Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: El
largo invierno
Autor:
Alex Kershaw
Editorial:
DEBATE
Traducción:
Jordi Beltrán
Edición:
Primera edición, junio de
2006
La propuesta de hoy es la fascinante historia del
pelotón estadounidense más condecorado de la II Guerra Mundial, en
un escenario que comienza en la batalla de las Ardenas donde repelen
durante 24 horas la ofensiva nazi permitiendo a las unidades en su
retaguardia ganar un tiempo precioso que de otra forma podía haber
cambiado la ofensiva y hasta el curso de la guerra. Sin munición, el
pelotón se rinde y veremos sus vicisitudes como prisioneros de
guerra en Alemania y la pequeña catástrofe que el ego del general
Patton provocó en un disparatado intento de liberarlos. Al final del
conflicto todos los miembros del pelotón lograron sobrevivir,
algunos pese a las graves heridas del combate en las Ardenas, y
tardarían décadas en recibir el merecido homenaje de sus
compatriotas y del gobierno de Estados Unidos...
Alex Kershaw es periodista, guionista de cine y
colaborador de publicaciones como TheGuardian, The Sunday Times
Magazine y The Observer y autor de varios libros y biografías.
Parcos datos sacados de la contraportada y actualizados
al año de edición y en Internet podéis encontrar más información
sobre el autor. Y sin más preámbulos, unas breves reseñas que os
inciten a correr por un ejemplar y sumergirse en su apasionante
lectura:
Formando un pelotón de reconocimiento...
"Kriz
había escogido a Bouck, que tenía cara de niño, para que mandase
un pelotón reorganizado de Información y Reconocimiento (I&R)
del 394º Regimiento de Infantería, con la seguridad de que el
precoz joven de Missouri formaría un equipo excelente cuya misión
era ser `los ojos y oídos´ del regimiento cuando entrase en combate
en el plazo de unos meses. El teniente Bouck estaba entusiasmado con
el reto porque ansiaba distinguirse en su primer puesto de mando.
Aunque tenía aspecto de adolescente, era más sabio y duro de lo
normal para su edad y estaba agradecido al ejército por
proporcionarle una oportunidad de librarse de la desesperanza y el
desánimo que habían caracterizado parte de su infancia. -Éramos
una familia de la Depresión, una familia realmente pobre- recordó
Bouck-, Mi padre era carpintero, pero no había trabajo en la
construcción. Cuando yo era niño nos pasábamos la vida yendo de un
lado a otro y vivíamos en casas sin aparatos sanitarios en el
interior ni electricidad. Éramos cinco hermanos y vivíamos en
sitios donde no había un solo dormitorio. No siempre teníamos
suficiente para comer; recogíamos bayas, comñiamos dientes de león.
No le dábamos ninguna importancia. Creíamos que todo el mundo era
así. El mayor Kriz sabía que Bouck no era ningún `prodigio de
noventa días´ que acabara de salir de la escuela de formación de
oficiales. De hecho, llevaba seis años en el ejército, ya que se
había alistado en la Guardia Nacional de Missouri a los catorce años
de edad y había adquirido una experiencia inestimable en Fort
Benning; había sacado notas tan buenas que se había quedado en la
escuela como instructor. Finalmente se había incorporado a la 99ª
División en marzo de aquel año, al mismo tiempo que varios
centenares de descontentos alumnos del Programa Avanzado de Formación
Especializada (ASTP), cuyos programas de formación en la universidad
se habían cancelado súbitamente. El aumento del número de bajas en
el Pacífico y los grandes preparativos para el Día D habían
empujado al ejército a echar mano de todo soldado de infantería en
potencia."
Lanzerath, primera línea del frente en las Ardenas...
