The Adversiter Chronicle

miércoles, 26 de marzo de 2014

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre


Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro: TORNEO DE SOMBRAS –
 El gran juego y la pugna por la hegemonía en Asia Central
Autor: Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac
Editorial: RBA Libros, S. A.
Traducción: Joan Solé
Edición: Junio de 2008

El Imperio Británico brilla en el firmamento con su joya de la corona, la India, como blasón. Pero en los cuartos de banderas se mira con recelo al Imperio Ruso que se expande por Asia y se hace necesario que una provincia china, El Tibet, sirva de tapón entre Rusia y la India británica...

Fascinante historia que no habla por contrario que pueda parecer de hechos recientes, por cuanto sigue la problemática del Tibet, Rusia vuelve a ser expansionista y China emerge como potencia. Oiremos hablar de ciudades desconocidas pero no para la imaginación, recorreremos con exploradores que eran en realidad espías pero sobre todo aventureros que además de motivaciones patrióticas y políticas, querían ser los primeros en rellenar los espacios en blanco de los mapas y cuyas cartografías servirían para campañas militares...

Veremos que los afganos son asquerosos para guerrear contra ellos ahora como antes, que la cuestión del Tibet no es tan nueva como nos la presentan y un recorrido por los dos últimos siglos de hegemonía europea donde de las cenizas del Imperio Británico surge una nueva nación que tomará el relevo en la zona como es EEUU con la siempre omnipresentes Rusia y China en lo que se ha dado en llamar El Gran Juego pese a que nos pase inadvertido a la mayoría de la ciudadanía.

Karl E. Meyer, 1943, fue jefe de la delegación de The Washington Post en Londres y en la actualidad (2008) trabaja para The New York Times. Ha publicado libros de arte y arqueología, ciencias políticas y de periodismo.

Su mujer, Shareen Blair Brysac, es productora, guionista y directora de documentales para la cadena CBS News, con los que ha ganado varios premios Emmy y un Peabody, colabora también en Archaeology Magazine.
Y tras los datos, sacados como siempre de la solapa, unas breves pinceladas que inciten a su lectura:

La Honorable Compañía de las Indias orientales...
Otorgada la carta real de la reina Isabel I en 1600, la Compañía obtuvo el permiso de sucesivos gobiernos británicos para hacer guerras, administrar justicia, acuñar moneda y ejercer a través de sus gobernadores en Calcuta, y su Tribunal de Directivos en Londres, una literal soberanía sobre la India. Más por casualidad que según un plan deliberado, se fue transformando en un grandioso experimento de privatización. Conforme aumentaban los poderes de la Compañía, también crecía la incertidumbre acerca de su misión principal. Sus directivos estaban obligados a promover el comercio británicos y los intereses de los accionistas.
Sin embargo, ¿qué debía la Compañía a sus millones de súbditos indios, o a sus vasallos principescos, cuyos numerosos reinos formaban una exótica labor de retazos en el mapa? Igual de difícil era calibrar la obligación externa de la Compañía con los intereses estratégicos británicos durante un siglo de conflicto global con Francia. Finalmente, para
asegurar una mayor responsabilidad, el Parlamento estableció en 1793 una Junta de Control con autoridad para refrendar o dictar las órdenes promulgadas por la Compañía. En lo sucesivo, la Corona adquirió la práctica de aprobar la designación del gobernador general, que invariablemente era un aristócrata de Inglaterra en vez de un hombre de la Compañía. Así, a lo largo de décadas, la Compañía fue evolucionando hacia un híbrido desconcertante, algo menos que una entidad independiente, pero mucho más poderosa que cualquier ministerio del Gobierno. La institución era, según una famosa observación de lord Macaulay, `el más extraño de todos los gobiernos, concebido para el más extraño de todos los imperios´”.

Viaje a la India británica...
Por decirlo del modo más suave, la suerte del viajero en la India británica de la segunda década del siglo XIX no era fácil.
Todavía no había llegado el ferrocarril, ni se había mejorado la Gran Carretera Principal ni se habían construido nuevas vías de comunicación, no había surgido a lo largo del camino una red de puestos de montaña, acantonamientos y asentamientos fronterizos. Para losa europeos, la naturaleza era omnipresente y hostil. Las intensas lluvias no suponían ningún alivio a las pestes con alas, uno de cuyos especímenes especialmente desagradable era el escarabajo de ampolla, que se introducía y se revolvía en la ropa y cuando la aplastaban dejaba una rencorosa mancha y ampollas. Los reptiles venenosos podían aparecer en cualquier parte.”

Afganistán...
Al fondo surge el paisaje tosco y escarpado de Afganistán. La tierra, los montes y las murallas de Jalalabad son de color pardo, lo que nos recuerda que `khaki´ proviene de las palabras persa e indostaní para designar el polvo. Si ponemos el foco en primer
plano, vemos un caballo jadeante que transporta a un jinete herido. Éste se inclina hacia atrás, sin soltar la silla de montar. Tiene la cabeza girada, los ojos miran sin expresión. Todo su ser indica agotamiento, conmoción, derrota. El cuadro, titulado `Los restos del ejército´, muestra al doctor William Brydon, que se dice que fue el único superviviente de la guarnición de Kabul tras la catastrófica retirada de la ciudad afgana en 1842. Desde la batalla de Hastings a la de Dunkerke, los británicos han experimentado una cierta satisfacción descarnada al recordar los desastres militares, y no ha habido desastre más completo, asombroso y, cabría añadir con justicia, merecido que la derrota británica en la primera guerra afgana.”

