Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje al ambulatorio
para una extracción de sangre
El
viajero llega a la puerta del ambulatorio, está cerca de su
domicilio y es una mañana calurosa pese a la temprana hora de la
mañana, antes de misa de nueve. Es un edificio de una sola planta y
forma rectangular, el viajero ya lo conoce con el largo pasillo
jalonado de puertas de distintas dependencias y consultas a los
lados. La sala de espera está con gente y el viajero nota que la
cosa hoy va despacio, sabe de anteriores extracciones de sangre para
analítica que suele haber cuatro sanitarias, nunca vio a un
sanitario en la sala de extracción de sangre, pero hoy atisba por la
puerta abierta que sólo hay dos.
El
viajero se sienta a esperar que la sanitaria en la puerta con la
lista de usuarios para extracción de sangre le llame en voz alta. Se
ve que hay retraso porque dos personas se acercan a la sanitaria de
la puerta para asegurarse de que están en la lista y la sanitaria
les responde que hay retraso y que no se preocupen que las llamará
cuando llegue el turno. El viajero contempla el trajín mañanero del
ambulatorio, con cola en el mostrador de atención, sala de espera
para extracciones abarrotada de usuarios de todas las edades salvo
infancia. Hay otros que se dirigen a las entrañas del pasillo para
consulta, barrunta el viajero, y personal sanitario entrando y
saliendo. El interior es el típico de un ambulatorio que se ve
marchito añorando el esplendor de lo nuevo en la inauguración. Se
ve que han tenido que intervenir en las paredes con una capa de
pintura que parece más bien un envoltorio, puertas algo
descoloridas, una sensación no de viejo, mal cuidado e incluso
destartalado, simplemente otro edificio que requiere mantenimiento y
una buena capa de pintura aunque a simple vista se ve bien.
La
sanitaria de la puerta dice el nombre del viajero que se levanta y
entra en la sala de extracciones donde le entregan, tras comprobar su
nombre, unas pegatinas que debe entregar a la sanitaria que le haga
la extracción. Debe esperar unos minutos, sólo dos en realidad, a
que quede libre uno de los dos puestos de extracción y capta una
conversación entre la sanitaria de la puerta y otra persona, está
de espaldas y puede escuchar sin verlas, que comentan que haya hoy
poco personal y el viajero se entera por la respuesta de la sanitaria
de que el personal ausente no se cubre. El viajero piensa para sus
adentros que es la primera vez que ve físicamente la crisis de falta
de personal sanitario que oye en la radio, lee en la prensa y sale en
televisión. Realmente admira a un personal sanitario que debe estar
cara al público y sus quejas. Pero queda vacante un puesto y el
viajero sale de la ensoñación y se sienta, entrega las pegatinas a
la sanitaria y estira el brazo derecho. Le pincha el brazo en una
buena estocada, suave e indolora salvo un breve escozor y ve la
sangre deslizarse por el tubo de goma hasta una pipeta que la
sanitaria maneja con maestría porque son necesarias tres, y cuando
se da cuenta la extracción ha finalizado sin mareos de la impresión
de ver salir la sangre por el tubo. Le aplica un pequeño algodón en
la zona del pinchazo sujetado por una tira de esparadrapo y le indica
al viajero que lo apriete cinco minutos y sale de la sala de
extracción para sentarse de nuevo en la sala de espera, ya casi
vacía sin gentío ni sillas ocupadas.
El
viajero se percata de la presencia de una vecina, a su derecha y
separados por cuatro asientos libres, y se saludan educadamente. El
viajero medita por un momento si acercase y dar un poco de palique,
pero le da pereza comenzar una conversación de circunstancias
comentando las respectivas causas de la visita al ambulatorio y una
letanía de dolencias. El viajero recuerda que para sus abuelos era
casi un acto social dar palique con conocidos en las salas de espera
de ambulatorios, hospitales y Urgencias, el viajero prefiere el solaz
de sus pensamientos y una actitud contemplativa sin molestar a nadie
y que nadie le moleste a él. Mira el viajero el reloj y el
esparadrapo, el primero marca casi las y veinte y el segundo tiene una
sospechosa marca de sangre extendida más de lo que suele ser
habitual. Duda el viajero entre ponerse la chaqueta y salir o esperar
un poco más, por un instante se imagina de regreso y que la sangre
le corre por la manga, pero un nuevo vistazo le permite apreciar que
la mancha de rojo pálido no se extiende más y se pone reconfortado
la chaqueta.
Sale
al exterior del ambulatorio y mira el cielo así como el abrevadero
en la acera de enfrente donde sabe por experiencia que sirven buen
café y galletita para acompañarlo, auténtico manjar para el
viajero que ha tenido que ir en ayunas añorando el cafelito
mañanero. Sin pensarlo dos veces se dirige a cruzar el...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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