"Lanzerath
consistía en poco más de quince tristes casas de madera construidas
alrededor de una iglesia pequeña y un edificio de piedra llamado el
café Scholzen, donde los lugareños se habían concentrado antes de
la evacuación general de la zona por el 1º Ejército estadounidense
en octubre. Pero era un lugar clave desde el punto de vista
estratégico; se encontraba junto a la carretera de norte a sur con
un cruce que conducía a la zona de descanso de la 99ª División en
Honsfeld, al oeste. Si fuerzas atacantes tomaban el poblado, tendrían
acceso a una excelente ruta de apoyo a los tanques a través de un
sector muy desguarnecido del frente norteamericano. A poca distancia
de la hilera de árboles se habían construido varias trincheras
cubiertas con capacidad para dos hombres, que hasta hacía poco
habían estado guarnecidas por la 2ª División. Desde ellas se
dominaba un pasto despejado, de una extensión equivalente a dos
campos de fútbol aproximadamente, que descendía hasta una carretera
sin asfaltar que llegaba hasta el corazón de la aldea. El pasto se
hallaba dividido en dos partes iguales por una alambrada de púas. Al
disiparse las nieblas matutinas, la posición era un lugar excelente
para observar una carretera que iba desde la Línea Sigfrido hasta
Lancerath y el pueblo más cercano, losheim, junto a la frontera
alemana. Aquella mañana el mayor Kriz explicó la posición
estratégica global a su joven teniente. Cuatro divisiones de
infantería norteamericanas de unos sesenta y cinco mil hombres
defendían el `frente fantasma´ con la 99ª División en la posición
más septentrional. Había una brecha de unos ocho kilómetros entre
la 99ª División y la 2ª División en el sur. Esta brecha estaba
defendida sólo por la Fuerza Especial X del 14º Grupo de Caballería
y, en Lanzerath, por cuatro dotaciones de cañones de 80 milímetros
del 2º Pelotón de la Compañía A, 820º Batallón Destructor de
Tanques, que ocupaba una pequeña casa de labranza en el borde de la
aldea."
Defendiendo la posición...
"El
teniente Lyle Bouck se dio cuenta de que estaba empapado en sudor,
aunque las temperaturas seguían estando bajo cero. No sentía
ninguna tensión ahora que la batalla había empezado. Costaba creer
que los alemanes no hubiesen machacado la posición del pelotón con
cañones, morteros o siquiera ametralladoras. Miró hacia abajo y vio
que el campo aparecía salpicado de cadáveres, fragmentos de cuerpos
y manchas de sangre; había un `montón de deshechos humanos´. La
carnicería no le turbó. Habían detenido el avance alemán. Habían
hecho lo que debían hacer y cumplido sus órdenes. -Vaya a ver si
hay algún herido en sus hoyos- ordenó Bouck a Slape- Yo iré por la
derecha. Usted vaya por la izquierda. Siguieron las líneas de hoyos.
McConnell era la única baja. Tenía una bala de pistola automática
alojada en la parte superior del pecho. Pero estaba consciente.
Seguiría luchando. Además, no había sanitarios allí que pudieran
curarle y llevárselo. Jusato antes de las once d ela mañana, los
alemanes que estaban en Lanzerath se prepararon para atacar de nuevo.
Desde su granero, Adolf Schur, su hermano Eric y su padre, Christolf,
observaron cómo se agrupaban los alemanes. Christolf había sido
tambor del ejército alemán en la Primera Guerra Mundial. Ahora
-dijo a sus hijos- podéis ver cómo es realmente la guerra. El
pelotón volvió aabrir fuego cuando los alemanes llegaron a la
alambrada. Esta vez fue el soldado de primera Milosevich quien
disparó la ametralladora del calibre 50 isntalada en el jeep. Las
balas perforantes eran las que usaban los artilleros que iban en la
cola de los B-17 para derribar enemigos y abrían agujeros de treinta
centímetros de ancho en los soldados alemanes. Pero elc ampo de
fuego de la ametralladora del 50 era demasiado estrecho y no era
fácil mover el arma en su posición fija en el jeep. Milosevich
intentó sacarla de su soporte, pero se quemó la mano porque el
metal estaba muy caliente. Se vendó la quemadura con un pañuelo y
volvió a levantar la ametralladora para poder cubrir mejor el
pasto."
Prisioneros en la Alemania nazi, diciembre de 1944...
