A veces me quedo extasiado
observando el atardecer en el acantilado, cuando el sol se acaba de
esconder en el horizonte y las nubes se tiñen de tonos anaranjados.
No dura mucho y no es todas las tardes aunque cuando me topo con una
es como si el espacio tiempo se plegara y otras tardes, su recuerdo,
de ocaso solar tiñendo las nubes fueran en una línea temporal.
Igual fue en otro final de verano, pero por algún extraño arcano es
un recuerdo fresco en la memoria como si hubiera pasado también ayer
y también antes de ayer sucesivamente. Luego si me detengo en las
neuronas de memoria la línea temporal se diluye y recuerdo cuándo
las vi la última vez...
Supongo que me refugio en
las nubes pensando en las musarañas, a fin de cuentas ya piensan
otros y cobran por ello aunque llevar sus pensamientos a la realidad
sea una jodienda, ya universal a todos los niveles. Puede que sea el
principio del fin o sólo es agradable pensar que es el fin del
inicio, lo malo es el intervalo entre uno y otro con el suspense y la
tragedia del momento final...
Cuando ruedan las cabezas
de los segundones cercenadas por los primeros y superiores es que
algo huele a podrido y no precisamente en Dinamarca, aunque en
realidad no huela a nada salvo a lo de siempre, con distinto collar y
correa, pero son las inmundicias de siempre: poder, sexo, dinero y
religión. Se puede configurar, como se dice ahora, a gusto del
sufridor ya que el orden de los factores no altera el producto: la
guerra...
Y cae la noche.
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