Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
Partidos de fútbol de
`A´ contra `B´
A
partir de 5º de EGB los cursos se dividieron en dos grupos, `A´ y
`B´, que perduraron hasta finalizar 8º. Pertenecer a uno u otro
dependía del apellido, en mi caso me tocó `B´, y desde el
principio existió una rivalidad entre uno y otro grupo. Un signo de
la misma eran los partidos del sábado que se fraguaban a lo largo de
toda la semana, preguntando quién podía ir y quién no. Al final se
lograba reunir un equipo de cada clase acordando la hora y el
lugar...
La
hora era sobre las diez, si no me falla la memoria, y había dos
terrenos de juego que podíamos ocupar durante un par de horas. Uno
era en terrenos de la universidad, hoy acotados y reglados; era un
campo casi normal de dimensiones, algo inclinado incluso, al que
había que llegar temprano porque otros equipos lo ambicionaban y
quien primero llegaba primero jugaba quedando el remedio para quienes
llegaban tarde de jugar en otros campos aledaños, ya sin dimensiones
de campo de fútbol. La segunda alternativa era un viejo merendero de
la zona rural de la ciudad que había visto mejores tiempos como
restaurante y salón de baile. Ahora había otro negocio pero quedó
relegado del mismo el viejo campo de fútbol que hasta tuvo en sus
tiempos un equipo local. Pero de aquella era un campo reglamentario
donde no brillaba el césped y cuando llovía se convertía en un
barrizal capaz de parar en seco el balón o que los porteros dejaran
una bota o las dos al hacer una parada y los playeros se quedaban
clavados en el barro...
No
había árbitros, salvo una ocasión en que el padre de uno de la
clase `A´ se empeño en arbitrar. Fue un completo desastre y hubo
controversias desde el pitido uno, culminando con el chulo de mi
clase mentando a la madre del `árbitro´ tildándole de hijo de una
mujer que se dedica al oficio más viejo del mundo. Nunca volvió el
voluntarioso padre a ejercer de árbitro y no recuerdo si el hijo
volvió a jugar algún partido de sábado. La cosa se tomaba en serio
y disfrutábamos, había incluso un compañero de clase que llegó a
futbolista profesional, pese a que se llegaba al descanso con una sed
de dromedario tras atravesar el desierto y los inevitables flatos...
En
realidad aquellos partidos de sábado por la mañana eran la
continuación del patio de recreo y sus pachangas con equipos de
cinco y quedaba eliminado quien recibía un gol dando paso a otro
equipo...
Me
queda el recuerdo de la ansia de jugar en un campo de verdad pese a
que no era muy bueno. Lo sé que no lo era porque cuando tocaba
hablar antes del partido yo era de los tildados de que se cubrían
solos, dando a entender que era un negado. Sólo era un niño que
disfrutaba corriendo detrás de la pelota como el resto de
compañeros. La culminación sería un partido `oficial´ entre las
dos clases en 8º donde se cobraría entrada a familiares y público
para el viaje de estudios que marcaría el final de la etapa en EGB.
Mis padres me llevaron a comprar una camiseta blanca y un pantalón
azul, puse el número siete en la camiseta, de rojo que destacaba en
el blanco. Cuando quedaba menos de un mes para el partido, creo que
dos semanas, alguien hizo una pintada alusiva a la profesora de
religión entre otras asignaturas, una pintada llamándola hija de
una mujer que se dedica al oficio más viejo del mundo. La medida
disciplinaria fue draconiana toda vez que no se presentó el autor o
autores y el resultado fue un castigo para ambos grupos y se
suspendió el partido donde jugaríamos en un campo de verdad,
incluso había invitados ojeadores del equipo de la ciudad. Creo que
fue mi primera decepción con el mundo, soñaba en jugar, aunque
fuera unos minutos, un partido de verdad y fantaseaba con meter un
gol, correr celebrando el tanto. Todo se esfumó y fue un tema que se
hablaba en voz baja, en el bus de regreso aunque nunca se supo, yo al
menos, el autor o autores; todos teníamos sospechosos pero era de
esas cosas que se hablaban casi a escondidas. La EGB terminó y nos
separamos en bachillerato que el colegio no ofrecía aún para
desperdigarnos por los centros educativos de la ciudad. Es curioso
que, pese al tiempo ya transcurrido, tenga fresca en la memoria
aquellas sensaciones, aquella decepción que me golpeó por primera
vez cuando nos castigaron suspendiendo el partido...
Antón
Rendueles
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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