"Entretanto,
el transporte de prisioneros en el que iba Lyle Bouck continuaba su
horrible
odisea. La siguiente parada fue Nuremberg, escenario de las famosas concentraciones nazis de antes de la guerra y ahora uno de los principales objetivos de los bombardeos aliados, que no habían hecho más que intensificarse a medida que se aproximaba el Año Nuevo. El 27 de diciembre de 1944 el tren entró en una estación de clasificación. Los alemanes ordenaron a los prisioneros que bajaran de los vagones de carga y formaron con ellos una columna que cruzó la ciudad. Su destino final era un campo de prisioneros que, afortunadamente, se hallaba en las afueras. Lyle Bouck y su pelotón entraron en el Stalag XIII D once largos días después de ser capturados. Cuando los hombres finalmente se desplomaron en los endebles y fríos barracones de madera, empezaron a quitarse las botas. -Descubrí que tenía ambos pies parcialmente congelados- recordó el sargento Peter Gacki, uno de los observadores de artillería que habían caído prisioneros con el pelotón en Lanzerath-. Un soldado alemán me había quitado los chanclos y las botas y tuve que ponerme otras botas que me venían demasiado pequeñas. Los alemanes nos pusieron a varios que teníamos los pies congelados en una habitación pequeña. No tenían material médico, exceptuando algo que parecía grasa para ejes y con lo que nos frotamos los pies. Cuando los pies se me empezaron a descongelar anduve descalzo toda la noche sobre el suelo frío. Por la mañana el dolor disminuyó. En un dedo de cada pie encontré una mancha de color morado intenso. Parecía un comienzo de gangrena. Sam Jenkins también luchó contra una congelación grave que podía llevar rápidamente a la gangrena y luego la inevitable amputación, perspectiva escalofriante dado que los hospitales de los campos de prisioneros eran dignos de la Edad Media. A esas alturas sólo podía andar unos metros antes de caer y sufrir un dolor atroz. Por suerte sus compañeros le ayudaban a desplazarse, en particular Aubrey McGehee, que era el más fuerte entre los miembros del pelotón que habían sido capturados. Hacía apenas cinco días de su llegada al campo cuando volvieron a oír el zumbido de aviones a lo lejos. Más de quinientos bombarderos aliados se acercaban a Nuremberg. Muchos de los pilotos del Mando de Bombardeo británico querían vengar la peor derrota que habían sufrido en toda la guerra. El 30 de marzo de 1944, nueve meses antes, el Mando de Bombardeo había enviado 795 bombarderos pesados con la orden de borrar del mapa la histórica ciudad. Era una noche clara, iluminada por la luna, y los bombarderos fueron interceptados por una nutrida fuerza de cazas nocturnos alemanes: ciento setenta bombarderos fueron destruidos o inutilizados y más de quinientos tripulantes murieron en una sola noche. Esta vez los pilotos del Mando de Bombardeo dejarían algo que los habitantes de Nuremberg recordarían durante el resto de sus vidas."
odisea. La siguiente parada fue Nuremberg, escenario de las famosas concentraciones nazis de antes de la guerra y ahora uno de los principales objetivos de los bombardeos aliados, que no habían hecho más que intensificarse a medida que se aproximaba el Año Nuevo. El 27 de diciembre de 1944 el tren entró en una estación de clasificación. Los alemanes ordenaron a los prisioneros que bajaran de los vagones de carga y formaron con ellos una columna que cruzó la ciudad. Su destino final era un campo de prisioneros que, afortunadamente, se hallaba en las afueras. Lyle Bouck y su pelotón entraron en el Stalag XIII D once largos días después de ser capturados. Cuando los hombres finalmente se desplomaron en los endebles y fríos barracones de madera, empezaron a quitarse las botas. -Descubrí que tenía ambos pies parcialmente congelados- recordó el sargento Peter Gacki, uno de los observadores de artillería que habían caído prisioneros con el pelotón en Lanzerath-. Un soldado alemán me había quitado los chanclos y las botas y tuve que ponerme otras botas que me venían demasiado pequeñas. Los alemanes nos pusieron a varios que teníamos los pies congelados en una habitación pequeña. No tenían material médico, exceptuando algo que parecía grasa para ejes y con lo que nos frotamos los pies. Cuando los pies se me empezaron a descongelar anduve descalzo toda la noche