The Adversiter Chronicle

martes, 29 de agosto de 2023

"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate

 CUANDO LA MÁQUINA EXPENDEDORA TRAGA LAS MONEDAS

Abordamos una compostura del postureo en la que nos vemos varias veces a lo largo de la vida, no muchas pero al menos media docena de veces sí. Me refiero al espinoso trance de que vamos a adquirir algún producto de máquina expendedora y ésta se queda con las monedas y no suelta el producto de nuestra elección. Trataré tres casos típicos, cuando nos ocurre en un local de hostelería, cuando nos sucede en el trabajo y por último en las urgencias de un hospital. Es una compostura del postureo donde domina la pasión sobre la inteligencia que es nublada por la frustración y las prisas inmediatas que tenemos ante una máquina expendedora. No importa el tipo de productos, la máquina y su diabólico mecanismo es común a todas con independencia de si es de tabaco, refrigerios o bebidas, sin menoscabo de las máquinas expendedoras de café.
La compostura del postureo cuando en un bar nos disponemos a sacar una cajetilla de tabaco de la máquina expendedora y resulta que nos traga las monedas donde hay que tener en cuenta que desde que se implantó el mando para evitar que menores de edad adquirieran tabaco, el gremio de camareros está hasta las narices de que se las toquen con peticiones de que nos pongan la máquina. No es un aspecto baladí puesto que el primer recurso es decirle al camarero, las camareras son más amables y comprensivas, que nos ha tragado las monedas. Si le pillamos a primera hora no surgirán inconvenientes, a partir de media mañana que aumenta la intensidad de la clientela le supone un incordio y su comprensión brillará por su ausencia. La mejor compostura del postureo es preguntar a algún parroquiano de la barra si ha sucedido hoy más veces, si es algo habitual o es algo puntual en resumen, informarse de los antecedentes de la máquina expendedora antes de incordiar al camarero, que primero pondrá cara de incredulidad y nos someterá a un exhaustivo interrogatorio sobre cómo introducimos la moneda o si no esperamos a que le diera al mando. Aunque se suele recuperar las monedas, es conveniente percatarse del estado de ánimo del camarero de turno y si nos lee la cartilla aguantar el choteo de la clientela, auténticas hienas a la espera de un pardillo que les dé algo de qué hablar. Lo mejor para evitar este caso particular es comprar el tabaco en el estanco, en locales hosteleros de confianza o sencillamente dejar de fumar.
La compostura del postureo cuando en el lugar de trabajo la máquina expendedora de turno nos traga las monedas tiene sus variantes. No es lo mismo una oficina que un comedor de un taller o en entornos de trabajo funcionario. Para empezar, no hay solidaridad ninguna si nos sucede por parte de los compañeros de trabajo, que las compañeras son más inteligentes y se traen un tentempié de casa y pasan de ingerir las mierdas comestibles de la máquina expendedora. En ambientes de oficina y funcionariales todo es más civilizado: se espera que venga el operario de reponer la máquina expendedora y se le informa de las monedas que ha tragado y el operario procede a su devolución. Otra cosa es el comedor del taller donde lo que prima es tonto el último. Aprovechando la impunidad de la masa obrera se somete a la máquina a todo un repertorio de empujones, patadas, volcados y cagamentos sobre la máquina expendedora donde influye el estrés provocado por la apetencia de comer, que se acaba el tiempo del bocadillo y que siempre nos trague las monedas. La mejor compostura es buscar la manera de lograr sacar el producto, ya sea de forma disimulada o directamente a hostias, cosa chunga dada la proliferación de cámaras de seguridad. Lo mejor es mirar si algún compañero logró abrir la puerta y, si ya está abierta de forma que parece cerrada, coger a nuestro antojo, si somos un mínimo de honestos dejaríamos el importe en el cajetín de las monedas pero en todos los talleres y en todos los turnos hay algún listillo que se las coge para sí. Terminar apuntando que estas situaciones en que parece que la máquina se rebela son fuente de estrés que no brota en el instante ocupados como estamos en la compostura del postureo y que permanece larvado el resto del turno, insistir que suele ocurrir en momentos del bocadillo y cada segundo es oro para perderlo en una estúpida máquina expendedora y que nos quite tiempo de comer, echar una meada y fumar un pitillo. Son múltiples los casos de ruptura de parejas por estrés causado por las máquinas expendedoras que se quedan con las monedas.
La última compostura del postureo es cuando nos sucede en el peor sitio posible que es en Urgencias de un hospital. Depende la compostura del postureo en este caso de diversos factores. En cualquier caso tenemos la batalla perdida. El personal del hospital utiliza métodos de identificación que hace que sean insolidarios si un usuario se queja de que la máquina expendedora se queda con las monedas. Nadie del personal sanitario nos hará caso y si sometemos la máquina a técnicas de recuperación el personal de seguridad aparece raudo. Por supuesto el cachondeo del resto de usuarios que se ríen abiertamente de que otro pardillo se quede sin las monedas. Y es que en las salas de espera de Urgencias la solidaridad entre usuarios en lo que refiere a la máquina expendedora brilla por su ausencia, nadie avisa si le ha pasado y se sienta a ver quién es el siguiente, una frialdad aterradora que nos empequeñece y hace que nos sentemos resignados y ansiando venganza en forma de observar al siguiente usuario que le trague las monedas. La mejor compostura es soltar un par de cagamentos y decir airadamente que es una vergüenza el estado del sistema sanitario donde no funcionan ni las máquinas. Esta compostura del postureo nos reafirma ante el resto de usuarios en la sala de espera de Urgencias y siempre surge alguien más indignado que a raíz de nuestro comentario suelta un rollo socio-político y desvía la atención permitiéndonos tomar asiento y que se nos ignore.
Lo mejor es utilizar lo menos posible las máquinas expendedoras, asegurarnos de que funcionan y si nos encontramos ante la tesitura de tener que tirar de algún producto de máquina expendedora es pedir monedas prestadas con la excusa de que no tenemos suelto y si se las traga damos la promesa de devolverlas cuando se cambie, cosa que si es en el momento se devuelven o con la excusa de ir al baño tomar las de Villadiego. Pero lo mejor, no utilizar máquinas expendedoras que no sean de nuestra absoluta confianza.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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