Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
AUTONOMÍAS
Observo
desde la atalaya de ser una máquina defectuosa, un lisiado cuya
calidad de vida depende del ajeno: accesos, facilidades para la silla
de ruedas, condescendencia que es más dolorosa que si te dicen
estorbo...
Supongo
que mi generación ve las autonomías como algo normal y cotidiano,
esa es su virtud, el que un manchego, un vasco, un riojano y un
catalán amen su terruño, su cultura regional. Cataluña siempre era
algo propio y común pero que se percibía como algo especial. Los
vascos eran serios y trabajadores mientras que los catalanes eran
juiciosos y sofisticados...
Mi
primer recuerdo de amor al terruño data de los años inmediatos a la
muerte de Franco, no comprendía ver en las noticias a gente correr
delante de la policía, pero sin comprender, sí entendía que se
amara la patria chica de cada uno. Mi mente que ya dejaba la infancia
y entraba en la adolescencia, se sentía orgulloso de ser asturiano y
era normal para mis entendederas que Cataluña saliera a la calle con
sus banderas, que aquel señor mayor, casi anciano, que volvía a su
tierra fuera recibido con algarabía...
Los
mayores hicieron posible que no nos enteráramos de que era la
Generalitat, la represión de los vencedores sobre los vencidos. Tal
vez mi virtud era que me gustaba el cine porque me inculcaron afición
al mismo, y me tragaba los debates de La Clave
porque echaban buenas películas para mi bisoño entender de cine...
Recuerdo a Anasagasti, recuerdo a Durán y trato de
recordar a tantos, tal vez porque solía quedarme dormido o jugando
mientras duraba el debate antes de la emisión de la película acorde
al tema, tal vez sufrí una influencia subliminal como el feto que
percibe sonidos que son música que su madre le pone para
estimularle, pero nunca vi algo extraño o ajeno a que existieran las
CCAA.
En la Transición se pusieron en boga algo que ahora es
normal y cotidiano: que los gerifaltes de lo que sea lleven pins con
la bandera de su país o terruño. Pero de aquella fuimos pioneros en
España en hacer ver nuestra identidad; era un pin de poner en la
correa del reloj, que casi inevitablemente solía ser digital, toda
una novedad tecnológica por cierto; representaban las banderas de
las distintas comunidades y recuerdo mi orgullo infantil cuando mi
padre me regaló una que lucí orgulloso el tiempo que tardé en
fijarme en otra cosa...
Luego estaban las pegatinas en los coches y abalorios
magnéticos, puede que los vascos tuvieran la ETB, los gallegos la
TVG y los catalanes C3, las envidiadas televisiones autonómicas para
quienes sólo teníamos las dos de TVE con una desconexión regional
una vez al día, pero los adhesivos con alegorías y frases de
asturianía lucían un montón en los coches...
Ahora todo aquello que formaba el mundo que me rodeaba y
donde mi inocencia se resistía a ser engullida por inmersión en la
cruda realidad, ahora, todo aquello cobra sentido. Tal vez estuvimos
ciegos a lo que implicaba para el futuro que es nuestro presente
dejar que las tesis nacionalistas fueran introducidas en el código
de valores supremos de convivencia, de que el racismo ideológico
vulnere la lógica de las urnas...
Las cosas y las personas cambian logrando a veces que la
sociedad avance en bienestar y el mundo sea un poco mejor, aunque es
curioso que el mundo se limite a nuestra confortabilidad. Pujol es un
chorizo como la Pantoja, pero además siempre trató de inducir al
resto de españoles a la culpabilidad de oprimir Cataluña, suena tan
vacío ahora que da pena, asco y dolor.
Escucho a personas humanas de mi entorno, el limitado
entorno en que me refugio del lastre muerto que son mis piernas,
hablar muy agresivamente y preguntarse para qué sirvieron las
comunidades autónomas. Siempre me callo para no replicar que eran
necesarias, que vertebra el marco etnográfico de zonas geográficas
y que alcanzado su techo es hora de avanzar a un estado federal, tal
vez la primera monarquía federal de la historia.
Pero esas serán las memorias de otra generación y yo
me conformo con disfrutar de los hechos históricos todo el tiempo
que pueda, que la vida es una rueda...
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario