Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje nocturno en taxi
a Urgencias
El
viajero ve llegar el taxi y sale del portal a la noche, recordando
aún el encantador tono de voz de la operadora que atendió su
llamada solicitando el servicio, una de esas voces que hipnotizan los
tímpanos y hace sentir curiosidad por conocer más...
Siente
el viajero el frío nocturno en los pocos pasos del portal al taxi.
Se sienta atrás y le indica a Urgencias del hospital. El taxista,
cara de no muchos amigos y ese aire ausente que adoptan los taxistas,
algunos, de concentrarse en la conducción arrullado por la radio, le
dice al viajero que cómo es que va a Urgencias sin mascarilla, que
es obligatoria en el taxi le recuerda al viajero mientras le tiende
una, el viajero se excusa y la rechaza porque siempre lleva un par de
ellas en el bolsillo, juzgando un tanto impertinente y de sobrado el
comentario del taxista en tono serio y cara de tener menos amigos que
antes. Pero el viajero encuentra en la impertinencia poco amable el
pretexto para no decirle ni palabra durante el trayecto y
concentrarse en la siempre sugestiva ciudad nocturna que desfila
fugaz a veces, al ralentí en otras y siempre nostálgica...
El
viajero contempla el centro de la ciudad, aún no es medianoche pero
las calles están vacías y los escaparates iluminados parecen una
vela mortecina entre cadáveres de locales que se alquilan,
eclipsando los escaparates de los negocios. Es una visión triste que
aumenta al detenerse en un semáforo. Recuerda el viajero la calle en
otros tiempos, toda iluminada de escaparates que mostraban cosas
sugerentes, o aquel viejo restaurante donde los viernes por la noche
era lugar de clientela cenando, en la barra charlando, pero ya no
queda nada ya que derribaron el viejo edificio y ahora es un edificio
más de viviendas...
No
hay tráfico urbano y pasan las calles, los barrios, por la
ventanilla donde parece que es la ciudad quien se mueve y no el
viajero al que la soledad nocturna de las calles le llevan al
confinamiento domiciliario recordando el vacío diurno de esas mismas
calles. No sabe el viajero por qué le asalta ese recuerdo del que ya
han pasado dos años largos. Tal vez ese surgir repentino del
recuerdo sea un síntoma del trauma que mucha gente dice sufrir. No
es recordar el confinamiento en sí, sólo era un recuerdo fugaz al
ver la soledad nocturna de las calles, le inquieta un poco ya que no
le había pasado antes, quizás, sólo quizás, porque hasta ese
momento en el taxi no se había parado a pensar en aquellos días
extraños, refugiándose la mente como mecanismo de defensa en la
concentración de superar el día a día, una sucesión de sucesos
que llevan a un día peor que el anterior. Cuando el viajero oye en
la radio que acompaña la jornada laboral del taxista que hubo
peligro de que cayera un resto de cohete chino que obligó a cerrar
el espacio aéreo unas horas, siente el viajero ganas de correr a
ninguna parte...
Se
percata el viajero al dejar atrás el centro de la ciudad de que el
eje de la vida nocturna ha cambiado desde su mocedad. Ya no están
los viejos garitos, no queda ningún tugurio, sin rastro de lupanares,
sustituidos todos ellos por ordenadas calles de alumbradas aceras y
colmenas de cemento con las persianas cerradas. Las afueras se han
convertido en barrios residenciales, no de alta estofa pero sí de
pudientes habitantes que se mezclan con los naturales de siempre y
hasta queda alguna casita de antaño, otras se han reconvertido y
reformado en chalets de dos plantas. Pero se imponen las mastodónticas
edificaciones perimetradas con verjas y de zonas ajardinadas sin que
falte el cartel de prohibido el paso a toda persona ajena a la
propiedad. Otro inoportuno semáforo lleva al recuerdo de zonas de
prados, poco urbanizada la zona ahora residencial y donde la noche
tenía la banda sonora de trinar de aves, sombras de caballos
pastando y cielo estrellado. Resultaría imposible ahora, medita el
viajero mientras se reanuda la marcha, contemplar estrellas por la
contaminación lumínica que ha sustituido los sonidos nocturnos en
silencio urbano más...
El
viajero se recrea en el silencio sepulcral en el taxi, uno a lo suyo
y el otro con lo del otro. La zona rural sustituye el paisaje urbano,
de poca iluminación sin estar a oscuras o en penumbra aunque algo
inquietante si se fuera peatón a esas horas. El taxista respeta
señales y luces en ámbar pese a que todo está desierto aunque en
las rotondas logra un ligero meneo del viajero que agradece haber
cenado hace horas...
Llega
el taxi con el viajero a Urgencias, hay ajetreo en la sala de espera
y en la zona reservada para ambulancias donde dos coches permanecen
mal estacionados y una sanitaria les indica que no pueden aparcar ahí
sin que parezca que le hagan mucho caso. El viajero paga al taxista,
añorando ya los cafelitos que no se podrá tomar tras este gasto
inesperado. Entra el viajero a Urgencias y se dirige al...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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