CUANDO LA MÁQUINA
EXPENDEDORA TRAGA LAS MONEDAS
Abordamos
una compostura del postureo en la que nos vemos varias veces a lo
largo de la vida, no muchas pero al menos media docena de veces sí.
Me refiero al espinoso trance de que vamos a adquirir algún producto
de máquina expendedora y ésta se queda con las monedas y no suelta
el producto de nuestra elección. Trataré tres casos típicos,
cuando nos ocurre en un local de hostelería, cuando nos sucede en el
trabajo y por último en las urgencias de un hospital. Es una
compostura del postureo donde domina la pasión sobre la inteligencia
que es nublada por la frustración y las prisas inmediatas que tenemos
ante una máquina expendedora. No importa el tipo de productos, la
máquina y su diabólico mecanismo es común a todas con
independencia de si es de tabaco, refrigerios o bebidas, sin
menoscabo de las máquinas expendedoras de café.
La
compostura del postureo cuando en un bar nos disponemos a sacar una
cajetilla de tabaco de la máquina expendedora y resulta que nos traga
las monedas donde hay que tener en cuenta que desde que se implantó el
mando para evitar que menores de edad adquirieran tabaco, el gremio
de camareros está hasta las narices de que se las toquen con
peticiones de que nos pongan la máquina. No es un aspecto baladí
puesto que el primer recurso es decirle al camarero, las camareras
son más amables y comprensivas, que nos ha tragado las monedas. Si
le pillamos a primera hora no surgirán inconvenientes, a partir de
media mañana que aumenta la intensidad de la clientela le supone un
incordio y su comprensión brillará por su ausencia. La mejor
compostura del postureo es preguntar a algún parroquiano de la barra
si ha sucedido hoy más veces, si es algo habitual o es algo puntual
en resumen, informarse de los antecedentes de la máquina expendedora
antes de incordiar al camarero, que primero pondrá cara de
incredulidad y nos someterá a un exhaustivo interrogatorio sobre
cómo introducimos la moneda o si no esperamos a que le diera al
mando. Aunque se suele recuperar las monedas, es conveniente
percatarse del estado de ánimo del camarero de turno y si nos lee la
cartilla aguantar el choteo de la clientela, auténticas hienas a la
espera de un pardillo que les dé algo de qué hablar. Lo mejor para
evitar este caso particular es comprar el tabaco en el estanco, en
locales hosteleros de confianza o sencillamente dejar de fumar.
La
compostura del postureo cuando en el lugar de trabajo la máquina
expendedora de turno nos traga las monedas tiene sus variantes. No
es lo mismo una oficina que un comedor de un taller o en entornos de
trabajo funcionario. Para empezar, no hay solidaridad ninguna si nos
sucede por parte de los compañeros de trabajo, que las compañeras
son más inteligentes y se traen un tentempié de casa y pasan de
ingerir las mierdas comestibles de la máquina expendedora. En
ambientes de oficina y funcionariales todo es más civilizado: se
espera que venga el operario de reponer la máquina expendedora y se
le informa de las monedas que ha tragado y el operario procede a su
devolución. Otra cosa es el comedor del taller donde lo que prima es
tonto el último. Aprovechando la impunidad de la masa obrera se
somete a la máquina a todo un repertorio de empujones, patadas,
volcados y cagamentos sobre la máquina expendedora donde influye el
estrés provocado por la apetencia de comer, que se acaba el tiempo
del bocadillo y que siempre nos trague las monedas. La mejor
compostura es buscar la manera de lograr sacar el producto, ya sea de
forma disimulada o directamente a hostias, cosa chunga dada la
proliferación de cámaras de seguridad. Lo mejor es mirar si algún
compañero logró abrir la puerta y, si ya está abierta de forma que
parece cerrada, coger a nuestro antojo, si somos un mínimo de
honestos dejaríamos el importe en el cajetín de las monedas pero en
todos los talleres y en todos los turnos hay algún listillo que se
las coge para sí. Terminar
apuntando que estas situaciones en que parece que la máquina se
rebela son fuente de estrés que no brota en el instante ocupados
como estamos en la compostura del postureo y que permanece larvado el
resto del turno, insistir que suele ocurrir en momentos del bocadillo
y cada segundo es oro para perderlo en una estúpida máquina
expendedora y que nos quite tiempo de comer, echar una meada y fumar
un pitillo. Son múltiples los casos de ruptura de parejas por estrés
causado por las máquinas expendedoras que se quedan con las monedas.
La
última compostura del postureo es cuando nos sucede en el peor sitio
posible que es en Urgencias de un hospital. Depende la compostura del
postureo en este caso de diversos factores. En cualquier caso tenemos
la batalla perdida. El personal del hospital utiliza métodos de
identificación que hace que sean insolidarios si un usuario se queja
de que la máquina expendedora se queda con las monedas. Nadie del
personal sanitario nos hará caso y si sometemos la máquina a
técnicas de recuperación el personal de seguridad aparece raudo.
Por supuesto el cachondeo del resto de usuarios que se ríen abiertamente de que otro pardillo se quede sin las monedas. Y es que
en las salas de espera de Urgencias la solidaridad entre usuarios en
lo que refiere a la máquina expendedora brilla por su ausencia,
nadie avisa si le ha pasado y se sienta a ver quién es el siguiente,
una frialdad aterradora que nos empequeñece y hace que nos sentemos
resignados y ansiando venganza en forma de observar al siguiente
usuario que le trague las monedas. La mejor compostura es soltar un
par de cagamentos y decir airadamente que es una vergüenza el estado
del sistema sanitario donde no funcionan ni las máquinas. Esta
compostura del postureo nos reafirma ante el resto de usuarios en la
sala de espera de Urgencias y siempre surge alguien más indignado
que a raíz de nuestro comentario suelta un rollo socio-político y
desvía la atención permitiéndonos tomar asiento y que se nos
ignore.
Lo
mejor es utilizar lo menos posible las máquinas expendedoras,
asegurarnos de que funcionan y si nos encontramos ante la tesitura de
tener que tirar de algún producto de máquina expendedora es pedir
monedas prestadas con la excusa de que no tenemos suelto y si se las
traga damos la promesa de devolverlas cuando se cambie, cosa que si
es en el momento se devuelven o con la excusa de ir al baño tomar
las de Villadiego. Pero lo mejor, no utilizar máquinas expendedoras
que no sean de nuestra absoluta confianza.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
theadversiterchronicle@hotmail.es
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