The Adversiter Chronicle

miércoles, 6 de marzo de 2024

"Ni a pata ni alpargata y menos a La Alcarria", suplemento viajero cutre

Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje por el interior del autobús municipal

El viajero sube al autobús, había gente, casi muchedumbre para los cánones del viajero, en la parada aunque al final sólo suben tres al autobús del viajero. Está abarrotado el interior y el viajero sólo puede asirse de forma algo ortopédica a la primera barra de sujeción tras sortear un orondo y venerable anciano que se interponía entre el viajero y la barra de sujeción. Apenas puede meter la mano y sujetarse de forma precaria a la barra, además el orondo jubilado tiene el rostro casi mirando al viajero y carraspea, hasta hay un simulacro de estornudo y el viajero empieza a proyectar en su mente aerosoles cargados de virus gripales saliendo de las fauces del gordo vejestorio que empieza a ser motivo de estrés para el viajero...
Dos paradas después de subirse al autobús el viajero, se apea abundante pasaje en nutrida formación de salida por las puertas centrales, parece que se hace sitio cuando hace su entrada una madre con su bebé en carrito, lo cual obliga al pasaje entre el que se incluye el viajero a salir del espacio reservado al aparatoso carrito de bebé y su aparatosa madre en el manejo del mismo para maniobrar mientras el pasaje afectado se arremolina a las barras de sujeción donde buenamente pueden. El viajero podría decirse que está sujetado por alambres, tal es la forma endeble en que ha logrado agarrarse a la barra de sujeción de tal manera que, cuando frena el autobusero, debe concentrar y repartir fuerza de equilibrio en las piernas para evitar la fuerza centrífuga que le lleva en rumbo de colisión con el resto de apretujado pasaje en la zona central del autobús. Los imaginarios de aerosoles cargados de virus gripales dan paso en la mente del viajero a presentir un frenazo brusco que le haga escoñarse contra alguien u contra algo, sintiendo incluso una pequeña taquicardia, la desasosegante sensación de marearse...
El autobús se detiene en una parada de conexión con otras y mientras desagua otra muchedumbre por las puertas centrales logra el viajero otear un asiento libre, observa que falta un cráneo que contabilizar en los asientos. Se dirige raudo y con ojos de ave rapaz buscando una liebre que echarse al buche, sorteando bolsos, cascos musicales con patas y demás obstáculos hasta lograr sentar sus reales en el asiento libre. Hay un tipo de grandes dimensiones con pinta de estar algo ido, bien asentado con una de sus piernas ocupando espacio vital de las piernas del viajero, que con disimulo de cortesía le da un pequeño toque que aparente que se está sentando y el compañero de asiento no se ha percatado hasta que siente la rodilla del viajero. El tipo enorme ni se inmuta, ni un leve movimiento, un síntoma de que ha captado la colisión de rodillas. El viajero le mira girando la cara con el subterfugio de acomodarse y ve que el tipo enorme está como en trance. Los miedos y taquicardias de ir mal sujeto dan paso a una pesadilla de un psicópata en el autobús donde el viajero es su víctima y justo estaba en ese momento cumbre de la pesadilla cuando el tipo enorme le mira y comienza a moverse amenazadoramente hacia el viajero, que logra recomponerse y se levanta para dejar al tipo enorme bajarse en la próxima parada...
Sube más gente y el viajero duda de si sentarse en asiento de ventanilla o de pasillo, observando que el nuevo pasaje es gente mayor y con algún que otro problema de movilidad, una joven con un serio trastorno alimenticio que le hace tener un considerable volumen y un notas vestido de algo con gorra de beisbol y gafas de sol de plástico. El viajero decide quedarse en asiento de pasillo, prefiere levantarse a ceder sitio en el asiento de ventanilla que pedir paso al llegar a la parada y que la cadera jodida, los trastornos alimenticios o la sordera catatónica tarden en dejarle salir y se pase de parada...
Reemprende el autobús la marcha y el viajero se relaja satisfecho porque quedan tres paradas de viaje antes de apearse, viaja solo en los asientos y el autobús va a buena marcha que le hará llegar a tiempo. El viajero se levanta cuando el autobús enfila su parada de destino y, con agilidad barrunta para sus satisfechos adentros el viajero, hay un segundo en que permanece a merced del autobús con su brazo buscando la barra de sujeción con timbre y la otra mano suelta el asiento; segundo eterno donde el viajero puede visualizar un frenazo brusco con él rodando por el suelo del autobús cuan largo es hasta los pies del autobusero. No ocurre nada y el viajero toca el timbre satisfecho y jurando y renegando para sí mismo que nunca jamás hará el Tarzán trotando entre lianas cuando se levante del asiento. Las puertas se abren y el viajero echa un último vistazo al interior del autobús. Siente cerrarse las puertas del autobús a su espalda, siente el ronquido del motor al emprender la marcha y respira aliviado de no haberse contagiado de gripe, ser víctima de un lunático y librar de salir rodando por el suelo. Toda una aventura de viaje, piensa el viajero, cuando enfila en dirección a la...
Pero ése, ya es otro viaje.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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