The Adversiter Chronicle

jueves, 19 de junio de 2014

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre


Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro: 1812 – La trágica marcha de Napoleón sobre Moscú
Autor: Adam Zamoyski
Editorial: DEBATE
Traducción: Matuca Fdez. de Villavicencio
Edición: Primera edición, noviembre de 2005

Ahora que Rusia nos desconcierta con su política exterior expansiva a zonas de la antigua URSS nada mejor que recordar el fiasco de Napoleón y de paso refrescar las neuronas sobre un país, Rusia, con cierta paranoia sobre sus fronteras y no sin motivo.
Antes que Stalingrado y las tropas nazis, el invierno ruso desbarató en 1812 la campaña de Napoleón sobre Moscú en una invasión donde ambos bandos cometieron errores garrafales y un Napoleón dubitativo que alargó demasiado sus líneas de suministro ante un rival que escapaba de la batalla porque plantear batalla a las fuerzas napoleónicas sería firmar el acta de defunción del ejército del Zar...
Un Zar que salió bien librado pero que para su pueblo no significó la emancipación de los siervos o libertad a la ciudadanía. Acompañar Napoleón y su ejército hasta Moscú y luego sufrir en la retirada acosados por la dureza invernal implacable nos da un retrato de la geopolítica de la época y sobre la idiosincrasia rusa que aspira a ser potencia continental e influir en los grandes pactos entre naciones.

Es un libro que se devora por el acierto del escritor en el estilo de narración que nos introduce entre atascos de las tropas, sus penalidades, las ansias del ciudadano soldado que sueña con regresar a su vida tras destruir a los enemigos del emperador, cuyas tropas le veneran.

Adam Zamoyski nació en Nueva York de padres polacos y residente en Londres, estudió en Downside y en el Queen´s College de Oxford. Sus trabajos versan sobre temas de historia política y de las mentalidades en Europa, así como en historia militar, materia esta última de la que es un destacado especialista...
Datos del año 2005 y como siempre sacados de la contraportada. Así que sacaros la ropa de invierno y vayamos a la conquista de Moscú bajo la sapiencia de Napoleón...

Napoleón...

Francia llevaba diecinueve años en guerra casi ininterrumpida. En 1792 había sido atacada por una coalición entre Prusia y Austria. A lo largo de los años se sumaron Gran Bretaña, España, Rusia y potencias menores, todas ellas decididas a derrotar a la Francia revolucionaria y restaurar la dinastía de los Borbones. No era una lucha por el territorio. Era una lucha ideológica por el futuro orden de Europa. Atrocidades aparte, la Francia revolucionaria había introducido en la vida pública todos los ideales de la Ilustración y las potencias monárquicas veían en ella una amenaza para su existencia. Francia había hecho gran uso de esta arma para defenderse, exportando revolución y sublevando provincias que pertenecían a sus enemigos. Gradualmente pasó de víctima a agresor, pero así y todo, seguía luchando por su
supervivencia. La Francia revolucionaria no podía asegurarse una paz duradera, pues la mayoría de las potencias de Europa se resistía a aceptar la supervivencia de un régimen republicano y sentía la necesidad de destruirlo.

La subida al poder del general Napoleón Bonaparte en París en noviembre de 1799 hubiese debido romper este círculo vicioso de miedo y agresión. Bonaparte refrenó a los demagogos, cerró la caja de Pandora abierta por los revolucionarios y puso orden. Como hijo de la Ilustración y déspota, movilizó las energías de Francia para construir un Estado organizado, próspero y poderoso, el `Estado civilizado´ con que habían soñado los filósofos de la Ilustración. Estaba siguiendo los pasos de gobernantes como Federico el Grande de Prusia, Catalina la Grande de Rusia y José II de Austria, que habían introducido reformas sociales y económicas al tiempo que fortalecían la estructura del Estado y eran universalmente admirados por ello. Pero para los sucesores de estos Bonaparte era un grotesco arribista, una excrecencia de la maligna revolución.”
Malas sensaciones...

Muchos oficiales de alto rango, sin embargo, creían que ya habían ido lo bastante lejos. `Todos opinaban que ya habían soportado suficientes fatigas y tenido suficientes encuentros gloriosos para una campaña, y no deseaban seguir; sentían y expresaban con franqueza la necesidad y el deseo de poner punto final´, escribió el coronel Boulart. Muchos miembros del séquito de Napoleón, encabezados por Berthier, Duroc, Caulaincourt y Narbonne, le rogaban que diera el alto. Napoleón, sin embargo, se mantenía inflexible. `El vino se ha servido y hay que beberlo´, respondió a Rapp, que dudaba de la conveniencia de seguir avanzando. Cuando Berthier insistió en que no era aconsejable continuar, Napoleón se volvió hacia él. `En ese caso, vete, no te necesito, no eres más que un … Vuelve a Francia; yo no obligo a nadie´, espetó, añadiendo comentarios lascivos sobre lo que Berthier estaba deseando hacer con su amante en París. Horrorizado, Berthier juró que jamás, bajo ninguna circunstancia, abandonaría a su emperador, pero la relación entre ambos se mantuvo fría varios días, durante los cuales Berthier no fue invitado a la mesa imperial.”
Retirada...

