Con la
colaboración de Mars El Grouchu
en exclusiva para The Adversiter
Chronicle
ALBERTO ISLA EN SÁLVAME
DELUXE
Tocaba
hacer artículo y seguimiento de Gran Hermano 15 pero por
causas azarosas del mando a distancia fui a caer en el dial Tele5
donde estaban en ese momento
presentando al protagonista de la noche: ese representante de la
España gañí (de gañán) que es Alberto Isla.
En
un fin de semana estresante entre cambios de hora, de frecuencias de
TDT y el espanto mezclado de admiración y choteo con ese joven
llamado Nicolás timando socialmente al personal y jefatura en un
estilo más anglo sajón que español, resultaba estimulante ver cómo
Kiko Hernández cumplía sus amenazas de despellejar vivo al Alberto
Isla, ejercicio éste que resulta agradable al televidente, jugoso en
el índice de audiencia y carnaza para disfrutar durante días de tal
escarnio no sólo consentido por el protagonista de turno a
escarnecer sino que además cobrando por ello...
La
terna de inquisidores del plató resultaba a priori interesante:
Matamoros, Patiño, Raquel Bollo dispuesta a montar uno de sus pollos
a la Pantoja, Lidia Lozano, la
nitroglicerinica de la Mila Ximénez y el inefable del Kiko
Hernández que pasó de ser amiguito del Isla a justiciero del
zurriagazo.
La
historia es bastante simple con un joven que ha dado lo que en
tiempos se llamaba dar un braguetazo y
que consiste en preñar a una mozuela de posibles o de apellidos
influyentes con el afán de vivir de semental y de la sopa boba. Así
que preña a la hija de Isabel Pantoja con todo lujo de detalles en
las redes sociales de su idilio a lo que se sumaba una rebeldía de
Chabelita con su madre que se manifestaba en no seguir las
directrices maternas y mostrarse liberada y enamorada de su chico....
Ha pasado el tiempo, Chabelita tiene su retoño pero ya no quiere al padre de la criatura. Un despechado Alberto Isla se dedica a fundir dinero como si fuera maná, enrollarse con una despechada de buenos pechos con el Paquirrín mientras intenta reconciliación en viaje montajista y encontrando un hombro amigo en Kiko Hernández.
Ha pasado el tiempo, Chabelita tiene su retoño pero ya no quiere al padre de la criatura. Un despechado Alberto Isla se dedica a fundir dinero como si fuera maná, enrollarse con una despechada de buenos pechos con el Paquirrín mientras intenta reconciliación en viaje montajista y encontrando un hombro amigo en Kiko Hernández.
A
estas alturas ya se habrán dado cuenta que no deja de ser un
culebrón por el que pasan tantas personas en la vida y que no tiene
mayor interés, como yo mismo pensaba mientras asistía al
espectáculo y dispuesto a cambiar de canal, pero
entonces suelta el Alberto Isla que Chabelita ha cambiado de estilo y
color del peinado pero la cara sigue siendo la misma...
Algo
falla en esta sociedad consumista para que un joven veinteañero
tenga tal machismo que para más jodienda se disfraza de modernidad y
buen rollito de igualdad de sexos. Dijo que la respetaba por ser
madre de su hijo, pero no es creíble tras escucharle que lo piense
de verdad. Es cierto que la belleza de Chabelita es indígena y
selvática, que siempre se rumoreaba que Alberto Isla se mofaba de su
belleza, ese valor de la belleza que la más reciente juventud carga
a sus esquemas inducida por el sistema consumista y que responde a
patrones de vestimenta, pintas y trazas más que a belleza del alma,
sentimientos honrados y ética responsable que imperaban en
juventudes anteriores.
Y éramos tan golfos como ellos, pero no había
esa artificiosa forma de mostrarse como Alberto Isla que sin oficio
ni beneficio se viste de caras marcas y no duda en hacer dinero a
costa de intimidades de pareja y largar por la boca del clan Pantoja
bajo esa nueva máxima que dice: para que lo cobre otro por
largar, mejor largo yo y me lo cobro yo...
El resultado final fue una sucesión de estoicismo
facial de Alberto Isla ante el chaparrón de pruebas en su contra del
que sólo salía para batirse con rabia de gañán y machismo de
chabola ante los empellones verbales de la siempre liosa en su
argumentación de la Raquel Bollo que deparó los mejores momentos de
la noche con una Isla en arrebatos de furia y la Bollo en plan de
pedir justicia para su adorada Isabel Pantoja.
El resto de inquisidores asistían sorprendidos a la
cara de haba de Alberto Isla mientras Jorge Javier administraba
magistralmente los tiempos y un Kiko Hernández cuyo arsenal
consistía en mensajes de chat que la había mandado el Isla cuando
eran amiguetes pero una vez más no dijo casi nada y nada quiso decir
argumentando compasión de inquisidor ante tan malvada presencia que
no era otra cosa que un joven de poca alfabetización que sólo
quiere lo que el sistema le induce a querer desde que sus neuronas
pasan de la etapa infantil a la de adolescente: vestir ropa de marca,
ser guapo estéticamente, de buen rollo con las titis para enrollarse
sin enrollamiento y finalmente salir en la tele y que le paguen por
ello.
Como espectáculo televisivo ha sido fantástico y
seguirá el tema candente por cuanto hay amenaza de presencia de
Alberto Isla en el polígrafo, un tipo que es la otra cara de la
moneda que representa ese zascandil llamado Nicolás, jóvenes que
quieren trepar, que no hacen daño más que a ellos mismos y a
quienes preñan o cuelan también cegados por el oropel del poder, la
fama y el dinero. Lo cierto es que produce pena y una sensación de
caída de hombros y sentarse fatigados al ver que cosas por las que
hubo que luchar, una vez conseguidas son fagotizadas por el sistema
hasta pervertirlas. Y no quiero hablar de su falta de vocabulario,
sus esperpénticos intentos de trabajar y causa del odio de Kiko
Hernández que a final de cuentas era la triste historia de que dio
la cara por Alberto para trabajar en un bingo y el Alberto les mandó
a la mierda a las pocas horas de curro.
Y es que quien con infante pernocta, excrementado
alborea.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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theadversiterchronicle@hotmail.es
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