sobre el suelo frío. Por la mañana el dolor disminuyó. En un dedo de cada pie encontré una mancha de color morado intenso. Parecía un comienzo de gangrena. Sam Jenkins también luchó contra una congelación grave que podía llevar rápidamente a la gangrena y luego la inevitable amputación, perspectiva escalofriante dado que los hospitales de los campos de prisioneros eran dignos de la Edad Media. A esas alturas sólo podía andar unos metros antes de caer y sufrir un dolor atroz. Por suerte sus compañeros le ayudaban a desplazarse, en particular Aubrey McGehee, que era el más fuerte entre los miembros del pelotón que habían sido capturados. Hacía apenas cinco días de su llegada al campo cuando volvieron a oír el zumbido de aviones a lo lejos. Más de quinientos bombarderos aliados se acercaban a Nuremberg. Muchos de los pilotos del Mando de Bombardeo británico querían vengar la peor derrota que habían sufrido en toda la guerra. El 30 de marzo de 1944, nueve meses antes, el Mando de Bombardeo había enviado 795 bombarderos pesados con la orden de borrar del mapa la histórica ciudad. Era una noche clara, iluminada por la luna, y los bombarderos fueron interceptados por una nutrida fuerza de cazas nocturnos alemanes: ciento setenta bombarderos fueron destruidos o inutilizados y más de quinientos tripulantes murieron en una sola noche. Esta vez los pilotos del Mando de Bombardeo dejarían algo que los habitantes de Nuremberg recordarían durante el resto de sus vidas."
Se
acerca el final del cautiverio...
"Todos
los días pasaban cerca del campo largas columnas de alemanes que
hacían caso omiso de los prisioneros porque lo único que les
interesaba era salvar el pellejo. Más cazas británicos sobrevolaron
el campo e hicieron barrenas horizontales. Los guardias del Ejército
del Interior empezaron a desaparecer poco a poco. Un día, una
explosión inmensa sacudió el campo; habían volado el arsenal y
huyeron más guardias. Según algunas crónicas, otros optaron por
rendirse y fueron conducidos a una zona del campo mientras
suboficiales aliados se hacían con el control del mismo,
apoderándose de las armas de los alemanes y organizando luego grupos
de hombres para que se encargasen de mantener cierta apariencia de
orden y repartir alimentos. De pronto las salidas en busca de comida
se hicieron muy difíciles porque prisioneros rusos que habían sido
tratados con indecible brutalidad -se cree que miles de ellos
murieron en Fallingbostel- abandonaron el campo y limpiaron todas las
granjas de los alrededores, violando y saqueando mientras se dirigían
al encuentro del Ejército Rojo. Habían visto a compañeros suyos
golpeados hasta la muerte, reducidos a esqueletos por la falta de
alimentos y fusilados sin ningún motivo, por lo que ahora ansiaban
vengarse. El 16 de abril de 1945 los soldados Louis Kalil y James
Silvola oyeron el fragor de una batalla a lo lejos. Los hombres
salieron corriendo de los barracones y vieron cómo un tanque del II
Ejército británico cruzaba la entrada principal, seguido d ecerca
por soldados armados con ametralladoras ligeras. En la sala del
hospital del campo donde estaba Louis Kalil hubo un estallido de
alegría. Kalil, Robbie y Roy Burke, que seguían ocupando literas
contiguas, se abrazaron con enorme alivio y luego salieron cojeando
al exterior."
Libro
ideal para lectura vacacional de amantes de las hazañas bélicas y
de los entresijos de las grandes batallas, porque el estilo ágil del
autor nos ofrece una mirada distinta de las Batalla de las Ardenas y
ver a los héroes reales, un pequeño pelotón que resistió hasta
agotar la munición para ser capturados aunque su sacrificio salvó a
miles de ser arrollados por la ofensiva nazi. Libro apasionante con
testimonios, mapas que nos sitúan en el frente y las vicisitudes de
ser prisionero en manos de los alemanes y el casi milagro de que todo
el pelotón lograra sobrevivir. También para recordarnos que su
sacrificio en Europa fue por algo, ahora que parece que el populismo
y el nacionalismo llegan y aspiran al poder en Europa y en las
democracias del mundo. Ideal para unas risas si se regala a la suegra
que pensará que son cuentos de navidad y de paso a ver si forra la pata de ese
armario que cojea...
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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