Estamos en plena
época veraniega y aunque el protagonismo se lo llevan las chanclas,
flotadores, tumbonas y hamacas sin olvidar la paella, los helados y
el marisco; pero el protagonista indiscutible del veraneo es el
cajero automático. Cuando apareció en nuestras vidas, poca
muchedumbre creía que un cajero en la calle y el dinero de plástico
en forma de tarjeta tuvieran futuro. Pues no sólo lo han tenido sino
que forma parte imprescindible de nuestra vida cotidiana, ese
maravilloso ingenio electrónico que nos surte de dineros, sin que
necesariamente nos quede un céntimo en la cuenta...
-Lo
primero quiero agradecer a The Adversiter Chronicle que me permita
manifestar mi opinión que es en realidad el sentir de un colectivo
que se siente cada vez más ninguneado por la patronal. Dicho esto,
he de aclarar mi circunstancia que no es otra que la de ser
transgénero y llevo luchando desde que me montaron, con perdón, y
me activaron porque se me reconozca que soy una máquina expendedora
de tabaco. Dada mi naturaleza expendedora automática, ver como no
dejan de tocarme los botones es una humillación, me siento acosada
en mi intimidad.
-¡Es
que los y las usuarios no tienen ningún tipo de cuidado! ¡Alguna
aporrea las teclas como si estuviera aporreando las teclas de un
piano! ¡Alguno ha llegado incluso a masturbarse sin ningún tipo de
decoro mínimo exigible a las maniobras manuales de excitación
genital! ¡Por no hablar de quienes se meten dentro de mi espacio
vital a dormir con claras deficiencias de higiene personal que acaban
intoxicando el ambiente del mismo! ¡El banco ni siquiera me ha
escuchado en mis argumentos y sencillamente me han dado de baja y
apartado en un almacén para ser reciclado!
-¡Relaje,
redios, relaje! ¿Puede citar algo de la vida de un cajero automático
que no sean lamentos, tristes historias o reclamaciones de su género
expendedor no reconocido, puede?
-Pues
mire usted, no hay nada más indigesto que el plástico y nosotros
los cajeros automáticos debemos tragarnos y regurgitar docenas al
cabo del día. No se imagina los ardores y molestias cuando alguien
deja la tarjeta en la ranura o se queda retenida por orden del banco,
sin miramiento ninguno de la patronal a la salud de sus cajeros
automáticos. Ya comenté lo de los botones, siempre manoseados
cuando no aporreados como dije antes. Es una vida profesional dura y
encima ahora nos ponen escáner para leer y pagar los recibos lo cual
aumenta la ingesta más los nocivos efectos de la exposición a un
láser. Y es más duro cuando en lugar de cajero eres una máquina
expendedora de tabaco.
-Bueno,
al final las máquinas también se sienten humanas... Ya que está,
voy a sacar veinte aurelios... ¿Pero qué cojones? ¡Hace la
operación pero no suelta la pasta! ¡Máquina infernal, dame el
dinero!
-¡Su
tabaco, gracias!
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
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