Desde el acantilado el
personal parece contento y animado porque en breves, en otros lugares
ya, podremos deambular en espacios abiertos sin la mascarilla, nuevo
complemento en el vestir que por estas latitudes veíamos más
propios de Oriente que tan lejos quedaba a nuestros ojos y que se
veía como algo pintoresco...
Trato de unirme al
optimismo general, pero los indicadores, las variantes del virus, el
anuncio de que la inmunidad por las vacunas necesitará de refuerzo
con otra dosis pasados unos meses y ver a propios y extraños
quitando la mascarilla antes de tiempo, el cierre perimetral de
ciudades como Lisboa o que no se hable de lugares donde la única
riqueza la tienen las ratas, me induce a no ser tan optimista ni
unirme a la alegría general...
Me pregunto que si de la
misma forma que se llama la atención a quien no lleva mascarilla o
hace cosas que rompen la distancia social y las medidas preventivas,
tras tardar casi un año en mentalizarnos de la necesidad de las
mismas, ahora llamaremos la atención a quien siga con la opción de
llevarla puesta. No nos gusta recibir bofetadas de realidad, y estar
comiendo, tomando algo y alternar observando que alguien siga
utilizando la mascarilla en espacios cerrados puede provocar que el
resto señalemos con furia al portador de la misma. En espacios
abiertos puede que lleguemos a llamar la atención a quien la porte
por llevar la contraria al resto...
Reconozco que me debato
entre la opción de aprovechar el levantamiento de las medidas y el
recuerdo de las muertes diarias, hospitales al borde del colapso y
nuestros mayores aislados en las residencias. Trato de impregnarme de
optimismo pero las imágenes vuelven una y otra vez...
Supongo que debería
aprovechar el verano y, cual cigarra, no escuchar a las hormigas que
nos dicen que haya prudencia, que la pandemia sigue ahí. Aunque hay
tanta ansia por volver a la normalidad que es imposible no hacerse el
sordo e inevitablemente negar la realidad ante el ruido de fondo de
otros problemas y entuertos que nos rodean, casi asediando, en estos
días extraños...
Ya es verano, pero de
alguna forma sigue siendo un invierno que parece no terminar nunca.
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