inseparable de la cultura y de las ciudades y se ha extendido a todas las provincias del Imperio, bañándolo y absorbiéndolo por completo.
Cuando
el obispo Prisciliano escucha en la sentencia de Tréveris el sonido
terrible que lo arrastrará al patíbulo, ya no resulta necesaria la
facundia de Tertuliano, y sí, por el contrario, la reafirmación y
sistematización del credo aprobado en el concilio de Nicea bajo la
dirección del obispo de Córdoba y consejero de Constantino, el
ilustre e influyente Osio. En esta época de plena ebullición
cristiana, san Dámaso, el enérgico y ambicioso obispo de Roma al
que apelarán en vano Prisciliano y sus compañeros de fortuna, san
Jerónimo, secretario de aquél y autor de la Vulgata, traducción
latina de la Biblia que la Iglesia considerará oficial durante
siglos, y el gran leguleyo y administrador, san Ambrosio de Milán,
trabajan ya sobre una conquista: fijar un texto definitivo, completar
la jerarquización, establecer las normas y sentenciar. También cabe
ya una interpretación cristiana: san Agustín de Hipona.”
Mozárabes, héroes sin gloria...
“Tiempo,
mucho tiempo atrás de la conquista de Toledo, en diciembre del año
656,obedeciendo al mandato de Rescenvinto, rey de los visigodos, veintidós obispos y vicarios de toda la península se habían congregado en la capital del reino para celebrar un gran concilio, el X concilio, bajo la dirección de Eugenio, obispo metropolitano de la ciudad. La primera de sus resoluciones fue reorganizar el calendario litúrgico. La fiesta de la Anunciación -el ángel revela a María la concepción de su Hijo- se celebraba el 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad, como era de esperar. Los obispos, aunque reconocieron que la fecha estaba corroborada por milagrosa, opinaron que la celebración de esa fiesta gozosa en marzo, tan cerca del luto de la cuaresma, era improcedente. Guiados de un extraño sentido del decoro decidieron trasladarla a otra fecha y así ordenaron que, en adelante, la Concepción de María se celebrase siete días antes de la Navidad, el 18 de diciembre... En beneficio de la emotiva liturgia visigótica alrededor de la Virgen María, de su celebración y rico desarrollo, los obispos del X Concilio borraban la anterior fecha de la Anunciación, liquidaban su verosimilitud biológica y averiaban el reloj del Espíritu Santo.
La
fiesta de la Concepción continuó celebrándose el 18 de diciembre
en las iglesias hispanas durante los algo más de cincuenta años que
duró el reino visigodo y, como atestiguan los calendarios mozárabes,
más allá de la gran frontera del 711, durante los tres siglos y
medio de ocupación islámica. Tan largo éxito debe relacionarse con
la devoción de los godos al misterio de la concepción inmaculada de
la Virgen, defendido en la basílica de Santa María por el sucesor
de Eugenio, el obispo Ildefonso de Toledo, autor de un libro que gozó
de una veneración especial en la Edad Media y que el año 1067
terminaba de copiar un arcipreste mozárabe.”
El verdadero san Ignacio...
“Como
la historia de la literatura, la historia de la Contrarreforma abunda
en enigmas. Uno de ellos es el extraño olvido parcial que le ha
tocado en suerte a Juan Alfonso dePolanco. En los censos de nombres universales de la Compañía de Jesús el suyo no figura. Esa omisión el lógica, si recordamos la trivialidad a la que diccionarios y enciclopedias han reducido su existencia. Veinte renglones de meras circunstancias biográficas: Polanco nació en 1517, Polanco murió en 1575, Polanco fue copiador de bulas y otros documentos oficiales, Polanco fue el sexto secretario de la Compañía de Jesús, cargo que ejerció sin interrupción veintiséis años bajo los tres primeros superiores generales, etc. Con José García de Castro, que ha perseguido la sombra de este jesuita, creo que es reprobable si consideramos la extraordinaria labor de Polanco en la Roma del siglo XVI. Coordinador, consejero, inspirador de proyectos, y no sólo mero ejecutor, Juan Alfonso de Polanco fue memoria y manos de Ignacio de Loyola,Diego Laínez y Francisco de Borja. Como secretario del fundador, intervino activamente en la elaboración de las `Constituciones´; escribió un influyente tratado sobre el oficio de secretario; y elaboró unas reglas para organizar (y organizó) el asombroso sistema de comunicación epistolar de la naciente Compañía. Como infatigable escritor de epístolas, observó que las cartas enviadas a Roma eran hojas de un mismo y asombroso libro y que leerlas en orden era leer una historia universal. Hojearlas, soñar.
