Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
Antony Beevor
Editorial:
Crítica S. L.
Traducción:
David León Gómez
Edición:
Decimocuarta impresión,
octubre de 2007
Fue
la última batalla de la II Guerra Mundial con un Hitler encerrado en
el búnker y que, llevado de su delirio, unía su suerte a la de la
capital del Reich y sus habitantes para finalmente suicidarse
mientras el Ejército Rojo bombardeaba la ciudad, saqueaba y violaba
con los últimos defensores de Berlín intentando llegar a la zona
estadounidense. Niños y jóvenes junto a viejos veteranos de la I
Guerra Mundial fueron mandados a enfrentarse a los tanques soviéticos
mientras la SS colgaba a quienes intentaban desertar de una
movilización forzosa y mortal. Sin embargo, las tropas soviéticas
no se encontraron tampoco con un paseo militar, presionados los
generales por Stalin y animando por su parte la competencia entre
ellos. El dictador soviético quería Berlín y no se fiaba de la
palabra de los aliados tejiendo una red de comunicados donde
desdeñaba la capital alemana en apariencia mientras urgía que sus
ejércitos asediaran Berlín cuanto antes...
Antony Beevor, educado en
Winchester y Sandhurst, fue oficial regular del ejército británico.
Abandonó el ejercito tras cinco años de servicio y se trasladó a
París, donde escribió su primera novela. Ganó el Runciman Prize en
1992 y es Caballero de las Artes y las Letras del gobierno francés.
`Stalingrado´ le valió ganar el Samuel Johnson Price para obras de
no ficción en su primera convocatoria, el Wolfson History Prize y el
Hawthornden Prize siendo el primero de sus libros traducidos al
español.
Datos sacados de la
contraportada y actualizados al año de edición aunque en Internet
podéis encontrar más información sobre el autor, y sin más
verborrea unos breves pasajes que os inciten a su apasionante
lectura:
Stalin pone sus ojos en
Berlín...
"Stalin, bien que
no descartaba el uso de símbolos cuando le convenía, se mostró
mucho más calculador. La capital del Reich suponía, en verdad, la
`culminación de todas las operaciones de nuestro ejército durante
esta guerra´; pero el dirigente soviético tenía otros intereses.
Entre éstos destacaba el plan, elaborado durante el ejercicio de
Lavrenty Beria en cuanto ministro de Seguridad Estatal, de despojar
los laboratorios de investigación atómica berlineses de todo su
instrumental y su uranio antes de la llegada de los estadounidenses y
los británicos. El Kremlin estaba bien informado de los avances del
Proyecto Manhattan, que se estaba desarrollando en Los Álamos, por
mediación del doctor Klaus Fuchs, espía allegado al régimen
comunista. Los científicos soviéticos se hallaban muy rezagados en
este sentido, y Stalin y Beria estaban convencidos de que si eran
capaces de hacerse con los laboratorios y los investigadores de
Berlín antes de que llegasen los Aliados occidentales, podrían
elaborar una bomba atómica semejante a la de los estadounidenses."
Saqueos
en el avance hacia Berlín del Ejército Rojo...
"No era extraño
que los objetos requisados a modo de botín acabasen siendo
descartados y pisoteados poco después de haberse obtenido. Nadie
quería dejar nada que pudiese interesar a una shabnaya krysa
(`sabandija del estado mayor) o a una tylovaya krysa (`sabandija de
retaguardia´, es decir, perteneciente al segundo escalón).
Solzhenitsyn describía escenas que semejaban `mercados tumultuosos´
en los que los soldados llegaban a probarse las tallas grandes de las
bragas de las prusianas. Algunos llevaban tantas capas de ropa bajo
sus abrigos que apenas si podían moverse, y la dotación de los
tanques llenaba sus carros con tal cantidad de botín que resulta
increíble que las torretas pudieran girar. Las reservas de
proyectiles se vieron también menguadas por el hecho de que los
vehículos se hallasen cargados de trofeos tan indiscriminados. Los
oficiales sacudían la cabeza desesperados al ver a sus hombres tomar
despojos tales como trajes de etiqueta que pretendían enviar a casa
en su paquete mensual. El idealista Kopelev desaprobaba tajante esta
actitud, y consideraba que el bulto de cinco kilos que permitían
franquear las autoridades como medida especial constituía `una
incitación directa e imperdonable para el saqueo´. A los oficiales
se les permitía enviar el doble, mientras que para los generales y
los oficiales del SMERSH apenas se había impuesto un límite; con
todo, los últimos no tenían verdadera necesidad de rebajarse a
saquear, pues los miembros de su estado mayor les ofrecían artículos
selectos. El propio Kopelev eligió una elaborada escopeta de caza y
una serie de grabados de Durero para el general Okorokov, su superior
en el departamento político del 2º frente bielorruso."