Los franceses estaban retrocediendo por escalones. Napoleón iba en cabeza acompañado de la Vieja Guardia, la joven Guardia, los restos de la caballería de Murat y el Cuerpo de Junot, y llegó a Viazma el 31 de octubre. A continuación arribó Ney, seguido de los italianos del príncipe Eugéne y lo que quedaba de los polacos de Poniatowski. Cerrando la marcha iba Davout con su Primer Cuerpo.

El progreso era lento, sobre todo debido a la insuficiencia de caballos. La escasez de forraje había desgastado a los animales, cada vez más débiles para tirar de los cañones y los carros de municiones. Los cañones, tirados normalmente por tres pares, necesitaban ahora equipos de doce o quince caballos, e incluso estos no podían tirar solos de las pesadas piezas por los arroyos embarrados y las muchas pendientes del camino. Los soldados de infantería que pasaban por delante eran reclutados para ayudar a empujar, pero dada su propia fatiga, detestaban esa tarea y trataban de evitarla por todos los medios. Con el fin de aligerar la carga, se hacían estallar carros enteros de pólvora y se arrojaban proyectiles. La artillería requisaba y quemaba carruajes y carros cargados de botín y se apropiaba de los caballos. El 30 de octubre, en Gzhatsk, Henri-Joseph Paixhans, ayudante de campo del general Lariboisiére, pasó frente a una columna de carros repletos de heridos cuyos caballos habían desaparecido. `Estos pobres desdichados apelaban a nuestra compasión con las manos unidas, como si rezaran -recordaba-. Con voces desgarradoras, nos gritaban que ellos también eran franceses, que habían caído heridos luchando en nuestro bando, y nos rogaban, llorando, que no les abandonáramos´. Parte del problema era que Napoleón consideraba que estaba llevando a cabo una retirada táctica y no un repliegue.”


Esperanzas vanas en Rusia...

El joven Pushkin, todavía un colegial en San Petersburgo, escribió una oda a Alejandro, cuando este volvió de parís, jubilosa y llena de optimismo en el futuro. Pushkin expresaba el entusiasmo de una generación que confiaba en que el zar transformara el país. Para ellos, los acontecimientos de los últimos dos años habían propiciado un despertar espiritual y creían que Rusia debía cumplir su promesa rompiendo las jerarquías que dividían a la nación. Pese a rechazar los valores foráneos, y más aún los franceses, los aspirantes a reformadores soñaban con un proceso de regeneración que convirtiera a Rusia en un estado liberal progresista...

...Aunque la imagen del soldado raso patriota se ensalzaba en cuadros y grabados, y aunque fue el héroe de muchos poemas y relatos, y, por lo menos, de una obra de teatro popular en la que un campesino llegaba a oficial, la realidad seguía inalterable. Era preciso meter a los siervos en vereda y obligarles a volver al trabajo. Cuando se descubrió que un lancero había obtenido la Cruz de San Jorge por su valor era judío, le negaron el derecho a exhibirla.

La mayor parte de la sociedad rusa no veía los acontecimientos de 1812-1814 como un impulso hacia la regeneración, sino como una confirmación divina de la constitución existente del Estado ruso, que el Todopoderoso había elegido para que luchara contra el demonio de la Francia revolucionaria y napoleónica. Abandonando su liberalismo de juventud, el propio zar abrazó esta creencia. No hubo más reformas y el sistema se volvió, en algunos aspectos, todavía más asfixiante. Cuando Denis Davidov intentó publicar las memorias de sus hazañas, los censores se ensañaron con el texto y el libro tardó muchos años en publicarse. Poco a poco los héroes de 1812 empezaron a comprender que ahora que ya habían cumplido con su deber, debían proseguir con sus vidas de antes como si nada hubiera ocurrido.”

Libro apasionante y excelentemente narrado ideal para amantes de las historia, de novelas histérico históricas para que no les tomen el pelo en argumentos folletinescos, turnos de noche con horas de tranquilidad sin presencia del jefe de turno, estancias hospitalarias tanto de paciente como de visita y recomendarlo a la suegra que se cagará en todos nuestros muertos cuando vea que no hay protagonista femenina y sienta nauseas en la escenas de matanzas...

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/   

 
 
 
                                                                                








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