Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje por la ferretería
El
viajero se para en el escaparate de la ferretería antes de entrar,
necesita un enchufe múltiple y un destornillador pequeño de
estrella para una pequeña chapucilla doméstica. La ferretería
tiene un amplio escaparate que hace esquina y permite adivinar un
local amplio. El escaparate que observa el viajero tiene tres grandes
ventanales, uno dedicado a cerraduras, mirillas y manillas, algo
impresionante piensa el viajero que mira con curiosidad las mirillas
electrónicas, las manillas de latón dorado y con curiosidad las
cerraduras de seguridad. Otea un poco el ventanal aledaño y puede
ver que muestra un arsenal de máquinas herramientas, taladros,
radiales, máquinas para el jardín, artefactos extraños al viajero
que aparta la mirada y se dispone a entrar. La entrada es una puerta
corredera de cristal que ya predispone la empatía del viajero. El
local hace forma de `L´ y el espacio de entrada está
compartimentado en estanterías y sus pasillos que el viajero obvia
porque están dedicados a menaje aunque le llama la atención el
escaparate de la pared en el pasillo para ir al mostrador del fondo
lleno de tostadoras, cafeteras y sandwicheras apetecibles a la vista.
Al llegar al mostrador gira a la derecha donde el local se abre a la
sección de cachivaches relacionados con la cosa eléctrica,
alargadores, regletas de diversos tamaños con o sin interruptor de
corriente y los enchufes múltiples objeto del viaje. Mira los
precios el viajero aunque no pertenece al gremio de la electricidad y
desconoce si son caros, baratos o ambos a la vez ya que hay varios
modelos de distintas marcas aunque a los ojos profanos del viajero
son casi todos iguales. Ocurre lo mismo con los precios que se
diferencian en más o menos céntimos y decide coger el que tiene a
mano, de tres tomas, descartando los más baratos de dos tomas. Le
queda al viajero encontrar un destornillador de punta de estrella
pequeña y se lanza a su búsqueda en el amplio local donde
encuentra un auténtico laberinto de estanterías y calles. El
viajero se topa con todo tipo de utensilios como tijeras de podar y
familia derivada, la sección de pintura con desfile en orden militar
de brochas grandes, pequeñas y medianas; pinceles grandes, pequeños
y medianos; cinta de papel para proteger de manchas de pintura no
deseadas; botes de pintura de variados colores y más variados
formatos de envase, dos mostradores bien atendidos y un ligero mareo
de deambular a tientas y a ciegas en busca del jodido destornillador
de marras y punta de estrella. El viajero nota que está sufriendo
una especie de narcolepsia en las profundidades de la ferretería,
maldiciendo su suerte de encontrar rápido el jodido enchufe
múltiple, de tres tomas, y que esté perdiendo la salud y casi la
consciencia en el mar ferretero en que han convertido el amplísimo
local. El viajero atina a ver a un empleado desocupado en el
mostrador y se acerca aliviado para preguntar por la sección de
destornilladores. El empleado le mira un segundo con cierto desdén y
le indica que lo tiene a su espalda mientras se dirige a atender a
otro cliente que porta un cachivache en las manos, sintiéndose
gilipollas por buscar en todas direcciones y no haberse percatado de
la estantería de destornilladores. Escoge el viajero el desado y
buscado destornillador de marras y busca dónde pagar. Ve una pequeña
cola de tres personas en otro mostrador al fondo y se une a la cola.
Mientras llega su turno el viajero mata el tiempo observando
productos tales como mini linternas de bolsillo, llaveros con
linterna de bolsillo, gafas de lectura, pilas de todos los modelos y
tamaños. El viajero llega por fin al mostrador y paga dirigiéndose
a la puerta corredera aledaña. El viajero echa un vistazo a los
artículos del escaparate que da a la esquina de la puerta de salida.
De súbito el viajero deja de ver el escaparate y recuerda la
ferretería cerca del barrio de su niñez y adolescencia que parecía
enorme con multitud de cosas atiborrando el local, la bata azul del
dependiente y los cajones llenos de tuercas, tornillos de todos los
tamaños que siempre le hacían preguntarse al viajero de entonces
cómo era capaz el ferretero de saber dónde estaba todo. El pitido
de un coche saca al viajero de su abstracción y aprovecha para cruzar
el semáforo y acercarse hasta...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
theadversiterchronicle@hotmail.es
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