The Adversiter Chronicle

jueves, 10 de agosto de 2023

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Partidos de fútbol de `A´ contra `B´

A partir de 5º de EGB los cursos se dividieron en dos grupos, `A´ y `B´, que perduraron hasta finalizar 8º. Pertenecer a uno u otro dependía del apellido, en mi caso me tocó `B´, y desde el principio existió una rivalidad entre uno y otro grupo. Un signo de la misma eran los partidos del sábado que se fraguaban a lo largo de toda la semana, preguntando quién podía ir y quién no. Al final se lograba reunir un equipo de cada clase acordando la hora y el lugar...
La hora era sobre las diez, si no me falla la memoria, y había dos terrenos de juego que podíamos ocupar durante un par de horas. Uno era en terrenos de la universidad, hoy acotados y reglados; era un campo casi normal de dimensiones, algo inclinado incluso, al que había que llegar temprano porque otros equipos lo ambicionaban y quien primero llegaba primero jugaba quedando el remedio para quienes llegaban tarde de jugar en otros campos aledaños, ya sin dimensiones de campo de fútbol. La segunda alternativa era un viejo merendero de la zona rural de la ciudad que había visto mejores tiempos como restaurante y salón de baile. Ahora había otro negocio pero quedó relegado del mismo el viejo campo de fútbol que hasta tuvo en sus tiempos un equipo local. Pero de aquella era un campo reglamentario donde no brillaba el césped y cuando llovía se convertía en un barrizal capaz de parar en seco el balón o que los porteros dejaran una bota o las dos al hacer una parada y los playeros se quedaban clavados en el barro...
No había árbitros, salvo una ocasión en que el padre de uno de la clase `A´ se empeño en arbitrar. Fue un completo desastre y hubo controversias desde el pitido uno, culminando con el chulo de mi clase mentando a la madre del `árbitro´ tildándole de hijo de una mujer que se dedica al oficio más viejo del mundo. Nunca volvió el voluntarioso padre a ejercer de árbitro y no recuerdo si el hijo volvió a jugar algún partido de sábado. La cosa se tomaba en serio y disfrutábamos, había incluso un compañero de clase que llegó a futbolista profesional, pese a que se llegaba al descanso con una sed de dromedario tras atravesar el desierto y los inevitables flatos...
En realidad aquellos partidos de sábado por la mañana eran la continuación del patio de recreo y sus pachangas con equipos de cinco y quedaba eliminado quien recibía un gol dando paso a otro equipo...
Me queda el recuerdo de la ansia de jugar en un campo de verdad pese a que no era muy bueno. Lo sé que no lo era porque cuando tocaba hablar antes del partido yo era de los tildados de que se cubrían solos, dando a entender que era un negado. Sólo era un niño que disfrutaba corriendo detrás de la pelota como el resto de compañeros. La culminación sería un partido `oficial´ entre las dos clases en 8º donde se cobraría entrada a familiares y público para el viaje de estudios que marcaría el final de la etapa en EGB. Mis padres me llevaron a comprar una camiseta blanca y un pantalón azul, puse el número siete en la camiseta, de rojo que destacaba en el blanco. Cuando quedaba menos de un mes para el partido, creo que dos semanas, alguien hizo una pintada alusiva a la profesora de religión entre otras asignaturas, una pintada llamándola hija de una mujer que se dedica al oficio más viejo del mundo. La medida disciplinaria fue draconiana toda vez que no se presentó el autor o autores y el resultado fue un castigo para ambos grupos y se suspendió el partido donde jugaríamos en un campo de verdad, incluso había invitados ojeadores del equipo de la ciudad. Creo que fue mi primera decepción con el mundo, soñaba en jugar, aunque fuera unos minutos, un partido de verdad y fantaseaba con meter un gol, correr celebrando el tanto. Todo se esfumó y fue un tema que se hablaba en voz baja, en el bus de regreso aunque nunca se supo, yo al menos, el autor o autores; todos teníamos sospechosos pero era de esas cosas que se hablaban casi a escondidas. La EGB terminó y nos separamos en bachillerato que el colegio no ofrecía aún para desperdigarnos por los centros educativos de la ciudad. Es curioso que, pese al tiempo ya transcurrido, tenga fresca en la memoria aquellas sensaciones, aquella decepción que me golpeó por primera vez cuando nos castigaron suspendiendo el partido...
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
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