The Adversiter Chronicle

miércoles, 25 de septiembre de 2024

CUENTO DE OTOÑO


Le gustaba esa sensación desde que siendo niño le llevaban a la playa, acercarse donde rompe el agua en la arena, sentirla entre los dedos de los pies primero, luego la sensación seguía por las plantas de los pies y finalmente sentir a la inversa cuando el agua se retiraba y se escurría con arena entre los dedos, era muy relajante. Y le gustaba el arenal a finales de septiembre, ya otoño, vacía de muchedumbre tomando el sol, claro que el arenal estaba algo apartado y sólo había un tipo sentado en una silla plegable y una sombrilla, con gafas de sol y aparentemente mirando como se remojaba los pies o tal vez tuviera la vista perdida con algún pensamiento, puede que hasta estuviese dormitando. Decidió saludarlo alzando el brazo a ver si obtenía respuesta y tras unos segundos el tipo de la hamaca alzó su brazo devolviendo el saludo. Se dispuso a salir del agua, sus pies se habían hundido en la arena unos centímetros y hasta le costaba mover los pies, la verdad es que cuando los movía para salir parecía que se hundían un poco más y sintió pánico, no por nada en concreto, pero pánico durante unos segundos...

-¡No haga eso, muchacho, no haga eso! ¡Estese quieto!- Le gritó el tipo de la hamaca que se levantó y cogió la hamaca y la sombrilla acercándose a la orilla, a poco más de dos metros

-¡Creo...! ¡Creo que me estoy hundiendo en la arena!- Le dijo al tipo de la hamaca que le miraba a través de las gafas de sol ya sentado de nuevo bajo la sombrilla

El tipo de la hamaca se quitó las gafas de sol, sacó un cigarrillo y lo encendió soltando una gran bocanada...

-Mira muchacho, no voy a engañarte... Vas a morir tragado por la arena, sé que suena increíble pero te has metido en una poza de arenas movedizas, sólo lo son en esta época del año y hasta la primavera...

-¡Ayúdeme maldita sea! ¡Use la sombrilla!- le gritaba desesperado al tipo de la sombrilla- ¡No se quede sentado, ayúdeme!

El tipo de la hamaca se acercó más a la poza y soltó una bocanada de humo, con cara inexpresiva pero sí cierto fulgor en la mirada...

-Muchacho, no voy a mover un dedo por sacarte de ahí. Es mejor que lo comprendas.

-¡Estás loco! ¡Estás loco!- y comenzó a intentar sacar arena con las manos pero si hundía los dedos en la arena sentía la succión y las retiró rápidamente, moviendo el cuerpo sin ser consciente y acelerando el proceso de hundimiento

-¿Loco?- preguntó el tipo de la hamaca sonriendo- Verás, soy lo que la ciencia médica define como un psicópata, siento falta de empatía por el prójimo. Descubrí este sitio de adolescente, jugando con un compañero de instituto... Se lo tragó la arena en un santiamén, algo increíble que me hizo quedar fascinado viendo como se hundía cada vez más mientras intentaba salir...

-Por favor...- suplicó casi en sollozos, hundido ya por encima del ombligo al tipo de la hamaca

-El caso es que me excité -le decía el tipo de la hamaca que encendió otro cigarrillo- No era una excitación sexual, que lo fue, era un conjunto de sensaciones placenteras, los gritos de auxilio, el llanto, verle revolverse y hundiéndose cada vez más... La policía indagó y hasta me interrogaron pero tenía la coartada perfecta y el arma perfecta...

-¡Escuche, coja mi cartera, está en la bolsa a unos pocos metros, tengo tarjeta de crédito y dinero en la cuenta...!

El tipo de la hamaca se incorporó y arrojó con rabia el cigarrillo a la poza...

-¡No me has escuchado muchacho! ¡Me gusta y me excita ver como te hundes en la arena negando tu mala suerte! ¡Me gusta verte morir, capullo!

-Por...favor...ayúdame... maldito...- la arena ahogó su voz a la vez que comenzaba a ahogarse y su cabeza terminó de hundirse en pocos segundos

El tipo de la hamaca miró a izquierda y derecha, pero no había nadie. Plegó la hamaca y cerró la sombrilla. Le gustaba la puesta de sol, era relajante tras una sesión, otro crimen perfecto. Llegó a su casa, en la carretera a un par de miles de metros del arenal, la guarida perfecta. Le encantaba esa sensación de paz acompañada de una cerveza fría. Era un tipo feliz, posiblemente el psicópata más feliz del mundo y con el arma perfecta que no dejaba huellas ni rastros. Apuró la cerveza y se sentó frente al ordenador y abrió una nueva anotación contando la vivencia, el de hoy hacía el número diecisiete en once años. Ultimamente fantaseaba con la idea de que la arena se tragase a una madre con su bebé, sería algo sublime y delicioso. Pero no tenía prisa, tenía el resto de la vida para sumar nuevas víctimas con su arma indetectable...

Realmente se sentía un tipo feliz de la vida.

FIN

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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