The Adversiter Chronicle

martes, 6 de agosto de 2019

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles


Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Tardes y noches de cine (II)

El entorno y la televisión eran la toma de contacto con el cine si eras infancia. Por alguna razón recuerdo la noche en que murió el dictador, no por apego o conocimiento de su persona, era ignorante de esa realidad; pero puedo volver a asomarme a la puerta de la salita y veo a mi abuelo sentado en el sofá y atento a la televisión mientras esa noche emitían Obejtivo Birmania, creo recordar ese título pero sé que fue la primera vez que tuve consciencia de ver a Errol Flynn y recuerdo una escena de los soldados americanos en la jungla y como uno amputa un dedo al cadáver de otro soldado. También recuerdo a mi abuelo sentado en el sofá atento a Fred Astaire y Ginger Rogers mientras se deslizaban por la pista de baile...
De aquella la televisión era sólo un canal, había que hacer birguerías de sintonización para pillar el segundo canal que siempre se veía entre niebla estática y dificultades para sintonizar. El caso es que en ocasiones la programación se alteraba por distintos motivos y entonces, para alegría de mi ser, echaban hasta que se subsanaba el problema un bloque de dibujos animados pero también de cine mudo. Chaplin, Laurel y Hardy o Harol Lloyd desfilaban por el niño espectador que era y supongo que en cierta forma fueron esos pioneros quienes acabaron de lograr que germinara mi amor al cine, a ver películas. Las tardes del fin de semana eran otro motivo de alegría, películas la tarde del sábado entre indios y vaqueros, sin olvidar citar La Clave de Balbín y sus películas los viernes, pero la noche del sábado también era un criadero de cinéfilos futuros. Tengo un recuerdo agradecido a Manuel Martín Ferrand y su noche de cine los sábados. Fue en una de sus películas que pasé auténtico terror nocturno por causa de una obra cinematográfica...
Martín Ferrand, antes de dar paso a la proyección del título de turno, siempre nos introducía en la historia de la película con atrezzo acorde a la misma. Recuerdo que emitían una de guerras napoleónicas y el pequeño ejército imperial francés en figuras de soldaditos de plomo. Pero esa noche tocaba el estreno televisivo de El planeta de los simios con el Charlton Heston. Yo estaba solo ante la pantalla, mi padre curraba de noche ese fin de semana y mi madre se había dormido junto con mi hermana. Vi la película en un continuado estado de shock visual desde el inicio con la nave espacial y tras el amerizaje ver el cadáver de la tripulante momificado. Al acabar la película, el Martín Ferrand hizo una explicación sobre el fabuloso maquillaje que daba  al reparto aspecto simiesco con una caracterización. Pero al acabar y apagar el televisor para dirigirme a mi habitación, a oscuras porque conocía el piso de memoria, sentí miedo, sentí terror...
Luego me maravillé de la magia del cine igual que me maravillaba de la magia de los tebeos y de los libros y de la radio...
Tantas y tantas magias que quedaban por descubrir, pero esa noche comprendí que me gustaba ver cine y sentí ese vértigo que se sentía ante una película que iban a emitir. Cuando vi ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú en La Clave, creo que sufrí episodios de alucinaciones porque me convertí en devoto del Peter Sellers y seguidor de los trabajos de George C. Scott...
Cuando ahora emiten o tengo oportunidad de volver a visionar alguno de aquellos títulos que forjaron mi amor al cine, me doy cuenta de que disfruté mucho, de que disfrutaba de aquellas dos horas de evasión y fue mi entorno quien terminó de soldar ese amor llevándome al cine. Pero mentiría si veo completas aquellas películas de indios y vaqueros, no lo hago porque quiero guardar ese recuerdo grabado a fuego; como mucho miro unos minutos de metraje pero porque son el billete para un pequeño crucero por aquella época donde, al igual que la tele, la sociedad española se teñía de color tras una etapa gris, aunque yo ya era carne de democracia tanto por generación como por haber llorado al ver el final de Charles Laughton en Esta tierra es mía como sólo se puede llorar cuando se es infancia ante algo que te emociona. No voy a decir que deberían emitir de nuevo todo aquello, sería una auto lamentación patética y sigo creyendo en la magia del cine, sólo que ahora es por dispositivos móviles más que en la televisión, pero simplemente son los inevitables nuevos tiempos ante nuevas generaciones en un mundo que se renueva tecnológicamente, un buen tema sin duda que se hubiera tratado en La Clave...
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton  Jr. IV

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