The Adversiter Chronicle

sábado, 5 de noviembre de 2022

"Ni a pata ni alpargata y menos a La Alcarria", suplemento viajero cutre

Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje nocturno en taxi a Urgencias

El viajero ve llegar el taxi y sale del portal a la noche, recordando aún el encantador tono de voz de la operadora que atendió su llamada solicitando el servicio, una de esas voces que hipnotizan los tímpanos y hace sentir curiosidad por conocer más...
Siente el viajero el frío nocturno en los pocos pasos del portal al taxi. Se sienta atrás y le indica a Urgencias del hospital. El taxista, cara de no muchos amigos y ese aire ausente que adoptan los taxistas, algunos, de concentrarse en la conducción arrullado por la radio, le dice al viajero que cómo es que va a Urgencias sin mascarilla, que es obligatoria en el taxi le recuerda al viajero mientras le tiende una, el viajero se excusa y la rechaza porque siempre lleva un par de ellas en el bolsillo, juzgando un tanto impertinente y de sobrado el comentario del taxista en tono serio y cara de tener menos amigos que antes. Pero el viajero encuentra en la impertinencia poco amable el pretexto para no decirle ni palabra durante el trayecto y concentrarse en la siempre sugestiva ciudad nocturna que desfila fugaz a veces, al ralentí en otras y siempre nostálgica...
El viajero contempla el centro de la ciudad, aún no es medianoche pero las calles están vacías y los escaparates iluminados parecen una vela mortecina entre cadáveres de locales que se alquilan, eclipsando los escaparates de los negocios. Es una visión triste que aumenta al detenerse en un semáforo. Recuerda el viajero la calle en otros tiempos, toda iluminada de escaparates que mostraban cosas sugerentes, o aquel viejo restaurante donde los viernes por la noche era lugar de clientela cenando, en la barra charlando, pero ya no queda nada ya que derribaron el viejo edificio y ahora es un edificio más de viviendas...
No hay tráfico urbano y pasan las calles, los barrios, por la ventanilla donde parece que es la ciudad quien se mueve y no el viajero al que la soledad nocturna de las calles le llevan al confinamiento domiciliario recordando el vacío diurno de esas mismas calles. No sabe el viajero por qué le asalta ese recuerdo del que ya han pasado dos años largos. Tal vez ese surgir repentino del recuerdo sea un síntoma del trauma que mucha gente dice sufrir. No es recordar el confinamiento en sí, sólo era un recuerdo fugaz al ver la soledad nocturna de las calles, le inquieta un poco ya que no le había pasado antes, quizás, sólo quizás, porque hasta ese momento en el taxi no se había parado a pensar en aquellos días extraños, refugiándose la mente como mecanismo de defensa en la concentración de superar el día a día, una sucesión de sucesos que llevan a un día peor que el anterior. Cuando el viajero oye en la radio que acompaña la jornada laboral del taxista que hubo peligro de que cayera un resto de cohete chino que obligó a cerrar el espacio aéreo unas horas, siente el viajero ganas de correr a ninguna parte...
Se percata el viajero al dejar atrás el centro de la ciudad de que el eje de la vida nocturna ha cambiado desde su mocedad. Ya no están los viejos garitos, no queda ningún tugurio, sin rastro de lupanares, sustituidos todos ellos por ordenadas calles de alumbradas aceras y colmenas de cemento con las persianas cerradas. Las afueras se han convertido en barrios residenciales, no de alta estofa pero sí de pudientes habitantes que se mezclan con los naturales de siempre y hasta queda alguna casita de antaño, otras se han reconvertido y reformado en chalets de dos plantas. Pero se imponen las mastodónticas edificaciones perimetradas con verjas y de zonas ajardinadas sin que falte el cartel de prohibido el paso a toda persona ajena a la propiedad. Otro inoportuno semáforo lleva al recuerdo de zonas de prados, poco urbanizada la zona ahora residencial y donde la noche tenía la banda sonora de trinar de aves, sombras de caballos pastando y cielo estrellado. Resultaría imposible ahora, medita el viajero mientras se reanuda la marcha, contemplar estrellas por la contaminación lumínica que ha sustituido los sonidos nocturnos en silencio urbano más...
El viajero se recrea en el silencio sepulcral en el taxi, uno a lo suyo y el otro con lo del otro. La zona rural sustituye el paisaje urbano, de poca iluminación sin estar a oscuras o en penumbra aunque algo inquietante si se fuera peatón a esas horas. El taxista respeta señales y luces en ámbar pese a que todo está desierto aunque en las rotondas logra un ligero meneo del viajero que agradece haber cenado hace horas...
Llega el taxi con el viajero a Urgencias, hay ajetreo en la sala de espera y en la zona reservada para ambulancias donde dos coches permanecen mal estacionados y una sanitaria les indica que no pueden aparcar ahí sin que parezca que le hagan mucho caso. El viajero paga al taxista, añorando ya los cafelitos que no se podrá tomar tras este gasto inesperado. Entra el viajero a Urgencias y se dirige al...
Pero ése, ya es otro viaje.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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