Las
mujeres como botín de guerra en Prusia Occidental y Pomerania...
"Las
más jóvenes, desesperadas por escapar a la atención de los
soldados, se frotaban el rostro con ceniza y hollín, se cubrían la
frente con los pañuelos propios de las campesinas, se arrebujaban
para ocultar sus cuerpos y cojeaban por el lado de la carretera como
viejas decrépitas. Sin embargo, este disfraz no garantizaba en
absoluto su seguridad, habida cuenta de que muchas ancianas tampoco
se hallaban a salvo de violación. Las mujeres alemanas desarrollaron
sus propias fórmulas verbales en relación con las experiencias por
las que habían pasado. Muchas decían: `Tuve que ceder´; una de
ellas refirió que había tenido que ceder trece veces. `Su horror
parfecía teñido de una pincelada de orgullo por cuanto había
soportado´, señaló soprendida Libussa von Oldershausen. De
cualquier manera, eran muchas más las mujeres traumatizadas por sus
espantosas vivencias. Algunas sufrían ataques catatónicos; otras se
suicidaban, aunque, al igual que sucedió a Libussa von Odershausen,
las embarazadas solían rechazar esta última vía de escape,
llevadas del deber instintivo que habían contraído con sus bebés
aún nonatos."
La
conquista de Berlín pasa por cruzar el río Neisse...
"La
anchura del Neisse entre Forst y Muskau era aproximadamente la mitad
de la del Óder. No obstante, cruzar un río frente a las tropas
enemigas en posición no era tarea fácil. El mariscal Konev decidió
que la mejor táctica que podía seguir si 1º frente ucraniano
consistía en mantener al enemigo ocupado y cegarlo mientras sus
unidades más importantes atravesaban el cauce. El bombardeo de la
artillería se inició a las seis de la mañana, hora de Moscú; las
cuatro, hora de Berlín. Para ello se apostaron doscientos cuarenta y
nueve cañones por kilómetro, lo que suponía la mayor concentración
de toda la guerra, que además se vio intensificada por un poderoso
ataque del 2º ejército del aire. `El zumbido de los aviones y el
tronar de los cañones y las bombas que hacían explosión eran tan
potentes que apenas dejaban oír a un camarada que estuviese gritando
a un metro de distancia´, observó un oficial. Además, la descarga
se prolongó durante mucho más tiempo que la de Zhukov, pues duró
un total de ciento cuarenta y cinco minutos. `El dios de la guerra
está tronando a gusto hoy´, señaló el comandante de cierta
batería aprovechando una pausa. La dotación d elos cañones hacía
su trabajo impelida por el placer de la venganza e incitada por las
órdenes de sus comandantes: `A la guarida de los fascistas...
¡fuego! Al poseso de Hitler... ¡fuego! Por la sangre y el
sufrimiento d elos nuestros... ¡fuego!´."
Hitler
traicionado por el fiel entre los fieles y leal entre los leales del
Führer...
"Mediada la tarde
del 28 de abril, Hitler supo de un comunicado de la radio de
Estocolmo que anunciaba que Himmler había establecido contactos con
los Aliados. La idea de que der treue Heinrich ( `el fiel Heinrich´)
pudiese estar tratando de entablar negociaciones parecía absurda,
aunque Hitler había empezado a sospechar de las SS cuando Steiner
fracasó en la liberación de Berlín. El Führer telefoneó a
Dönitz, que habló con Himmler. El Reichsführer de las SS lo negó
todo de forma tajante. Sin embargo, aquella misma noche, Lorenz, el
agregado de prensa del dirigente nazi, llegó con un informe de
Reuters que confirmaba la noticia. Entonces estallaron todos los
resentimientos y sospechas de Hitler, que se tornó pálido de ira y
sufrió un fuerte estremecimiento. Se sometió a Fegelein a un
interrogatorio, dirigido al parecer por el general de división
Müller, jefe de la Gestapo. El detenido admitió tener noticias de
las conversaciones que había mantenido Himmler con Bernadotte.
