Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
El barrio
Aunque
no salía mucho a jugar a la calle, sólo tengo el recuerdo de cuando
estaba en obras con las aceras levantadas y lo que me parecían
enormes fosas con grandes secciones de tubería donde jugaba con
otros niños, tenía comprensión de `mi barrio´. En mi universo
infantil el barrio era la calle del portal que bajaba de una avenida
a otra, de un solo sentido de circulación, y la calle transversal
que llevaba a otro punto que ya quedaba fuera de mi alcance. Era una
calle con mucha vida, había de todo en ese pequeño barrio en el que
me movía. Estaba el kiosco de Pepito donde adquiría chuches que
llaman ahora y unos sobres con soldaditos de plástico, también de
armar vehículos, eran sobres poco más grandes que una carta y
abultados por el contenido. Antes del kiosco estaba la panadería
donde con el pan adquiría, siempre que podía, unos deliciosos
triángulos de bizcocho remojado cubierto de chocolate, un remojo
que hoy estaría prohibido porque era licor de veras, también las
`Magdalenas Ortiz´, deliciosas que nunca volví a encontrar cuando
dejaron de producirlas, las bolsas de leche de plástico con extraño
tacto y por supuesto el pan que al llegar a casa siempre la faltaba
un cuerno porque no podía resistir la tentación de darle un ñasco.
En la calle del portal había una cafetería donde hacían unos
inolvidables sándwiches de jamón york y queso que se fundía y más
abajo una bulliciosa sidrería. Pasada ésta abrieron otro kiosco con
estantes y mobiliario nuevo donde solía parar aunque poco. Recuerdo
que había una fábrica de algo y al mediodía la calle se poblaba de
mujeres en bata azul de faena que cogían el pan para el bocadillo.
Al lado del portal recuerdo la imprenta, además el sobrino de los
dueños iba conmigo al colegio, un chaval grande que cojeaba de un
pie y que era huérfano. Nunca me atreví a trabar confianza, supongo
que su orfandad despertaba en mí temor a la vez que me hizo sentir
muy afortunado del entorno que tenía, sencillamente no podía
imaginar que me quedara huérfano. En la acera de enfrente estaba la
carnicería, recuerdo los filetes de ternera y lo alto que me parecía
el mostrador y ese olor de carne fresca sin que faltaran morcillas y
chorizos colgando de un gancho. Era mi calle y mi universo de
exploración, ahora presenta un aspecto decadente con las huellas de
la crisis y sus locales cerrados, otros que eran una cosa ahora son
de otra y las dimensiones han encogido, aunque puedo ver como una
transparencia como era entonces, superpuesto al ahora, caras nuevas y
desconocidas o el portal ahora con ascensor y reformado sin las
carboneras que se inundaban todos los años y video portero en lugar
de timbre. La fábrica de algo ya no está y en su lugar hay un
moderno edificio que no desentona mucho, aunque un poco sí, con el
resto de edificios más veteranos que lo rodean. Eran mis calles,
supongo.
Antón Rendueles
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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