Como
burócrata se convirtió en el primer archivero de la Compañía de
Jesús. Como hombre letrado, en su primer historiador (`Sumario´,
1548; `Cronicón latino´, 1574). Como teólogo viajó a Trento e
intervino en la última sesión del concilio. Como hombre silencioso,
cuando Gregorio XIII manifestó su deseo de que el cargo de general
de la Compañía de Jesús no recayera nuevamente en un español,
liquidando así todas sus opciones, se retiró (1573) a sus viejos
papeles de historiador, y solitario, y ensimismado, se quedó allí,
dejando correr los tres años que le quedaban para cambiar la vida
terrena por la eterna, de la que según testigos solía hablar con
gusto, etc.”.
Carlistas: un siglo perdiendo el trono...
levantaban en armas contra la regencia de María Cristina de Borbón, proclamando rey al infante don Carlos, a quien confiaban la defensa de la sociedad tradicional. La guerra que acababa de estallar, como demuestran las adhesiones de cada uno de los bandos enfrentados, era mucho más que una pugna dinástica. Se enfrentaban dos formas de vida, dos sueños... dos visiones del mundo, cada una con sus tensiones y desgarramientos, con su coeficiente de utopía e imposibilidad: la del rústico y el urbano, la del apostólico y el secular, la del súbdito y el ciudadano, la del mayorazgo y el empleado de comercio.
¿Cómo
sacar a los combatientes de sus obstinaciones? ¿Cómo hacerlos mirar
más allá de ellas? ¿De qué hubieran podido valer contra el
imperativo de las pasiones los cálculos de la prudencia, las
diligencias secretas, las mañas del político? ¿De qué valió el
manifiesto inspirado por Cea Bermúdez, en el que se aseguraba que la
religión y la monarquía serían respetadas, protegidas y mantenidas
por la regente en todo su vigor y pureza? ¿De qué el empeño de
Martínez de la Rosa por moderar la revolución y evitar que los
excesos populacheros arrojasen más partidarios al bando
reaccionario? Los sermones de cruzada del bajo clero ponían en
guardia a los cristianos. Los incendiarios discursos de las Cortes,
que daban paso al asalto de conventos y a las matanzas de frailes, y
la desamortización que amenazaba de muerte la vida del hidalgo y los
usos y costumbres del campesino, hacían ganar cuerpo a la
insurrección. Liberales y carlistas habían quedado presos unos de
los otros en un abrazo de muerte.”
La muerte como estadística...
“También
hubo prisioneros españoles en el Gulag, vidas errabundas que
componen una nota a pie de página de la historia universal, que se
agotan en un mortífero punto y aparte, y cuya memoria no ha merecido
el trabajo dilatado de los historiadores ni ha inspirado a ninguno de
nuestros novelistas. De la odisea de estos completamente
desconocidos, de estos olvidados cuyos pasos se pierden en el
invierno soviético, de aquel viaje que empieza con la guerra civil
de 1936 y la derrota republicana de 1939, de aquel trágico errar que
calca el de tantos otros individuos marcados por las alambradas del
siglo XX, no ha quedado casi nada, salvo algunas memorias y recuerdos
expuestos a la tropelía de la humedad y los insectos papirófagos,
salvo escasos libros, parecidos a un saco de mendigo.
Quien
ha vivido tal experiencia tiende a callar. Quizá porque no sabe
hablar, quizá porque piensa que, de hablar, la falsificaría. O tal
vez porque no se encuentran las palabras. Como repitió en varias
ocasiones Karlo Stajner, autor de `7.000 días en Siberia´,
comunista austriaco que sobrevivió al exilio y a los campos de
Stalin, que estuvo veinte años dando vueltas en el último círculo
del infierno soviético, condenado a todo tipo de penas, incluso a
ser fusilado, y a una vida peor que la muerte, como escribió Karlo
Stajner, sus verdaderos pasos se habían quedado en el lugar del que
partieron, porque el que regresa anda de otro modo. `Si no sabes por
qué vas, no sabes por qué regresas´.
Muchos
no regresaron jamás.”Historias de españoles perdedores, que es también Historia de España que hará las delicias de amantes de la historia, de novela históricas y buscadores de claves de la histeria nacional que periódicamente quebranta la paz y prosperidad de la sociedad española.
Este no lo recomendamos para la suegra porque fijo que
le gusta el estilo en ocasiones pseudo ñoño del autor y sería
tirar el dinero y encima aguantarla lo mucho que le gusta y lo
interesante que está...
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario