The Adversiter Chronicle

lunes, 5 de febrero de 2024

"Ni a pata ni alpargata y menos a La Alcarria", suplemento viajero cutre

Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje por la lavandería automática

El viajero llega a la lavandería automática, un local de no muy grandes dimensiones con cuatro lavadoras en una pared y tres secadoras en otra. Tiene suerte y ninguna de las dos lavadoras que puede usar por las dimensiones de la prenda a lavar, un gran edredón que debe pesar lo suyo, barrunta el viajero, cuando está empapado de agua y que le obliga a mirar el máximo de carga posible. Llega al local un hombre joven con su hijo de unos cuatro años que lleva puestas unas gafas de juguete mal colocadas de forma que lleva un ojo medio al aire y el otro cubierto por el plástico colorado que simula un cristal...
El viajero agota su calderilla introduciendo monedas en la ranura de la lavadora, auténtica garganta profunda que devora monedas cual Pantagruel hambriento. Logra el viajero introducir la cantidad del importe y pulsa el botón de poner en marcha la lavadora. Precavido, el viajero se ha agenciado el periódico del día con el que matar la media hora de lavado. Hay asientos en la zona de lavadoras y secadoras, éstos últimos ocupados por una señora y una bolsa repleta de ropa que ha posado el hombre con el niño, que se dedica a jugar con una de las cestas disponibles para poner la colada y debajo de una gran mesa que permite doblar las prendas ya lavadas y secadas. El viajero decide sentarse en la zona de lavadora ya que la zona de secadora está copada por la señora, el hombre que se afana en doblar ropa y su hijo, a estas alturas y por lo escuchado es el padre, lo suficientemente lejos y entretenido para no tener el viajero que decir ñoñeces al ñiño, que ha encontrado divertimento en intentar meterse en uno de los cestos con el consiguiente ruido y la voz de su progenitor indicando que no coja otro cesto y se apañe con el que está jugando.
El viajero necesita cambio para la secadora y opta por acercarse a una cafetería cercana a tomar un cafelito y conseguir calderilla. Es un local mortecino, con tres clientes, la televisión escupiendo un partido y el café, aunque no es agua de fregar, como que no sabe tan rico como espera el viajero de un cafelito. Ha conseguido calderilla con el cambio de pagar el cafelito y ha cogido la galletita de cortesía que se come en el trayecto a la lavandería automática. Mira el viajero el reloj y una vez más le sorprende lo lento que pasa el tiempo cuando se está esperando...
El viajero pone sus posaderas en el asiento y se dispone a leer la prensa cuando observa de reojo que el niño ha encontrado otro divertimento con el cesto, ahora se dedica a arrastrarlo por el suelo de todo el local y se va a detener a los pies del viajero, que sin levantar la vista del periódico y tratando de aparentar que está en otra nube observa con temor la cercanía del niño. El padre le vocifera que se aparte y el melodioso acento hispano del otro lado del charco se transmuta en berrido que impide al viajero concentrarse en la lectura. Cuando por fin consigue leer un artículo, el amenazador ruido del cesto arrastrado por el suelo le alerta de la nueva presencia en las cercanías de sus zapatos del niño y su artefacto de juguete improvisado que de nuevo se detiene justo antes de colisionar con los zapatos del viajero, que sigue haciendo como que la cosa no va con él y nuevo berrido del padre ordenando a su retoño de que deje de molestar al señor...
Cuando quedan dos minutos para terminar la lavadora, el viajero se levanta y observa al ya algo repelente niño que se dedica a poner sus manos por la superficie de aluminio de las máquinas lavadoras. El padre está a lo suyo y de cháchara con la señora y el viajero siente la intención de advertirle de que su hijo no debería tocar las máquinas, no por dejar las huellas de sus manos en la superficie metálica, es porque hay señales en amarillo de peligro de electrocución, pero no dice nada como venganza por incordiar su lectura del periódico y por llevar el temor de que sus rumbos de colisión arrastrando el cesto terminaran en choque frontal contra los zapatos del viajero...
El viajero espera ya a que la secadora termine su programa y vuelve a sentarse en la zona de lavadoras, aprovechando que el incordio de niño está con su vociferante padre. Cuando estaba a mitad de lectura de un artículo de noticias locales, la señora se despide y le dice al incordio de niño si se va con ella. Para sorpresa del padre, el niño accede y sale de la mano con la señora por la puerta, que queda justo a la izquierda del asiento del viajero al que la cháchara entre señora, padre y el hijo terminan de desquiciar la lectura del viajero que respira con alivio cuando finalmente se van los tres dejando el local en reconfortante silencio. El viajero saca el edredón y trata de doblar semejante paquidermo de tela para poder llevarlo en una brazada, la distancia al portal no llega a sesenta metros y tampoco trajo bolsa que permitiera introducir el edredón para su transporte. Coge el viajero la puerta de salida para ir a...
Pero ése, ya es otro viaje.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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