The Adversiter Chronicle

lunes, 25 de diciembre de 2023

CUENTO DE NAVIDAD

La azafata terminó de comprobar el cinturón de seguridad, puso la mano sobre el hombro de Agustina y la miró con una sonrisa...

-Así estará bien -le dijo mientras se incorporaba para irse a otro asiento a comprobar los cinturones de seguridad.

Agustina no pudo evitar tocar de nuevo la hebilla del cinturón de seguridad. Se sentía atada al asiento, incomodidad necesaria mientras despega el avión, pensó para sí. Miró por la ventanilla el cielo azul salpicado de nubes blancas que le recordaban la niñez cuando se tiraba en la hierba y miraba las nubes en las que siempre encontraba una figura de un animal, a veces rostros grotescos. De nuevo se tocó la hebilla del cinturón de seguridad ansiando el despegue que la llevara con los suyos a celebrar la Navidad. La mayoría de sus familiares vivían lejos, en lugares lejanos que algún día visitará. Repasó mentalmente otras navidades donde rostros conocidos volvían a la vida, recordó la primera navidad como madre y adornar el árbol con el bebé mirando curioso las luces y los brillos de los adornos navideños. Quería llegar y hacer lo mismo con su nieta, que al principio siempre se muestra remolona como la niñez ante la vejez, aunque Agustina no se sentía vieja como anciana, tenía algún achaque, los viajes en avión se hacían cada vez más pesados y sólo el ansia de ver la familia lograba darle fuerzas para montarse en avión, más rápido que el tren donde el viaje se le hacía eterno. Sí sentía cansancio, fatiga vital había leído en alguna parte y echó en falta no haber traído un libro, una revista, el periódico, algo para aliviar las horas de vuelo, largas aunque cómoda en la silla aunque el cinturón de seguridad era molesto, al menos cuando sirvieran algo de comer ya estaría libre de la atadura. Recordó a su difunto esposo y sintió una lágrima brotar, despacio, asomando casi pidiendo permiso. El viajero a su derecha le dice algo, pero Agustina no le entiende, debe de ser extranjero. Agustina le mira y asiente con la cabeza, no sabe qué narices le habla ni en qué desconocido idioma. El viajero la mira, va a decir algo pero gira de repente el rostro y habla con otro pasajero. Pobre hombre, piensa Agustina, seguro que se siente solo sin nadie que le entienda, tampoco la azafata está a la vista para que le atienda y Agustina siente pena por el desconocido viajero que habla en lengua extraña. Agustina cierra los ojos y siente que el sueño hace acto de presencia, mejor, así cuando aterrice y vayan a recogerla estará fresca y descansada para la cena de Nochebuena. Además, tiene esa fatiga en el pensamiento que sólo se calma echando una buena siesta...



-¡Pues vaya jodienda que tu primera noche de curro sea en Nochebuena! A mí no me importa porque luego libro Nochevieja.

-Hay que empezar alguna noche y las horas extras se agradecen.

Los enfermeros cruzaron el pasillo en penumbra y entraron al pabellón de residentes.

-Bueno, tienes suerte porque la mayoría han salido a pasar la Navidad con sus familiares. Pero tenemos a dos, ese de ahí está completamente senil y aunque es tranquilo hay que vigilarle que no entre en brote y empiece a hablar cosas que nadie entiende. Y la de al al lado es Agustina, está completamente ida y no se entera de nada, una especie de autismo catatónico. Hay que amarrarla bien porque suele intentar soltar la hebilla. Solemos atarla después de comer, por la mañana está medio dormida en la cama pero hay que levantarla y sentarla en la silla.

-¿Pero no sabe dónde está ni quiénes somos?

-Mira, este pabellón lo llamamos de los lelos y lelas. Están en babia, como vegetales. No debes pensar si sufre en la silla amarrada, no se entera de absolutamente nada, si llueve, si hace sol. Sólo de vez en cuando llora sin venir a cuento ni decir nada de nada. Lo mejor que puedes hacer es hacer las rondas, ver que no se desatan o empiezan a gritar y pasar de ellos. Y en el caso de Agustina debes verla como un vegetal que ni siente ni padece.

Los enfermeros entraron a la pequeña oficina del pabellón donde un cristal les permitía observar a los ingresados. El pabellón volvió al silencio y sólo el resplandor de las luces del pequeño árbol de navidad lanzaba sombras de luz a intervalos que iluminaban levemente a los dos residentes esa noche que de vez en cuando se removían en la cama por la molestia de sus ataduras con correas.

FIN

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org




theadversiterchronicle@hotmail.es 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger