Unas
memorias de Antón Rendueles
en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
OLIMPIADAS DE BARCELONA
92
No
creo que La Transición fuera tan breve como dicen los libros de
historia, lo he comentado en anteriores artículos; yo diría que
estuvo marcada por distintos hitos hasta hace bien poco con la
derrota de ETA. Dentro de esos hitos hubo dos significativos en el
ámbito deportivo: Mundial 82 y Barcelona 92...
El
Mundial fue el escaparate al mundo tras el fin de la dictadura
franquista y su régimen. Pese al fiasco deportivo que cortó de
cuajo recuperar la bandera sin connotaciones franquistas por parte de
la ciudadanía, como felizmente sucedió al ganar el Mundial de
Sudáfrica veintiocho años después, organizativamente fue un éxito
así como el Mundial Cultural paralelo al futbolero. Sin embargo era
casi un esfuerzo ver el evento como algo propio de un sentir en
comunión democrático en la población...La Olimpiada de Barcelona en 1992 sí fue una comunión en el sentido de que era la democracia desde su inicio quien trabajó porque Barcelona fuera sede, además, como era el evento universal por antonomasia, los partidos nacionalistas catalanes no ponían el grito en el cielo por ver la bandera española, a fin de cuentas un tumulto de banderas permite que nadie se ofenda...
Recuerdo el plan A.D.O.; recuerdo el Seat Ibiza y el movimiento olímpico que junto a Miguel de La Cuadra Salcedo y sus rutas por el periplo de lo que fue el imperio español en el Nuevo Mundo inoculaban en mentes infantiles y jóvenes la riqueza de nuestra diversidad tanto como colectivo en patria común como desde un sentido etnográfico. Las Olimpiadas en Barcelona era el grito de alegría de vivir de una nación y sus naciones, antes reinos que otra cosa.
Reconozco que me cuesta reconocer en las noticias, en los debates y en los métodos de coacción totalitaria revestida de secesionismo aquella Barcelona universal, en constante evolución y antorcha de progreso y modernidad que llega a renegar de quienes hacen grandes a una ciudad: sus visitantes vacacionales o como gusta de llamar el sistema, turistas.
Me alivia que aquellos jóvenes voluntarios olímpicos sean ahora adultos y sepan ver sin connotaciones políticas una bandera que deportistas de todos los lugares del reino pasean orgullosos de triunfo y de sentir que ese trapo con franjas de colores es el respaldo de los aficionados. Aquel voluntariado formó y forjó pilares que no sé cuánto perdurarán en el tiempo pero que a día de hoy son realidad: el espíritu de no cerrar las puertas a lo extranjero y sí conocer a nuestros semejantes, de trabajar sin recompensa monetaria por cosas que nos identifican a la par que nos benefician a todos y tener una mente abierta que sólo el contacto con otras culturas y su realidad logra hacer posible...
Mi generación estaba orgullosa como sólo la inocencia infantil puede estarlo de aquella bandera que representaba a nuestra selección, pero la del voluntariado olímpico y lo que la Olimpiada en sí significó, fue, es y será siempre suya, siendo de todos, pero suya.
Pero a veces pienso que mientras España cogió aquel tren que pasó durante dos semanas de verano, Cataluña y una parte de su clase política nunca han pasado del Mundial 82...
Ojalá esté equivocado.
Antón Rendueles
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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