Unas memorias de
Antón Rendueles en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
Fútbol en la plazuela
Anclado
en mi falta de movilidad, las ventanas son un escaparate al mundo
donde cada una muestra un trocito de realidad y hace que la mente
vuelva al pasado. Me ha ocurrido estos días atrás en que brillaba
el sol. Una
de las ventanas me permite ver, a media distancia, las puertas de un
colegio, observar fugazmente tras otear el cielo y ver si hay nubes, a
los alumnos hacer tiempo antes de entrar. Copan los bancos para
sentarse y todos parecen ensimismados ante sus pantallas digitales.
De repente me he dado cuenta de que no juegan a la pelota y me
transporté a mis tiempos de escolar donde una pelota formaba parte
primordial del universo infantil. No era parte de una infancia dura o
simplemente con carencias donde una pelota de trapo era un juguete
valioso. Nosotros ya éramos consumistas de bienestar y el cine y la
pelota sólo eran parte del conjunto de un abanico de
entretenimientos y juegos que formaban parte de la vida diaria, ajeno
al trajín político de la vida de los adultos...
El
campo de juego estaba delimitado por la anchura de los árboles que
servían de portería. En una banda el límite era la fuente y del
otro el camino de los transeúntes. Hace un tiempo hice una salida al
exterior y el coche se detuvo para que quien conducía realizara unas
gestiones en una sucursal bancaria cercana. Me quedé sin remedio
esperando aparcado el coche en zona no habilitada para tal, pero un
inválido en coche mal aparcado despierta la compasión de la
autoridad sancionadora que permite y tolera una parada breve hasta
que el conductor regrese. Pude ver el terreno de juego que en
realidad es parte de una plazuela. Sigue una fuente y siguen los
árboles que hacía de postes y largero sin tal en forma de ramas de
hojas verdes. Puede ver que el espacio es mínimo y ya no hay
infancia que vea un terreno de juego donde no lo hay...
Almorzaba
rápido para poder estar casi media hora antes en la parada del
autobús escolar al igual que mis compañeros. No todos jugaban y
preferían esperar en la acera, pero un grupo variopinto de todos los
cursos, no más de media docena poco más o menos, que convertimos en
liturgia el jugar un partido hasta la llegada del autobús. Aunque
entonces era más grande, lo cierto es que había que hacer equipos
de tres y quienes marcaban primero se enfrentaban a otro. El objetivo
era ganar para seguir jugando pero la cosa dependía de lo jugones
que fueran en el equipo. Había partidos que parecían no acabar
nunca y se miraba impaciente la hora para calcular si daría tiempo a
entrar otra vez antes de la llegada del transporte..
.Estaba
el tema de quién traía la pelota. No eran de trapo o parcheadas
como las generaciones precedentes. La ideal era una pelota más
pequeña que una de fútbol pero no faltaban de todos los calibres y
diseños: las ligeras y de buen bote típicas de llevar a la playa de
coloridos diseños; la oficial del Mundial de Argentina, el mítico
Tango de
ADIDAS y que despertaba envidia infantil, sana, porque era lo máximo
en balones de fútbol; el viejo balón que perdía aíre a cada
puntapié y que podía ser un coñazo; la de pequeñas dimensiones
para futbito era la ideal para el terreno de juego. Y por supuesto la
socorrida pelota de tenis que se utilizaba con mal tiempo que impedía
llevar un balón porque era un incordio cargar con él en días
intempestivos.
Los
tiempos han cambiado y ahora son simuladores, videojuegos y redes
sociales los entretenimientos antes de ir al colegio o esperar el
autobús. Vistos desde la ventana es cierto que parecen alienados,
casi inmóviles donde sólo el baile de dedos sobre la pantalla
indica que hay actividad frenética. El mundo de los adultos sigue
igual de azaroso con la diferencia de que el mundo digital unifica a
todos...
El
terreno de juego se ha hecho pequeño y yo grande aunque me gusta
pensar que puedo por un instante volver a ser pequeño en un campo de
fútbol donde juego antes de la llegada del autobús.
Antón
Rendueles
The
Adversiter Chronicle,diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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