Tal vez sea la calma
chicha dominical, esa suave y tenue atmósfera de descanso donde no
se ve a quienes pringan detrás de la barra, al volante, en el
interior de los talleres fabriles...
El caso es que me he
acordado de viejos kameraden, sintiendo el paso del tiempo como una
prensa hidráulica que golpea los recuerdos. Recuerdo a Pipo, un tipo
genial y al que conocí por poco tiempo, tiempo intenso es cierto.
Tenía una vieja y achacosa motocicleta, su caballo de hierro le
gustaba decir y era toda una obra de equilibrio que fuera capaz de
mantenerse en marcha dada su poca velocidad. Cuando la noche ya
estaba cerrada y llegaba el eco de su caballo de hierro petardeando
había dos cosas seguras: Pipo va en su moto de retirada y el garito
del pueblo ya estaba cerrado...
Tuvo la muerte del
solitario, se le echaba en falta y había una luz encendida en casa
durante el día. Su ausencia me llegó de sopetón, entrar a un sitio
y que te digan si sé que Pipo ha muerto...
La vida sigue, como las
cosas que no tienen sentido cantaba el poeta, y los recuerdos son una
motivación. Quiero pensar que en algún lugar del espacio-tiempo mis
viejos kameraden siguen como eran, porque Pipo era feliz en su
caballo de hierro...
Es un buen domingo para
recordar ahora que se otea el carnaval.
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