Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: Historia
de Venecia
Autor:
John Julius NorwichEditorial: Almed
Traducción: Gian Castelli
Edición: 2003
En los tiempos presentes, que siempre guardan semejanza
con alguno de los pasados, si evocamos la ciudad de Venecia sin duda
todos diríamos los canales y sus góndolas con gondoleros, algunos
además recordarán sus obras de arte tanto de ornamentos como
edificaciones, unos cuantos que es un lugar romántico y casi ninguno
recordaríamos que durante un milenio Venecia era Su Serenísima
República cuando el resto de Europa pasaba la Edad Media, el
Renacimiento y la Revolución Francesa pasando por los equilibrios de
poder en Europa y cuyas galeras eran a la época lo que la VI
Flota a nuestros tiempos...
Termina la era pagana de Roma y el cristianismo es la
religión oficial y única tolerada,
con el imperio desmembrado, con
Bizancio en Oriente y Roma en Occidente, donde mientras se mantiene
en el primero en el segundo se va disgregando a su vez en distintos
reinos. Surge en la península italiana una ciudad estado que
terminará siendo un imperio mercantil y político merced a la
invulnerabilidad de su laguna a las invasiones y una poderosa flota
de galeras que incluye su construcción y el arte de navegarlas a la
vez que los venecianos idean un sistema representativo que busca
evitar el poder terrenal hereditario, todo lo contrario a lo que
sucedía en el resto de Europa a la vez que era salvaguarda de la
expansión otomana.
John Julius Norwich nació en 1929 cursando estudios en
el Upper Canada College en Toronto, en Eton, Universidad de
Estrasburgo y tras prestar servicio en la Armada continuó su
educación en el New College de Oxford, donde se graduó en lengua
francesa y rusa. En 1952 se incorporó al Foreign Service donde
permaneció doce años, sirvió en las embajadas británicas de
Belgrado y Beirut y formó parte de la delegación británica de
desarme en la Conferencia de Ginebra. En 1964 abandonó el servicio
activo para dedicarse a escribir. Datos como siempre de la
contraportada de la cubierta.
Aunque pueda asustaros el volumen por su tamaño, os
aseguro que se devora deliciosamente desde la deliciosa introducción
donde el autor nos cuenta y comparte la pasión heredada de su padre
por la ciudad de Venecia y de su historia, pasión que se destila en
cada página y en cada acción que marcó el declive de Venecia hasta
el fin de su republicanismo con Napoleón. Comprenderemos el porqué
del carácter festivo y fastuoso de sus habitantes, de su peculiar
sistema de poder que perduró mil años y resultará fascinante ver
pasar imperios, Papa y reyes mientras Venecia permanecía eterna para
asombro, elogios y admiración de quienes las visitaban...
Pero dejo mi verborrea y os dejo unas breves pinceladas
que os inciten a querer saber más.
Orígenes...
“Así
al menos reza la antigua y venerable tradición veneciana. Por
desgracia, el
documento en el que se basa, y que relaciona la
fundación con la visita de tres cónsules enviados desde Padua para
establecer un emplazamiento comercial en las islas del Rialto, es
mucho más plausible que auténtico. Semejante misión podría, en
efecto, haber recalado en las islas; podría incluso, como
posteriormente asevera el documento, haber conmemorado el evento con
la construcción de una iglesia dedicada a San Jaime. Sin embargo es
seguro que los paduanos contribuyeron poco o nada a aquellos primeros
intentos de expansión colonial, y además la fecha que con tan
formidable precisión se nos proporciona diríase demasiado temprana
para haber visto iniciativa independiente alguna por parte de los
propios isleños, pocos de los cuales se veían como residentes
fijos, al menos durante la primera mitad del siglo V. Con el paso de
cada oleada de bárbaros, la mayoría de aquellos regresaban a sus
casas -o a lo que quedaba de ellas- e intentaban reanudar su vida en
el continente. Fueron sus descendientes quienes posteriormente
comprendieron que no podían seguir así."