Freytag von Loringhoven vio conducir a Fegelein escaleras arriba,
firmemente escoltado por miembros de la SS. Habían arrancado de su
uniforme todas las insignias propias de su rango, así como su Cruz
de Caballero y cualquier otro distintivo. Sus ademanes arrogantes
habían desaparecido. Lo ejecutaron en el jardín de la Cancillería
del Reich. Hitler se convenció entonces de que las SS habían
tramado una confabulación tras otra en su contra, tal como había
hecho erl ejército el año anterior."
Capitulación...
"Entonces se hizo
pasar a la delegación alemana. Friedeburg y Stumpff presentaban un aspecto resignado. Keitel hacía lo posible por parecer imperioso y
lanzaba de vez en cuando una mirada despectiva a Zhukov. Simonov pudo
imaginar la ira que debía de bullir en su interior. Otro tanto le
sucedió a Zhukov, que además paró mientes en las manchas rojas que
tenía el alemán en el rostro. Los documentos de la rendición se
colocaron sobre la mesa principal. El primero en firmar fue Zhukov,
a quien siguieron, en este orden, Tedder, Spaatz y el general De
Lattre. Keitel estaba sentado con la espalda muy erguida y los puños
crispados. Por momentos, iba echando cada vez más hacia atrás la
cabeza. A sus espaldas había un oficial alemán de estado mayor
`llorando sin mover un solo músculo de su rostro´. Zhukov se puso
en pie. `Invitamos a la delegación alemana a firmar las actas de
capitulación´, indicó en ruso. El intérprete tradujo sus
palabras, aunque Keitel señaló con un gesto de impaciencia que lo
había entendido y que debían hacercarle el documento. El mariscal
soviético, empero, apuntó con el dedo al final de su mesa y dijo al
intérprete: `Diles que vengan aquí para firma´. Keitel se lebantó
y caminó hacia donde le habían indicado. Con un ademán aparatoso,
se quitó el guante antes d ecoger la pluma. Era evidente que
ignoraba por completo que el jefe soviético que miraba por encima de
su hombro mientras firmaba era el representante de Beria: el general
Sekov. Keitel volvió a colocarse el guante y regresó a su lugar.
Entonces tocó el turno a Stumff y, por fin, a Friedburg. `La
delegación alemana puede abandonar la sala´, anunció Zhukov. Los
tres aludidos se pusieron en pie. Keitel, `cuya papada colgaba tal la
de un buldog´, levantó por todo saludo su bastón de mariscal antes
de girar sobre sus talones."
Sabotajes
a las tropas soviéticas de ocupación...
"Entre las teorías
soviéticas de sabotaje se hallaba la idea de `que los dirigentes de
las organizaciones fascistas preparan envenenamientos masivos en
Berlín mediante la venta de limonada y cerveza emponzoñadas´. Los
niños a los que encontraban jugando con bazucas y otras armas
abandonadas habían de enfrentarse a interrogatorios como sospechosos
de pertenecer a la Werwolf, y al SMERSH no le interesaba otra cosa
que no fuesen las confesiones. El único signo manifiesto de desafío
parece haber sido un puñado de carteles nazis aparecidos en
Lichtenberg que proclamaban: `¡El partido sigue vivo!´. También
hubo otra llamativa excepción al ambiente general de sumisión: La
noche del 20 de mayo, `un número aún por determinar de bandidos´
atacó el campo especial número 10 del NKVD y liberó a
cuatrocientos sesenta y seis prisioneros. El comandante Kyuchkin,
responsable del centro, se hallaba `en un banquete´ cuando tuvo
lugar el ataque. Beria montó en cólera: después de las severas
críticas que había vertido el NKVD sobre los jefes del ejército
por su falta de vigilancia, el incidente resultaba harto embarazoso."
Apasionante
viaje al final del régimen nazi guiados del estilo ágil y ameno de
Antony Beevor que logra que se lea de un tirón, no faltan anexos con
mapas que nos ilustran del terreno y movimientos de tropas. Lectura
ideal para amantes de las hazañas bélicas y amantes de la Historia,
recomendable para lectura vacacional, turnos de noche tranquilos y de
mesita de noche. También nos enseña que las noticias de
violaciones, saqueos, actos de cobardía e impunidad asesina de las
guerras que nos van asediando siguen tan vigentes en la guerra como
en 1945 y conflictos anteriores donde la población civil, las
mujeres especialmente, se consideran parte del botín de guerra...
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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