The Adversiter Chronicle

martes, 1 de octubre de 2024

"Ni a pata ni alpargata y menos a La Alcarria", suplemento viajero cutre

Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje al ambulatorio para una extracción de sangre

El viajero llega a la puerta del ambulatorio, está cerca de su domicilio y es una mañana calurosa pese a la temprana hora de la mañana, antes de misa de nueve. Es un edificio de una sola planta y forma rectangular, el viajero ya lo conoce con el largo pasillo jalonado de puertas de distintas dependencias y consultas a los lados. La sala de espera está con gente y el viajero nota que la cosa hoy va despacio, sabe de anteriores extracciones de sangre para analítica que suele haber cuatro sanitarias, nunca vio a un sanitario en la sala de extracción de sangre, pero hoy atisba por la puerta abierta que sólo hay dos.
El viajero se sienta a esperar que la sanitaria en la puerta con la lista de usuarios para extracción de sangre le llame en voz alta. Se ve que hay retraso porque dos personas se acercan a la sanitaria de la puerta para asegurarse de que están en la lista y la sanitaria les responde que hay retraso y que no se preocupen que las llamará cuando llegue el turno. El viajero contempla el trajín mañanero del ambulatorio, con cola en el mostrador de atención, sala de espera para extracciones abarrotada de usuarios de todas las edades salvo infancia. Hay otros que se dirigen a las entrañas del pasillo para consulta, barrunta el viajero, y personal sanitario entrando y saliendo. El interior es el típico de un ambulatorio que se ve marchito añorando el esplendor de lo nuevo en la inauguración. Se ve que han tenido que intervenir en las paredes con una capa de pintura que parece más bien un envoltorio, puertas algo descoloridas, una sensación no de viejo, mal cuidado e incluso destartalado, simplemente otro edificio que requiere mantenimiento y una buena capa de pintura aunque a simple vista se ve bien.
La sanitaria de la puerta dice el nombre del viajero que se levanta y entra en la sala de extracciones donde le entregan, tras comprobar su nombre, unas pegatinas que debe entregar a la sanitaria que le haga la extracción. Debe esperar unos minutos, sólo dos en realidad, a que quede libre uno de los dos puestos de extracción y capta una conversación entre la sanitaria de la puerta y otra persona, está de espaldas y puede escuchar sin verlas, que comentan que haya hoy poco personal y el viajero se entera por la respuesta de la sanitaria de que el personal ausente no se cubre. El viajero piensa para sus adentros que es la primera vez que ve físicamente la crisis de falta de personal sanitario que oye en la radio, lee en la prensa y sale en televisión. Realmente admira a un personal sanitario que debe estar cara al público y sus quejas. Pero queda vacante un puesto y el viajero sale de la ensoñación y se sienta, entrega las pegatinas a la sanitaria y estira el brazo derecho. Le pincha el brazo en una buena estocada, suave e indolora salvo un breve escozor y ve la sangre deslizarse por el tubo de goma hasta una pipeta que la sanitaria maneja con maestría porque son necesarias tres, y cuando se da cuenta la extracción ha finalizado sin mareos de la impresión de ver salir la sangre por el tubo. Le aplica un pequeño algodón en la zona del pinchazo sujetado por una tira de esparadrapo y le indica al viajero que lo apriete cinco minutos y sale de la sala de extracción para sentarse de nuevo en la sala de espera, ya casi vacía sin gentío ni sillas ocupadas.
El viajero se percata de la presencia de una vecina, a su derecha y separados por cuatro asientos libres, y se saludan educadamente. El viajero medita por un momento si acercase y dar un poco de palique, pero le da pereza comenzar una conversación de circunstancias comentando las respectivas causas de la visita al ambulatorio y una letanía de dolencias. El viajero recuerda que para sus abuelos era casi un acto social dar palique con conocidos en las salas de espera de ambulatorios, hospitales y Urgencias, el viajero prefiere el solaz de sus pensamientos y una actitud contemplativa sin molestar a nadie y que nadie le moleste a él. Mira el viajero el reloj y el esparadrapo, el primero marca casi las y veinte y el segundo tiene una sospechosa marca de sangre extendida más de lo que suele ser habitual. Duda el viajero entre ponerse la chaqueta y salir o esperar un poco más, por un instante se imagina de regreso y que la sangre le corre por la manga, pero un nuevo vistazo le permite apreciar que la mancha de rojo pálido no se extiende más y se pone reconfortado la chaqueta.
Sale al exterior del ambulatorio y mira el cielo así como el abrevadero en la acera de enfrente donde sabe por experiencia que sirven buen café y galletita para acompañarlo, auténtico manjar para el viajero que ha tenido que ir en ayunas añorando el cafelito mañanero. Sin pensarlo dos veces se dirige a cruzar el...
Pero ése, ya es otro viaje.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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