CUANDO CAMINANDO
TROPEZAMOS CON INFANCIA JUGANDO CON UNA PELOTA
Llega
el verano y el fin del curso escolar, aunque esta compostura del
postureo también es necesaria en época de clases y mal tiempo
aunque merece capítulo aparte ya que los fenómenos meteorológicos
influyen a la hora de adoptar una compostura del postureo. Me ceñiré
a la típica tarde de buen tiempo veraniego donde caminando de pronto
estamos ante un patio de colegio improvisado con tierna infancia
jugando con una pelota. Antaño eran los niños quienes jugaban a
darle patadas a una pelota en medio de una acera amplia, una pequeña
plazoleta o esa infancia peloteando mientras sus mayores disfrutan de
un local hostelero, ahora las niñas también dan patadas a un balón.
Vamos caminando tranquilamente cuando pasa un balón cerca nuestro y
nos percatamos de que están jugando una pachanga un grupo de niños
y niñas. La primera compostura del postureo que nos viene a las
neuronas es la indignación de que osen ponerse a dar patadas a una
pelota sin considerar a los viandantes, paseantes o simplemente
caminantes a ninguna parte. Hay que tener cuidado con ponerse hecho
una furia porque o bien los niños y niñas se quedan quietos y se
asustan comenzando a soltar berridos y llantos que llama la atención
de sus mayores y nos miran furibundos en el mejor de los casos o
salir por piernas del improvisado campo de juego de patio de colegio.
Los hombres de mediana edad o jóvenes ya talluditos con pedete
lúcido pueden tener la ocurrencia de adoptar una compostura del
postureo de coger la pelota parándola con el pie y demostrarles que
quien tuvo retuvo para darles una lección de manejo de la pelota.
Esta compostura del postureo puede propiciar que hagamos el mayor de
los ridículos pegando al aire y cayendo de culo, torcer el tobillo
por hacer el ganso regateando y en alguna ocasión dar una patada que
mande la pelota a la acera de enfrente o golpea un coche para susto
de la conductora o conductor, y de nuevo salir por piernas es la
mejor compostura del postureo llegados a tales extremos. Quiero
finalizar con la compostura del postureo cuando recibimos un
pelotazo. Si es en zona genital y con el factor sorpresa, puede
quedar el escroto a la altura del ombligo con dolorida bajada a su
sitio mientras la infancia, pasado el segundo de pasmo, comienze a
reirse contagiando a clientes de terrazas y fisgones de ventanas para
ver lo que ocurre en el vecindario. Hacer la esfinge quedando quietos
y tiesos puede ser una compostura del postureo que evite el choteo de
infancia, usuarios de terrazas de hostelería y viejas del visillo,
pero el dolor puede ser tal que seamos incapaces de mover las piernas
mientras el escroto vuelve a su sitio entre sufrido dolor en
silencio. La compostura del postureo con malas formas, acordarse de
los progenitores de las criaturas y dar una patada o lanzar con la
mano la pelota a tomar por el culo nos obligará a salir por piernas
o rendir cuentas a la policía local cuando se persona en el lugar de
los hechos. Ante la visión de infancia jugando a la pelota en un
espacio público la mejor compostura del postureo es buscar rutas alternativas o que uno de los
porteros coja el balón sin menoscabo de que durante los lances del
juego haya momentos de parón del mismo que aprovechemos para pasar
raudos antes de que se reanude el mismo. En resumen, el espacio
público deja de serlo cuando una horda de niñas y niños deciden
jugar una pachanga, la violencia no es una opción y sí adoptar una
compostura del postureo apropiada a las circunstancias del momento.
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