Idiosincrasia como Estado...
“Con
todo, no conviene exagerar tal distinción. Uno de los secretos del
poderío veneciano residía en el hecho de que la República nunca
contempló la dualidad defensa/comercio como dos entes separados. Sus
capitanes de guerra, tanto entonces como posteriormente, nunca
dejaron de compaginar su actividad con el comercio, predisposición
ésta que supuso que muchas de sus expediciones militares lograran
incluso autofinanciarse mientras que los buques mercantes tenían que
permanecer siempre dispuestos para defenderse contra los piratas o,
de vez en cuando, contra sus competidores. En la Europa feudal, en la
que los guerreros de la nobleza se mantenían altivamente ajenos al
comercio, un sistema tal hubiera resultado imposible, pero en Venecia
no existía una casta militar por sí misma: los nobles eran
mercaderes y los mercaderes nobles, con idénticos intereses entre
unos y otros. Del mismo modo, los buques de guerra que producía el
Arsenal se hallaban dotados de tanto espacio adicional como era
posible para carga suplementaria, y a los comerciantes se les
proporcionaban abundantes medios de defensa.”
Potencia europea...
“El
XIV había sido un siglo duro para Venecia, tal vez el más duro de
toda su historia. Había comenzado con dos amagos revolucionarios: el
de Marin Bocconio y el más
peligroso de Bajamonte Tepiolo. Luego, a
eso de la mitad de su recorrido, había sufrido un tercero cuando el
viejo Marino Faliero deshonró tanto al ducado como a la República y
hubo de pagar por ello con su propia vida. Poco después, las
sospechas que rodeaban el comportamiento de Lorenzo Celsi habían
socavado todavía más el prestigio ducal. En el extranjero se había
perdido Dalmacia y se había librado con Génova un fatídico pulso
que había durado de modo intermitente unos cincuenta años. Los
principescos vecinos de la República en el ámbito de la Italia
continental -los Della Scata, Visconti, Carrara- no le habían dado
respiro en ningún momento, y la peste negra, que desde 1348
retornaba de modo implacable cada pocos años para diezmar nuevamente
la población, se negaba a pasar al olvido.”
Pérdida de Vicenza...
“Para
Venecia la pérdida de Vicenza, a la que quince días después había
seguido la de Legnago, era mucho más grave Y presagiaba malos
tiempos para el futuro. Con o sin Maximiliano, las fuerzas de la Liga
eran poderosas: su velocidad y empuje formidables, y su moral alta,
mientras que el ejército de la República, superado en número y en
capacidad estratégica, se batía en retirada. La temporada de
campaña apenas había comenzado. ¿Qué nuevas calamidades no habían
de tener lugar antes de que concluyera? Padua, desde luego, podía
temer un nuevo ataque, y si Padua caía, ¿qué posibilidades
quedaban de conservar las costas continentales de la laguna? A lo
largo de los últimos veinte años había sufrido daños
irreparables. Tanto su comercio de Oriente como su Imperio de
Occidente se encontraban en ruinas. Su honor se mantenía más o
menos intacto, pero su reputación se había ido al traste. Sus
finanzas se encontraban en estado crítico, y no tenían perspectivas
de mejorar. Con el enemigo a las puertas, ¿qué esperanza tenía de
sobrevivir?”
La alianza que vencería en Lepanto al turco...
