The Adversiter Chronicle

lunes, 29 de agosto de 2011

“Pobre chapero con dinero”, una novela negra de Randall L. Stevents en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Capítulo II

A veces el destino bromea con uno, es lo que pensé al leer la noticia de H. P. Morgan. Hace dos días que recibí una llamada citándome en su despacho para ofrecerme un caso.

Para un detective privado que un tipo como H. P. Morgan te cite sólo significa dos cosas: su putilla de turno le pone los cuernos o quiere averiguar información donde un detective privado es carne sacrificable si algo sale mal al conseguirla.

Para quienes gustan de los placeres sexuales y cognitivos, H. P. Morgan es conocido por la fauna nocturna y viciosa de Morgan City: degenerado, drogadicto y cretino. Fundar la ciudad de Morgan City, emulando a los gansters que edificaron las Vegas en medio de la nada en el desierto de Nevada, levantando una ciudad en medio de la nada del condado más paleto de Nebraska donde las carreras de caracoles serían el polo de atracción siendo la capital mundial de las apuestas y la industria caracolera, es posiblemente el mayor fiasco como inversión en la historia de la Unión.

Un capullo con dinero que se cree que puede comprarlo todo apoyado por sus jefes de Florida. Morgan City ha terminado siendo una ciudad dormitorio alejada de la capital del estado de Nebraska donde han florecido los garitos de todo tipo, rufianes del mundo del caracol y prostíbulos donde H. P. Morgan maneja el cotarro y le consienten por su dinero lamiéndole el culo y diciendo lo que le gusta escuchar pero también rodeado de enemigos como Red Brain.

Red Brain comenzó como mozo de caracoles donde aprendió el oficio y unas cuantas cosas sobre el caracol que le llevaron de las caracoleras a ser jefe de caracolas, los parterres industriales donde crían a los caracoles y los seleccionan para las carreras y una buena tapadera para la verdadera fuente de ingresos de H. P. Morgan.

Red Brain, que ahora se pasea respetablemente por las mañanas de Morgan City chumando con otros rufianes como él, lleva 22 años esperando la oportunidad para ajustarle las cuentas a H. P. Morgan.

Me gusta informarme de quien me contrata. Muchas veces resuelves un caso y no te pagan o se ponen remolones aunque al menos siempre queda la fianza que siempre solicito para empezar a trabajar cuando acepto un caso. Buscando en Internet y parando en “Panojito´s”, el antro más canalla y rockanrolero de Nebraska donde siempre se encuentra información, puede tomarse una cerveza sin miedo a ser molestado y con abundante presencia de mujeres que también buscan pasar una noche agradable para olvidar un antiguo amor, pude enterarme de la historia entre H. P. Morgan y Red Brain. Pero tras un par de tragos con uno de su guardia pretoriana que suele parar en “Panojitós” me contó un par de cosas interesantes.

El tipo en cuestión aún estaba aceptablemente sobrio para hablarme de Jack Crawford, un cawboy dueño de una flota de caracolas rodantes y uno de los mas expertos de Morgan City en la cría y carreras de caracoles, oriundo del condado de Henderson al sur del estado. Crawford no es millonario pero sus ganancias en su rancho de caracoles de Morgan City le permiten controlar las carreras de Nebraska a Nuevo Méjico y que desprecia a H. P. Morgan.

La relación entre ambos viene desde los tiempos en que H. P. Morgan decidió convocar a todos los criadores de caracoles para convencerle de su proyecto de levantar una ciudad de las apuestas de carreras de caracoles. Por desgracia para la Iglesia Baptista, también les convenció con la promesa de que su inversión edificaría una catedral que terminó siendo un enjendro con una sola torre de campanario y que Morgan se agenció para sus verdaderos inversores de Florida y que es la mayor discoteca de Nebraska, templo de consumo de todo tipo de sustancias ilegales, puti club de lujo para los apostadores llegados de todo el mundo y donde H. P. Morgan es tratado como un emperador. Pero H. P. Morgan, que en el fondo quiere pasar a la historia como un magnate que creó un imperio caracolero, tiene una profunda envidia a Jack Crawford y con motivos reales que son sabidos por todo Morgan City: Jack Crawford es mejor criador y entrenador de caracoles y director de carrera que el capullo de H. P. Morgan que siempre trata de hacerle la vida imposible.

El esbirro de H. P. Morgan continuó contándome que éste ignora que Jack Crawford es en realidad mejor persona que él y un tipo de campo, tranquilo y trabajador que dispone de sus propios contactos más allá de los que puede conseguir el sucio dinero de Henry Paul Morgan como por ejemplo en Langley, Virginia, es un indicativo claro de hasta dónde Jack Crawford podría llegar si H. P. Morgan le plantara guerra.