Política de avance...
A principios de 1877, Lytton envió a un emisario a Peshawar para que se reuniera con el principal ministro del emir. El fracaso estaba cantado: el ministro estaba enfermo e irritable, el enviado de Lytton insistió en la única condición que no era negociable, la entrada de misiones británicas en Afganistán. Se les dijo a los británicos que, si Sher Ali aceptaba, Rusia presionaría para obtener derechos comparables y correría el riesgo de ganarse su enemistad en caso de negárselos. Peor aún, aquella concesión era tan ofensiva para los afganos que el emir temía ataques contra los oficiales británicos que pudieran enemistar a ambos países. Todo ello se expuso en voluminosas cartas y actas que muchas décadas después estudió minuciosamente W. K. Fraser-Tyler. A su parecer, los documentos revelaban una cierta impaciencia por parte de Lytton, `una determinación tal vez algo rígida por alcanzar un objetivo bien delimitado, un objetivo, por añadidura, que ya se había trazado antes de salir de Gran Bretaña.´
Ese objetivo era la `última expresión de la futura política de avance, que debía aplicarse con escasa o nula consideración por los deseos afganos, y con una determinación
inquebrantable por situar la frontera defensiva india en el mismo punto donde había estado en los tiempos de los grandes imperios, en los de Asoka y Akbar: en las cadenas septentrionales del Hindu Kush y más allá del valle del Oxus´. Para lograrlo, Lytton estaba dispuesto a reemplazar a Sher Ali por un emir más sumiso o, en su defecto, a conquistar y dividir Afganistán.”

El Tibet...
Esta sensación de inseguridad asediada no afectaba sólo al imperio sino también a sus escoltas y dependencias exóticos, especialmente el Tibet. Desde 1904 hasta 1947, Gran Bretaña fue la única potencia occidental representada en el reino del Himalaya, en virtud de una curiosa disposición por la que el Gobierno de la India destinó a tres agentes comerciales, que en realidad eran oficiales políticos, en lo que legalmente forma parte de China. En todos esos años, sin embargo, los británicos fueron incapaces de resolver las enojosas cuestiones de las fronteras y el estatuto legal del Tibet. El objetivo primordial de la política británica en el Tibet era impedir el acceso de las potencias rivales a Lhasa, y mantenerlas lejos de la Frontera Noreste de la India. Pero ¿qué hacer con el Tibet, un reino teocrático más grande que Europa occidental y formalmente parte integral

de China? Si el Tibet fuera más pequeño, se habría podido destinar un residente británico a Lhasa, y el Tibet podría haberse convertido en un nuevo protectorado del imperio. Pero el Tibet era demasiado grande. Era demasiado importante para China, que lo había dominado durante más de dos siglos. Antes, el Tibet había sido una potencia independiente que se constituía en imperio, y su gente todavía habitaba grandes zonas de la China occidental (o del Tibet oriental, según se consideraba desde Lhasa). También Rusia estaba interesada en el Tibet, tanto en lo espiritual como en lo estratégico, habida cuenta de que los mongoles buriat que vivían en Siberia veneraban al Dalai Lama.”


Rusia...
"Con toda su maldad, se suponía que Stalin era el realista absoluto. Como se constata en `Diplomacia´, 1994, de Henry Kissinger, con sus referencias casi admirativas a Stalin. Kissinger nos dice que el dictador soviético `era un maestro en la práctica de la Realpolitik, no un caballero cristiano´.

En vista de la confusión en la actual Federación Rusa, tal vez no sea tan extraño que muchos rusos recuerden con nostalgia a Stalin y su imaginado realismo. El presidente del partido Comunista Ruso, Genadi Ziuganov, ha publicado un manifiesto, `La geografía de la victoria´, que se basa en Mackinder. Llama a los eurasiáticos a unirse según las pautas soviéticas y repudiar las influencias `atlánticas´ (es decir, norteamericanas). De hecho, el sueño de un nuevo Interior Euroasiático `se ha
convertido en el objetivo común de la coalición rojo – marrón de Rusia´, informa Charles Clover en un texto de Foreign Affairs. Empieza provocadoramente: `Pocas ideologías modernas son tan caprichosamente omnímodas, tan romanticamente oscuras, tan intelectualmente descuidadas y tan capaces de desencadenar una tercera guerra mundial como la teoría de la geopolítica´. “

Apasionante libro que se devora casi del tirón por cuanto abre los ojos sobre una zona de la que creemos saber lo fundamental pero desconocemos todo y donde desde hace siglos Europa Occidental, Rusia y EEUU pelean clandestinamente por asegurar la llave de la puerta que conduce a la India y que las ínfulas geoestratégicas de Putin siguen la mejor tradición soviética de antaño, continuadora a su vez de la mejor tradición imperialista de zares y zarinas...
 
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV

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