“El
tratado resultante quedó formalmente proclamado el 25 de mayo de
1571 en San Pedro. Había de tener carácter perpetuo, ser ofensivo
además de defensivo, y dirigirse no sólo contra los propios turcos
otomanos sino también contra sus vasallos moros y sus
correligionarios de las costas norteafricanas. Los signatarios
-España, Venecia y el
Papado (aunque las puertas quedaban abiertas
para que el emperador y los reyes de Francia y de Polonia pudieran
unirse si así lo deseaban)- se comprometían a reunir 200 galeras,
100 navíos de transporte, 50.000 soldados de a pie y 4.500 de a
caballo, así como la artillería y la munición necesarias. La
fuerza resultante se reuniría todos los años, como muy tarde en el
mes de abril, para llevar a cabo una campaña de verano allí donde
juzgaran conveniente, y cada otoño tendrían lugar en Roma consultas
encaminadas a decidir la actividad del año siguiente. Si España o
Venecia se veían atacadas, cada una correría en auxilio de la otra,
y ambas se comprometían a defender los territorios papales con todas
sus fuerzas. Se lucharía siempre bajo el estandarte de la Liga, y
las decisiones importantes serían adoptadas mediante el voto
mayoritario de los tres generales al mando: Sebastiano Venier en
representación de Venecia, Marcantonio Colonna en nombre del Papado
y, por España, don Juan de Austria, capitán general de la flota
combinada y medio hermano del rey.”
Venecia entierra al dogo Morosini en 1694...
“Como
cabía esperar, tuvo un impresionante funeral, primero en Nauplia,
donde su
corazón y demás vísceras fueron encomendadas a la iglesia
veneciana de San Antonio, y más tarde en la propia Venecia -en San
Giovanni y San Paolo-, tras lo cual el cuerpo fue enterrado en San
Stefano, donde una lápida sepulcral tallada señala el lugar en el
que reposa. Sin embargo, el mayor monumento a Morosini no se
encuentra allí, sino en el propio Palacio Ducal. En el extremo más
alejado de la Sala dello Scrutinio, se alza un inmenso arco triunfal
de mármol que llega casi hasta el techo y que aparece adornado por
seis pinturas simbólicas de Gregorio Lazzarini. El conjunto no se
distingue especialmente ni por su arquitectura ni por su calidad
artística, y de hecho se antoja curiosamente fuera de lugar en tan
inesperado entorno, pero pocos monumentos conmemorativos podrían
ilustrar mejor el respeto que Venecia sentía por el último de sus
grandes dogos guerreros o la gratitud que experimentaba hacia él por
haber logrado devolverle, al menos durante unos años, parte de su
antigua auto estima."
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
theadversiterchronicle@hotmail.es
Bonaparte y el fin...
“El
siguiente informe veneciano acerca de Bonaparte -procedente del
`podestá´ Alvise Mocenigo y fechado en Brescia el día 26 de mayo-
nos revela a un Napoleón más airado. En su retirada, a los
austriacos se les había permitido ocupar la fortaleza de Peschiera,
situada junto al lago Garda. Las autoridades venecianas, salvo por
una muy apocada protesta, no habían hecho el menor esfuerzo por
impedirlo, y Bonaparte quería saber por qué. Mocenigo bien podría
haberle hecho ver que, dado que los franceses se hallaban por
entonces en Brescia (y sin permiso ni oposición alguna),
difícilmente tenían derecho a protestar. No obstante, debió de
juzgar que la actitud del general no recomendaba el empleo de tales
argumentos. Por el contrario, informó al Senado de que finalmente
había podido aplacarle, y de que al partir, Napoleón había llegado
al extremo de manifestar públicamente su amistad hacia Venecia. Sin
embargo, señala el informe, `se muestra orgulloso en grado sumo.
Cualquier circunstancia, por nimia que sea, que parezca oponerse en
lo más mínimo a sus designios provoca instantáneamente en él la
ira y las amenazas.”
Lectura apasionante de principio a fin y sin resultar
pesada o farragosa, todo lo contrario, con un estilo ameno, didáctico
y dinámico que además os permitirá tomar notas por si vais a
Venecia para seguir y observar los distintos monumentos y su
significado cuando fueron realizados.
Ideal para lectura de verano, convalecencias y servicios
nocturnos con tiempo muerto sin olvidar a los amantes de la historia
y del arte. Ideal para la suegra que al ver el tocho se quedará
pasmada y nos permitirá echar unas risas viendo su azoramiento para
disimular que le gusta cuando no es capaz de leer libros de más de
diez páginas...
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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