Jack Crawford, si se lo propusiera, podría meter al cretino de H. P. Morgan en prisión a cadena perpetua de trabajos forzados en una prisión federal o hacerle pasar la mayor vergüenza a nivel social y humano desvelando su personalidad oculta de Heather Pauline Morgana...

Al llegar a este punto de la conversación, mis neuronas se habían desembotado al cien por cien y la historia me interesaba por las implicaciones que se derivaban de la misma, así que le invité a otro trago y el tipo, ya cada vez menos sobrio según las leyes vigentes de algunos estados, siguió largando detalles escabrosos se su amo como haber sido visto por miembros de su seguridad personal vestido de mujer y mencionando delante del espejo a su reflejo el nombre de Heatther Pauline Morgana.

La noche había sido fructífera: información de primera a cambio sólo de tres tragos. Pero en el fondo soy un romántico y el tipo me dio lástima. Mañana se levantaría con una resaca de cojones y seguramente recordará una nebulosa de nuestra interesante charla, así que decidí acercarle a casa. Era lo menos que podía hacer ya que un tipo que trabaja en seguridad y se va de la lengua cualquier día acabaría en un contenedor con la lengua saliéndole de la laringe, cosa posible para un tipo como H. P. Morgan rodeado de colombianos y por lo que se ve sin tener fornicio con colombianas...

El barrio donde vivía era una antigua zona residencial de casas de estuco convertido en barrio de pachucos. Los incautos que creyeron en las palabras de H. P. Morgan se instalaron aquí al principio y los más afortunados pudieron irse después de que H. P. Morgan lograra para sus jefes de Florida las caracolas que los incautos inversores dueños de las mismas perdieron junto con unos miles de dólares. El sueño de mundo del caracol de tener una capital mundial no pasó más allá de los amaños de las apuestas y descubrir que estaban rodeados de lo mejor de cada casa dedicados a actividades ilegales.

Estaba claro que mi confidente inesperado tenía una mierda de vida al ver la fachada de su casa, posiblemente otro coloquetas de los que gusta rodearse H. P. Morgan, pensé. El caso es que el tipo siguió cantando durante el trayecto ya con el alcohol saliéndole por las orejas y comentó que tanto H. P. Morgan como su antagonista tienen un secreto que podría matarles a ambos...

-¿Y quieres saber una cosa...?- me dijo acercando su pestilente cara a mi mejilla con lo que tuve que darle un empujón.

-Escupe lo que sea amigo, esta noche has cantado hasta la Traviata, por mi no te cortes.

-Ese hijo de puta de H.P. Morgan me pilló espiando, necesitaba dinero para el tratamiento de mi hijo- me decía mientras me arrepentía de haberle llevado y la brasa que me iba a dar durante el trayecto- te juro que yo no pensaba robarle, sólo quería enterarme de cuando le traían la recaudación para coger unos pocos pavos... pensaba devolverlo, te lo juro...

-Sí, claro. ¿Cómo es que sigues trabajando entonces para él? Lo normal es que ahora formaras parte de los cimientos de algún edificio de Morgan City.


El resto del trayecto el tipo no gorgutó palabra, mirando al frente con ojos vidriosos y apretando los puños. Respiré aliviado y encendí un cigarrillo pero me quedé con las ganas de poner el CD, igual le daba por cantar y acabaría vomitando...


-Cuando ese hijo de puta de Morgan me pilló, mis padres son mayores y estaban en una residencia. Lo tenía todo apuntado en una carpeta. Mandó a los dos gorilas que salieran de la habitación y se me insinuó para que no tomara medidas.

-¿Me estás diciendo que eres su concubina sodomita?- Pregunté sin sorpresa por los antecedentes sexuales de H. P. Morgan.

-Lo perdí todo... Mi esposa, mi hijo, mis padres... ¡Me dio una asquerosa pensión para recompensarme! H. P. Morgan es un cretino hijo de puta, amigo.- Me dijo de despedida mientras salía casi a rastras del coche.

De momento sabía que mi posible cliente, H. P. Morgan planteaba ciertos interrogantes. De momento sólo me preocupaba cuánto iba a pagarme por mis servicios.

Me aflojé la camisa, tiré los zapatos y el periódico al suelo y medité mirando al techo mientras saboreaba un bourbon si Henry Paul Morgan no era más que un travestido, un pobre chapero con dinero como decía el periódico o sufría una crisis de identidad.

Cuando Ducke Ellintong comenzaba el solo de trompeta, me quedé dormido...
Randall L. Stevents




The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
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