A veces parece que la Era
de Internet se asemeja a la Era de la imprenta en el siglo XVI, cuando el
aparato estatal de los distintos reinos elaboraban un censo de libros
prohibidos y había que publicar bajo los parabienes de la censura
eclesiástica, censura política y permisos de publicar tal o cual
libro...
Lo digo porque hablan,
voces indignadas y algunas hasta escandalizadas, de levantar un muro
en Internet. Por supuesto, las voces indignadas braman contra las
grandes empresas que proporcionan aplicaciones y redes sociales, de
paso se cuelan comentarios de distinta ralea y pelaje que bajo la
bandera de la libertad de expresión propugnan levantar un muro de
censura. Poco importa que si te joden en las redes sociales porque
participas en las mismas la culpa sea en realidad nuestra por hacer
caso a mensajes insultantes y denigrantes por los mensajes, fotos y
comentarios que publicamos...
Hay tres tipos de seres
cuando se levanta un muro censor. Por un lado están quienes levantan
el muro, preocupados de su conversación y que a medida que ganan
importancia, porque la masa usuaria acepta y acata la censura seguirá
consumiendo redes sociales, felices y tal vez algo molestos por el
incordio, pero se sacrifica libertad por seguir disfrutando de
Internet. Luego están los que a un lado del muro se dan cuenta de
que hay vida más allá del mismo y desean saltar al otro lado. Luego
están los del otro lado, al principio desconcertados por el muro que
brotó de repente, que tratan de burlar el muro y denuncian que el
abuso lo da el poder y un muro es siempre una manifestación de poder
aunque sea un poder totalmente incompetente...
Todos recibimos correos
insultantes y si cuelgo una foto en paños menores es inevitable que
alguien haga mofa y befa de mi persona, hay libertad de expresión,
pero también libertad de elegir qué uso le damos a Internet. La
Araña, el añorado kameraden, eligió tirarse por la ventana, tenía
depresión y utilizaba Internet, publicaba en este mismo medio y me
consta que a veces tenía polémicas en su muro, pero Internet le
ayudaba a socializar y le quedaba la suficiente cordura para
discernir qué mensajes ver y cuáles no, pero nunca le escuché
quejarse de Internet o echarle la culpa. Si siguiera en este mundo y
viera el circo mundial de la pandemia, seguro que se quejaría de que
los enfermos mentales ya existían antes de la pandemia y que siguen
igual de invisibles que antes. Vería con sorna que se aumentan los
caudales públicos en salud mental pero no para los invisibles, para
gente normal que está estresada y atacada por las consecuencias de
la pandemia. Y seguramente tomando el café que nos quedó pendiente,
diría socarrón que cuando este circo llegue a su fin el colectivo
será tan invisible e ignorado como antaño...
No se puede prohibir
adquirir papel porque alguien escriba insultos, mofas, befas,
escarnios y mala baba en nuestra red social de turno, es tan sencillo
como no abrirlos y no exponernos, porque replicar sólo alimenta la
mala baba del desconocido interlocutor y si se está seguro de
quiénes somos no debería alterarnos que mangantes nos utilicen
porque no pueden si no se entra al trapo...
Que no digan que Internet
empuja al suicidio, igual que un papel en blanco no es una sentencia
de muerte firmada, Internet no es un campo de libertinaje que haya
que vallar...
Somos nosotros quienes
debemos construir un vergel y protegerlo de todo tipo de alimañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario